MICOLOGÍA

Cuando en los bosques aparecen buscadores y recolectores como setas

Boletus Edulis
Boletus edulis
E. VIÑUALES

Este Boletus edulis es lo que en el Pirineo llaman ‘ceps’ y en las sierras turolenses ‘porros’. Su carne es compacta, blanca y de gran calidad. De hecho, se trata de una de las setas más apreciadas en Francia e Italia. Lo fotografié con una cámara compacta y pequeña, ideal para llevarla encima y tomar detalles mientras la otra mano va ocupada con la cesta de mimbre para recoger hongos


Durante estas semanas de otoño caminar por los bosques aragoneses mirando al suelo y buscando hongos es, ciertamente, una entretenida actividad en la naturaleza. Y aunque los buenos 'setales' son para muchos buscadores un secreto personal e intransferible, a veces parece que en los montes hay más recolectores de setas que setas. Desaparecida la mala práctica del uso del rastrillo que levanta el suelo y destroza los micelios de los hongos, los tiempos actuales piden en algunos casos y lugares una regulación normativa sobre esta práctica cada vez más extendida y popularizada en Aragón, una región donde la tradición micológica y gastronómica derivada ha llegado mucho más tarde que a comunidades vecinas como Cataluña o País Vasco.


Siempre la conservación del ecosistema y el equilibrio ecológico del bosque deben prevalecer sobre cualquier aprovechamiento de los recursos naturales. Las setas y hongos, por supuesto, no deben ser una excepción. Hace unas semanas se desalojó en la Sierra de Guara un campamento ilegal de 25 personas de origen rumano que practicaban la recogida indiscriminada de hongos. Y el año pasado la alarma saltó con el saqueo organizado de los montes de Biescas mediante furgonetas y trailers frigoríficos que esperaban al pie de las pistas para una comercialización casi industrial del rebollón, y donde se llegaron a comprar hasta mil kilos por día. A un precio de cinco a nueve euros/kilo estas setas eran luego revendidas en Barcelona y otras ciudades a cantidades muy superiores, de hasta 30 euros.


El Gobierno de Aragón ha dado este año instrucciones internas para que se extremen las medidas contempladas en la legislación vigente a la vez que trata de potenciar un proceso de participación donde se logre que la recogida de setas se transforme en una herramienta para el desarrollo rural sostenible, tal y como ya sucede en la provincia de Soria. Bajo el lema de ‘la seta para el que la camina’, las pistas forestales deben ser cerradas al tráfico motorizado. Y tal vez las sociedades micológicas deban reforzar en sus actividades de divulgación el mensaje de un mayor compromiso en la conservación, la implantación de buenas prácticas y el lograr una regulación más moderna y eficaz que evite el expolio micológico de nuestros bosques, el tráfico motorizado y el abandono de basuras por parte de los buscadores de setas. En la sierra de Albarracín, sin ir muy lejos, los empresarios turísticos ya están enseñando a hacer una recogida de forma respetuosa con el medio.


En Aragón, además, también hay quienes proponen a las autoridades forestales medidas alternativas como que se creen en microreservas micológicas que vayan rotando cada pocos años, generando así en parcelas del monte una especie de 'viveros de setas' donde los hongos puedan completar su ciclo íntegro, es decir, que broten, crezcan, diseminen las esporas y se reproduzcan sin problemas.