Frente a las Tres Sorores

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A pesar del tiempo pasado, los pies la llevaron sin tropiezo por la ruta tantas veces recorrida: desde la pradera al camino de la izquierda y más tarde al de la derecha. Atravesó el bosque de abetos y pinos, y dejando atrás la cascada de Arripas, cruzó el espléndido hayedo. Después de admirar las cascadas espectaculares sobre el río Arazas, siguió adelante hasta llegar el pequeño refugio del circo de Soaso.


Sentada sobre un peñasco, extendió la vista por el valle. Todas las posibles combinaciones cromáticas propias del otoño acompañaban el discurrir del Arazas. Más arriba, los saltos del río sobre la roca calcárea centelleaban bajo el sol. Y más arriba todavía, Monte Perdido, el Cilindro de Marboré y el Pico de Añisclo, más hermanados que nunca por la trágica leyenda de una maldición que llevaba camino de cumplirse en ella, elevaban desafiantes sus majestuosas cimas.


Antes de que se materializase la presencia de su padre, supo que estaba allí. Cuando padre e hija se miraron a los ojos, todos los sentimientos de culpa y rencor anidados tanto tiempo en sus corazones, se diluyeron entre las lágrimas que derramaron unidos en un doloroso abrazo frente a las Tres Sorores.


Mª Pilar Latorre Arilla