ESPECIES EN PELIGRO

Suelta nocturna de lechuzas

?Aquella noche los niños disfrutaron. Liberamos en un pinar del valle del Ebro siete lechuzas que habían sido atendidas y curadas en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Alfranca. Con su blanco aleteo se perdieron entre el ramaje del bosque. ¡Suerte, amigas!?.

Suelta de una lechuza curada en el Centro de fauna de La Alfranca
Suelta de una lechuza curada en el Centro de fauna de La Alfranca
E. VIÑUALES

No es raro leer en muchas guías de campo que la blanca lechuza es una de las aves nocturnas más frecuentes que tenemos en nuestras latitudes, casi siempre ligada a pueblos, granjas, campanarios y viejas casas abandonadas… Pero, eso era antes. Este búho blanco, de disco facial en forma de corazón y ojos negros, cada día es más escaso. Quienes salimos al campo y de pequeños hemos encontrado lechuzas en muchos edificios deshabitados próximos a la ciudad de Zaragoza, hoy las echamos de menos y tenemos la intuición de que sus poblaciones han caído en picado en gran parte de la geografía aragonesa. Pero las sospechas suelen ser confirmadas, como así está siendo, por programas de seguimiento naturalista como el llamado “Noctua” que desde hace unos quince años lleva a cabo la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife).


En el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Alfranca también hay datos que evidencian una disminución brutal de estas aves de la noche. El año pasado, en 2010, ingresaron en este hospital para animales silvestres un total de 26 ejemplares de lechuza común, 20 de ellas vivas y 6 ya fallecidas por diversas causas: atropello en carreteras, colisión con tendidos eléctricos, trampas, venenos y pollos recogidos erróneamente -aunque con buena intención- en los nidos y sus proximidades. La mayor parte de ellas procedían de unas pocas comarcas: Los Monegros, la Hoya de Huesca y el Cinca Medio, cuando antes era frecuente en muchas otras zonas. Una vez allí, en las instalaciones de La Alfranca, veterinarios y técnicos del Gobierno de Aragón las cuidan, tratan, operan, alimentan… y un buen día las sueltan de nuevo en su medio natural.


EL MEJOR RATICIDA

Hoy también quienes estudian la situación demográfica de esta especie protegida por la ley saben que una de sus principales amenazas es el uso frecuente de raticidas en nuestros campos y áreas periurbanas, venenos muy agresivos con el grupo de las aves al causarles una fuerte degeneración hepática y, por tanto, la muerte. Pero lo más curioso es que la lechuza es, con diferencia, uno de los mejores raticidas que existen. Difícilmente el hombre podrá nunca encontrar un desratizador más eficaz que la lechuza, además de ser inocuo y natural. El análisis de las famosas egagrópilas –esas pelotitas que regurgitan ciertas aves con los pelos y huesos que no pueden digerir en su organismo- nos ha desvelado que son precisamente los pequeños roedores la parte mayoritaria de su dieta, aproximadamente el 90% de su alimento. Una lechuza necesita comer a diario y normalmente ha de ser más de una presa.


De seguir así la tendencia poblacional sería por tanto una lástima que nuestros niños no logren conocer la bonita y misteriosa imagen de la lechuza más que por libros, por ejemplares tristemente disecados, o por películas cinematográficas de animación tan bien realizadas como la reciente de “Ga’Hoole, la leyenda de los guardianes”.


Los más jóvenes que han observado viva a una lechuza en el campo ponen ojos de curiosidad cuando escuchan las muchas historias sobre esta bella especie que vive cerca del hombre: que las lechuzas ven nítidamente cuando nosotros necesitamos una linterna, que poseen una agudísimo oído que les basta para cazar a sus presas, que su canto es un grito agónico, que su plumaje claro y canela es muy mimético ya que en el cielo oscuro de la noche contiene un alto componente de blancos y más si está nublado... y, sobre todo, que ellas son el mejor raticida, el gran aliado que todo agricultor o granjero quisiera tener gratuitamente cerca de sus terrenos y propiedades.


Volver a Frontera Azul