AVES DE VERANO

La oropéndola: belleza fugaz

Procedentes del África Subsahariana, la oropéndola llega en mayo a nuestro territorio para pasar todo el verano. Pájaro de comportamiento muy esquivo, es difícil de ver, aunque su canto nos acompañe durante todo el verano.

Un macho de oropéndola contribuye a la alimentación de los pollos
oropendola
RODRIGO PÉREZ

Los que gustan de pasear a la sombra de los bosques de ribera del Ebro o cualquiera de nuestros ríos, hará ya unas semanas que posiblemente se sorprendan al escuchar un aflautado y explosivo canto, a modo de 'tut-tuiu'. Pero pocas veces podrán descubrir al autor de tan llamativo sonido: la hermosa oropéndola, de un colorido tan espectacular como esquivo es su comportamiento. Casi siempre, lo único que vemos es un destello amarillo y negro moviéndose a toda velocidad en lo más intricado de las ramas, para desaparecer en la espesura del follaje.


Procedentes de sus cuarteles de invierno en el África Subsahariana, especialmente Camerún y la República Centroafricana, los primeros individuos llegan a nuestro territorio a finales de abril y comienzos de mayo. Se trata de machos adultos que rápidamente proclaman sus territorios de cría con sonoros cantos, expulsando con firmeza a cualquier intruso que se introduzca en ellos por medio de veloces y acrobáticas persecuciones. De dos a diez días más tarde llegan las hembras, de un color verdoso algo más apagado pero no menos bellas, y comienza la construcción del nido, que realizan en solitario. Para ello eligen por lo general una horquilla en las copas más altas y densas, que dificulta aún más su observación. En su cometido usan todo tipo de materiales, desde vegetales hasta restos de plástico y cuerdas. No solo gustan de los bosques de ribera para traer al mundo a su progenie, sino también de otros tipos de bosques caducifolios, incluso choperas de plantación y parques grandes.


COLABORACIÓN EN LA CRÍA

La puesta consta por lo general de 3 a 5 huevos, incubados sólo por la hembra. Tras la eclosión, con unos dos días de retardo entre huevo y huevo, ambos sexos colaboran en la alimentación de los hambrientos pollos. Como en muchas otras especies, los abundantes sacos fecales expulsados por las crías son eliminados por los progenitores con un doble objetivo: mantener limpio el nido y no llamar la atención de los posibles depredadores con el brillante color blanco de los restos. Durante la primera semana, los adultos ingieren los sacos fecales, pero posteriormente se los llevan en vuelo y los abandonan lejos del nido.


Tras la emancipación de los pollos, y durante el resto del año, los frutos pasan a formar parte importante del alimento. Adultos y volantones permanecen unidos hasta finales de agosto o septiembre, justo antes de iniciar el viaje de regreso hacia tierras africanas. El vuelo migratorio tiene lugar principalmente por la noche y en solitario, aunque también pueden verse movimientos diurnos y pequeños bandos.


De esta forma acaba el ciclo anual en tierras aragonesas de uno de los habitantes más hermosos y esquivos de nuestra fauna. Para ver el resto tenemos que cruzar el Estrecho y acompañar a las oropéndolas en su épico viaje de más de cuatro mil kilómetros. ¿Alguien se viene?



Fotografía: Macho de oropéndola, inconfundible con su bello plumaje amarillo y negro, contribuyendo en la alimentación de los pollos, básicamente invertebrados de alto contenido proteico. Foto tomada en los alrededores de Anento. Equipo: Nikon D300 con objetivo Nikon 200-400 VR; f:4, 1/125 sec, 400 mm., 640 ISO, Flash y trípode. Desde Hyde.