ANDORRA-SIERRA DE ARCOS

La última fortaleza de los íberos

Una de las dos torres defensivas del poblado íbero de San Pedro se yergue en tierras de Oliete como la edificación de esta época más alta de España

Los monjes mercedarios que en el siglo XIV fundaron el centro agrícola-ganadero de San Pedro, a escasos kilómetros de Oliete, atribuían a los griegos su construcción. No se equivocaban demasiado. A pesar de que los helenos no pisaron la península Ibérica, construcciones como la impresionante fortaleza ibérica del Cabezo de San Pedro solo se encuentran en el Peloponeso. De ahí el apelativo de "los Griegos", con que se conoce en los pueblos de la comarca a este torreón.


El recinto fortificado, a escasos kilómetros del núcleo urbano de Oliete, constituyó en su época de esplendor (siglos III a I antes de Cristo) uno de las ciudades-fortaleza más importantes del Valle del Ebro.


Grupos de sedetanos vivieron en ella en constante lucha con las tribus celtíberas de la sierra de San Just. De hecho, a día de hoy, las dos torres defensivas que todavía siguen en pie son las más antiguas de Aragón y constituyen un recinto único en España para descubrir aspectos de la cultura íbera.


Enclavado en un cortado rocoso a la vera del río Martín, desde el que se divisan decenas de kilómetros, y protegido por un foso y una muralla ciclópea, con piedras de más de tres toneladas, la fortaleza debió de ser inexpugnable para los ejércitos romanos durante demasiado tiempo.


La cronología oficial establece que, finalmente, tras largos meses de asedio, la ciudad cayó bajo el yugo de Roma en las Guerras Sertorianas, en torno a los años 72-70 antes de Cristo, cuando fue destruida y abandonada la edificación.


Los restos arqueológicos mejor conservados hasta nuestros días se enmarcan en las construcciones defensivas. El resto de la ciudad, que tenía una superficie cercana a las dos hectáreas, se extendía a sus pies y está pendiente de que una futura excavación siga revelando sus secretos.


Única en España


Para José Royo, gerente del Parque Cultural del Río Martín y experto en arte rupestre, la construcción es "única en España". "No se conoce en toda la zona íbera un recinto tan potente -continuó-. Su propio aspecto producía un efecto disuasorio para los enemigos, de ahí que solo el ejército más potente de la historia como fue el romano pudiese tomarlo".


Royo, discípulo del arqueólogo aragonés Antonio Beltrán, no descarta nuevos hallazgos en futuras campañas arqueológicas. "Siempre aparecen sorpresas. Tanto el área fortificada como la ciudad anexa están delimitadas, pero los materiales que puedan aparecer aquí podrían ser importantísimos para futuras investigaciones".


De momento, las viejas piedras del poblado ibérico de San Pedro esperan pacientes. Como siempre. Más de dos milenios llevan erguidas; albergan entre sus grietas la sangre desparramada de todos los ejércitos que intentaron su conquista. Han visto pasar demasiados océanos de tiempo como para tenerle miedo a la contemporaneidad.


La boca del diablo


A escasos trescientos metros en línea recta a la fortaleza, una no menos impresionante maravilla se abre bajo los pies de forma imprevista. Se trata de la descomunal sima de San Pedro, considerada única en Europa por su singular estructura geológica y valor ecológico.


No hay constancia de que la cavidad geológica tenga relación alguna con la elección del asentamiento ibérico pero durante muchos siglos constituyó un lugar enigmático para las distintas tribus que poblaron este amplio territorio.


En sus verticales paredes, de más de 100 metros de altura, anidan 25 especies de aves, anfibios, reptiles o mamíferos, entre los que hay gran variedad de murciélagos. En el fondo, el sol se refleja en un lago de más de 20 metros de profundidad que alimentan las aguas del río Martín.