EL ALTO GUADALOPE

Caminando por un río

En este tramo del Alto Guadalope puede encontrarse uno de los mejores bosques de chopo cabecero, algunos recodos asilvestrados de un río vivo y joven, en un marco formado por un valle con amplias laderas y por crestas rocosas. En los escarpes del entorno quedan masas de arce moscón y avellano.

Rápidos del Alto Guadalope.
Caminando por un río
PRAMES

En Miravete partiremos de la cruz de término a través de calles empedradas y casonas antiguas para desviarnos a la derecha. Por un callizo salimos del pueblo para alcanzar el río que, en adelante, remontaremos. A nuestra derecha aparece una palanca que accede a la ermita de San Cristóbal. El sendero pasa entre unos pequeños huertos con viejos frutales y un soto de sargueras y espinos. El camino alcanza la carretera. A la derecha, entre huertos y bosquetes, hay una zona recreativa con un panel informativo. Se cruza la calzada y se continúa por un camino que pasa entre campos donde aparecen ya las marcas de PR. Poco después, junto a un enorme chopo, seguiremos de frente en un cruce, quedando una granja en la otra orilla. Habrá que vadear el río en varias ocasiones. Por la izquierda desemboca el barranco de las Suertes, en cuya orilla está casa Patacas.


Algo más adelante, por la izquierda, se encuentra el mas del Azud, obra que aparece casi a la media hora de nuestro inicio. El sendero pasa entre bancales y, tras acercarse a la carretera, sale a una buena pista que baja al río. A escasos minutos, desemboca el barranco que desciende desde la fuente de la Madre. A la izquierda, junto a unos viejos perales, queda la masía del Horcajo. A los 45 minutos se cruza a la margen izquierda del río, a una zona con pequeños huertos. A mano derecha, en un empinado monte cubierto de un caos de bloques, se levantan dos masías. Y, más allá, se recorta la peña del Guillomar.


El camino atraviesa un herbazal y nos lleva a un gran puente de la carretera, que se cruza para seguir por la misma orilla del Guadalope. Éste recibe aquí los aportes estacionales del barranco del Collado. Hemos llegado a uno de los rincones mágicos del Maestrazgo. La senda atraviesa una magnífica arboleda de altivos y vigorosos chopos cabeceros. Si en primavera ofrece el esplendor de la actividad biológica, y en verano su frondosidad atempera la canícula, es en otoño -justo antes de la caída de la dorada hoja- cuando abriga el alma tanta belleza, silencio y soledad. A la izquierda, entre campos y nuevos acúmulos de bloques de areniscas, queda casa Mato.


Cuando llevamos aproximadamente una hora de ruta a nuestra izquierda aparece casa Gómez y el barranco del Portolés. En la vega, el río traza varias curvas antes de encajarse en el estrecho de los Batanes. El sendero pasa entre una cerrada de piedra y otra magnífica chopera de cabeceros.


Bajo la carretera, muy próxima, hay un refugio en la roca. Seguir por la margen derecha del río, que tiene aquí hermosas pozas. Se llega a un molino ruinoso y a un tramo fluvial poblado por sargas, para alcanzar el avellanar, otra joya botánica del itinerario, que encuentra refugio a la sombra de los bloques calizos del estrecho de los Batanes. Allí mismo aparece la fuente del Caracol, con área recreativa y panel interpretativo. La senda asciende entre canchales y prados hasta la carretera. La seguiremos en su curso remontante a través de un impresionante cañón fluvial que traza meandros encajados y en cuyo lecho se alternan profundas pozas, marmitas de gigante capturadas, bloques caídos, rápidos, remansos y cascadas. Se alcanza el pueblo de Villarroya de los Pinares, cuyo caserío queda bellísimamente enmarcado entre prados y roquedos. A destacar la iglesia gótica, el torreón defensivo, el antiguo hospital, el ayuntamiento con su lonja y las diversas casas notables del entorno de la iglesia.