Una casa no es una lavadora

La certificación de los edificios se adjudica según un orden de la A a la G, siguiendo el patrón de la clasificación energética de los electrodomésticos. Pese a las correcciones de escala que se hagan, no es lo mismo un edificio que un aparato electrodoméstico. En los cálculos de este, no entra ni el clima, ni la insolación, ni la adecuación de las instalaciones. De hecho, un estudio de Sartori y Hestnes reveló que el consumo anual de una lavadora es de 150kWh, mientras que el consumo que implica la superficie que ocupa en la cocina es de 192 kWh.


Los modelos españoles de certificación ambiental de los edificios se basan principalmente en la emisión de CO2 de las energías usadas para las funciones del edificio. Una vivienda con placas solares y caldera de biomasa obtendría una calificación energética A, la máxima, fuese cual fuese su sistema de aislamiento térmico y los materiales, de mayor o menor impacto ambiental.


"Los procesos de certificación no suelen considerar aspectos relacionados con el ciclo de vida del edificio. Por ello, en algunas ocasiones se puede dar la contradicción de obtener una mejor calificación energética, produciendo mayores insumos energéticos o emisiones de CO2 en términos globales", señala Alfonso Aranda, de CIRCE.