Mariano Fernández Enguita: "Hay alumnos que necesitan más clases"

El sociólogo apuesta por atajar el fracaso escolar prolongando la jornada a quien lo precise.

Mariano Fernández Enguita, en Zaragoza.
Mariano Fernández Enguita: "Hay alumnos que necesitan más clases"
Heraldo

Pregunta._ Hay un reparto desigual del alumnado de minorías étnicas entre los centros sostenidos con fondos públicos, es decir, entre colegios públicos y privados concertados. Ve soluciones?

Respuesta._ La sociedad tiene derecho a saber cómo funcionan las escuelas porque son parte del sistema nacional de educación y porque las pagamos todos. Por eso podemos exigir que cualquier escuela cumpla, entre sus cometidos, el de integrar a los grupos étnicos, igual que se exige que sean mixtas y no se discrimine por la condición social. A mi juicio, deberían ser las juntas de escolaridad las que repartieran a los niños tanto en las escuelas públicas como en las concertadas; y después incluir las escuelas privadas. Y la escuela que no los mantenga, pierde la subvención o se cierra.

P._ Dice que la escuela es un reflejo de la sociedad pero la sociedad es un producto de la escuela.

R._ Es verdad que la escuela es un reflejo de la sociedad, pero eso no puede ser una coartada. Cada uno, como profesionales, somos responsables de nuestro trabajo.

P._ Hace un llamamiento a la responsabilidad del profesorado, como en su polémico artículo Es pública la escuela pública.

R._ Sí, ese artículo quizás un poco virulento...

P._ Se arrepiente?

R._ No, en absoluto. Podría decir cosas peores. Pero lo que quería señalar es que somos responsables de nuestro trabajo, cada uno de nosotros como docente, maestro o profesor universitario tiene un ámbito en el que hace las cosas mejor o peor, puede hacerlas o no hacerlas.

P._ Quiere decir que está extendida la dejación de responsabilidades?

R._ Hay una tendencia a decir no me dan recursos, no me tratan bien... Ese victimismo permanente tiene mucho de coartada. Todos tenemos una tendencia a ser vagos, a que no nos controlen, pero en un sector que sólo se relaciona con niños, no hay control administrativo y el público no tiene capacidad de reacción... Es un sector poco estimulante para los buenos profesionales y demasiado permisivo para los malos.

P._ De su artículo se deduce que el profesor es el mayor enemigo de la escuela pública.

R._ Al leer las críticas, parece que el mayor enemigo soy yo (risas). Yo solté el término quinta columna deliberadamente, porque creo que es sensible a ello un sector de profesores muy de izquierdas. La escuela tiene problemas fuera pero también dentro. Tenemos un inmenso arsenal teórico para oponernos a los males del mercado, además de una tradición de discurso antiautoritario, contra la burocracia. Y no reconocemos que hay otra forma de poder social cada vez más importante, que es el conocimiento. Poseer conocimiento es poseer poder. Debemos de reconocer que el profesorado es parte de esto, no es el proletariado del siglo XIX acosado por el mercado y por la autoridad. Es una profesión que pugna por no ser controlada ni desde arriba ni desde abajo. Eso son cosas a solucionar.

P._ Es muy fuerte decir que los docentes quieren más por menos.

R._ Digo que llama la atención que en la mayor parte de las profesiones se suele pedir más por más, quieren más dinero y más trabajo para ganar aún más dinero. Y aquí no, aquí se ha conseguido una especie de pacto; uno mira la evolución de los últimos años en la enseñanza y ve cómo el calendario no ha parado de recortarse, la jornada se va concentrando y convirtiendo en continua... Y, al mismo tiempo, las condiciones de vida del profesorado han mejorado. Será un sector mal pagado, pero depende de con quién se compare. Hay que mirar cuánto gana uno y cuantas horas trabaja.

P._ Tiene alguna varita mágica para cambiar este panorama?

R._ No, lo que creo es que se debe reforzar la participación de la familia, de los alumnos, para que los consejos escolares no estén dominados por los profesores; creo que la inspección debe volver a inspeccionar; y creo que debe haber criterios de control de la calidad. Debemos conseguir que las escuelas públicas sean buenas escuelas, y eso se consigue con mayor control administrativo, mayor control social y cierta capacidad de elección del profesorado.

P._ Respecto al fracaso escolar, levanta ampollas cuando critica que no se plantee la posibilidad de ampliar la jornada escolar para los alumnos que tienen mayores dificultades de aprendizaje.

R._ Eso no es un invento mío, sino un razonamiento elemental. Si el tiempo escolar tiene alguna calidad, en más tiempo se aprende más. Los italianos proponen eso con la doposcuola, en Estados Unidos dan buen resultado las summer schools, escuelas de verano en las que se atiende a minorías, a alumnos con dificultades... Qué es lo que hacen las familias aquí si sus hijos van mal? Mandarlos a academias privadas.

P._ Pagar dos veces.

R._ Claro. Creo que el tiempo escolar puede ser excesivo para unos y escaso para otros. Hay algo de cruel ironía en que se diga jornada continua para todos, pero ustedes los pobres no se preocupen porque por la tarde les vamos a poner unas fantásticas clases de expresión corporal, de introducción a la música... Eso es importante, pero lo más importante para esa persona es que debe llegar a dominar unas destrezas básicas. No necesitan más horas de extraescolares, sino de clase. Si han de ser los mismos profesores o no, es otra cuestión, pero me parece chocante que nadie piense que hay un grupo de alumnos que necesita más jornada escolar.


"El padre debe elegir la jornada de su hijo"

El sociólogo Fernández Enguita defiende una fórmula novedosa para evitar los enfrentamientos entre padres y docentes sobre la implantación de la jornada continua: apuesta porque cada padre decida el colegio y la jornada escolar de su hijo. Se trata, según dice, de introducir mercado en la escuela pública, igual que defiende meter Estado en la escuela privada.

Su propuesta sobre la jornada continua figura en un informe que le encargó la Comunidad de Madrid. Detectó que la decisión colectiva, a través de los consejos escolares, de si se debía implantar o no la jornada única generaba tal ruptura entre padres y profesores, e incluso internamente entre las federaciones de asociaciones de padres y los sindicatos docentes, que era preciso apostar por otras vías. Por eso, se le ocurrió una fórmula similar a la de la Universidad, donde cada alumno decide si le interesa más ir en turno de mañana o de tarde. Cuando haya 28 alumnos que pidan jornada continua, habrá jornada continua, y si hay 15 que la prefieren partida, que se vayan a otro centro o que se queden en jornada continua, pero siempre habrá menos insatisfechos.

Respecto a quienes creen que tiene intereses en la escuela privada, Fernández Enguita lo niega y se defiende atacando. "Como me llama tanto la atención esa defensa aferrada de lo público, llamé a Muface y pregunté a qué tipo de sanidad iban los maestros. Descubrí que el 88 % de los enseñantes, sobre todo de la escuela pública, va a la sanidad privada".

Polémico

Mariano Fernández Enguita participó a principios de este mes en Zaragoza en las I jornadas socieducativas del barrio Oliver, donde habló sobre la integración de las minorías étnicas en la escuela. Este catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca vinculado a Aragón _a Zaragoza por parte de madre y a Teruel por parte de padre_ es autor de numerosas publicaciones sobre la educación . Pero se colocó en el punto de mira del profesorado español cuando salió a la luz en Cuadernos de Pedagogía, a finales del año pasado, su artículo titulado ¿Es pública la escuela pública? 


Sus razonamientos levantaron ampollas porque apuntaba que la escuela pública estaba subordinada a los intereses más espurios de los profesionales del sector. Y lo argumentaba señalando que toda reforma del calendario escolar o del horario lectivo ha consistido en reducirlos _semana blanca, jornada única_; que nunca se ha planteado la posibilidad de atajar el fracaso escolar con horas adicionales dedicadas a los alumnos de menor rendimiento; que la autonomía profesional del profesorado para preparar clases o perfeccionarse se traduce en simple tiempo libre retribuido; que muy pocos practican el horario de 37 horas y media semanales; que hay una resistencia a todo intento innovador de la Administración; que se mira como una intromisión la participación de alumnos y padres en el gobierno del centro; que se acalla a los mejores profesionales; o que la profesión docente ha dejado poco a poco de ser vocacional. Semejantes dardos no han dejado impasible al profesorado.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión