Pequeños pero importantes

Los briófitos fueron la avanzadilla para que las plantas se fueran asentando sobre la tierra, hace 350 millones de años. Las poblaciones humanas más primitivas ya descubrieron algunas de sus utilidades como parte de su vestimenta o para proteger la comida

Los briófitos están sobre la Tierra desde hace al menos 350 millones de años. De manera similar a los anfibios entre los animales, en aquella época desarrollaron los recursos que permitieron a las plantas vivir en tierra firme. Por eso, desde el punto de vista científico, los briófitos son fundamentales para entender cómo los vegetales conquistaron el medio terrestre.


En los briófitos no hay savia que circule como en las plantas vasculares; tampoco hay propiamente semillas, sino esporas que se ocupan de su dispersión. La mayoría de ellos alcanza como mucho unos pocos centímetros de alto, pero cumplen funciones ecológicas más importantes de lo que por su tamaño cabría esperar. En un primer golpe de vista todos los briófitos nos parecen lo mismo, pero en realidad son más de 16.000 especies distintas en todo el mundo, de las que más de 1.000 viven en la península Ibérica. Aunque son pocas las utilidades que les hemos encontrado, sí que han tenido ciertos usos.


Hasta siglos recientes eran un elemento esencial en el calafateado de barcos en toda Europa, incluida España, mezclados con resinas para impedir la entrada de agua a través de la tablazón. Durante la Primera Guerra Mundial, se utilizaron grandes cantidades de un musgo muy particular, los esfagnos, en la elaboración de vendajes para las heridas de los soldados, resultando muy ventajosos en capacidad absorbente y desinfectante respecto a las vendas convencionales. En la momia de Ötzi, el ‘Hombre del Hielo’ hallado en los Alpes en 1991, se han encontrado restos de 30 musgos que la gente de hace 5.000 años usaba como parte de su vestimenta o para envolver y proteger la comida.