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Antonia Mancilla, 'súper abuela': un torbellino de energía y amor por los nietos

Esta mujer de 67 años, vive desde hace 45 en el barrio de La Almozara y de lunes a viernes, e incluso algún sábado, cuida de sus nietos Víctor (11) y Nieves (7).

Antonia Mancilla, una granadina de 67 años afincada desde hace 45 en Zaragoza, disfruta levantándose temprano. Quizás demasiado, pues sobre las 6.15 comienza un día más en la vida de esta mujer andaluza, que vive en el barrio zaragozano de La Almozara, junto a su marido Antonio (71) y uno de sus hijos, David (41). Tiene dos más, Paco (43) y Lidia (40), que le han dado cuatro nietos "como cuatro soles" que para ella son su "felicidad".

Paco vive junto a sus hijos, Víctor (11) y Nieves (7), a tan solo unas calles de distancia de Antonia y eso hace que sea más fácil para la "orgullosa abuela" ocuparse de ellos de lunes a viernes, e incluso algún sábado, mientras su hijo trabaja. Desde las 14.30 hasta pasadas las 21.30, los niños están en casa de sus abuelos. A esa hora, su padre acude allí, cena con ellos y luego vuelven juntos a su casa.

A ella no le cuesta esfuerzo, es más, podría decirse que cada día lo hace con más ilusión. Nada más levantarse, ya piensa en sus pequeños. Al acabar de desayunar un café con leche en la tranquilidad de su cocina, se pone el delantal y comienza a preparar los platos que Víctor y Nieves decidieron el día anterior. Normalmente hay consenso entre los hermanos, pero, a veces, la comida genera algún que otro rifirrafe. Hoy no ha sido el caso y es que el menú es de lo más suculento: espaguetis y costillitas de ternasco.

Antonia se levanta a las 6.15 y tras recoger un poco, se pone a preparar los platos que sus nietos decidieron el día anterior.

Tras un buen rato en la cocina, recoge todo, hace las camas, limpia un poco el polvo del salón y se prepara para salir. Son casi las 8.00 y sobre las 8.30 irá hacia la casa de su hijo Paco para llevar junto a él a los niños al colegio Puerta de Sancho, donde Víctor cursa sexto de primaria y Nieves, segundo. No lo hace siempre, aunque sí muy a menudo porque reconoce que a los chicos les hace "mucha ilusión" realizar con ella ese breve trayecto.

Durante el recorrido, muchos vecinos del barrio la saludan y ella sonríe con sus labios perfectamente maquillados. A Antonia le gusta mucho arreglarse y no sale de casa sin sus zapatos de tacón alto y su sombra de ojos. Se ríe recordando un día en el que Víctor le dijo que nunca "jamás" la había visto sin maquillar.

Después de dejar a los niños en el cole, suele tomarse el segundo café del día con su hijo Paco en un bar del barrio. Allí, el tema de la conversación gira en torno a los niños y Antonia comenta con su hijo cómo van con las notas y con esa asignatura que les cuesta un poco más. Es ella la que suele acudir a las reuniones con los tutores de los pequeños y la que se implica más en su vida educativa debido a los complicados horarios de su hijo.

Ella es la que suele acudir a las reuniones con los tutores de los pequeños.

El supermercado es la próxima parada. Con un carro lleno hasta los topes se dirige de vuelta a su domicilio. Se muestra orgullosa de haber podido subir el mamotreto sola y a pulso a sus 67 años. Una vez en casa, toca seguir limpiando y ordenando. Reconoce que cuando sus nietos no están con ella "las horas se vuelven eternas" y que para distraerse, y siempre después de haber hecho las tareas, suele "ver los cotilleos" con su marido Antonio y coser "relajadamente" en el sillón. 

Su madre era costurera y posiblemente la pasión por la aguja y el hilo la tenga en el ADN. Su padre murió cuando ella solo tenía 7 años y únicamente conserva un hermano mayor. Recalca, emocionada, que su familia siempre ha estado muy unida y que, a pesar de que eran muy humildes, nunca le faltó de nada. Y es eso mismo lo que quiere conseguir para sus nietos.

A las 14.30, Antonia regresa a casa junto a Víctor y Nieves tras ir a recogerlos al colegio. La casa se llena entonces de alegría, y algo de revolución, y abuelos y nietos se sientan a comer en la cocina. La sobremesa es un momento muy especial para la familia. Como ninguno come fruta, el queso (y el fuet para la pequeña Nieves) se convierten en un postre improvisado que está acompañado de un casi monólogo de Víctor, que cuenta con ilusión todos los detalles de su jornada escolar o de otras preocupaciones. En este caso, alguna pequeña riña con sus compañeros o el enfado de Víctor con su tío por haberle quitado su PlayStation protagonizan la "ponencia".  "Son como un libro abierto, cuentan todo, lo bueno y lo malo", explica con ternura Antonia.

La sobremesa es un momento especial para la familia. Allí, Víctor cuenta a sus abuelos y a su hermana todo lo que le ha sucedido en el día

Al acabar de comer no hay descanso que valga y los pequeños se ponen a hacer sus deberes. Víctor tiene que resolver algunos problemas matemáticos y a la pequeña Nieves le toca leer y redactar. Su abuela les intenta ayudar, pero reconoce que su marido "sabe mucho más y casi siempre se encarga él. Le gusta mucho".

Ella nunca ha trabajado y no acabó la Educación Primaria. Se casó con 22 años y se mudó desde su Granada natal hasta Zaragoza porque unos tíos suyos vivían en la capital aragonesa. Reconoce, entre suspiros, que le hubiera "encantado" formarse más "y trabajar o estudiar", aunque explica que su "vida es esto, los nietos, la familia y los recados. Así es como soy feliz".

Juegos en el parque y algo de Fortnite

Víctor asegura que prefiere hacer los deberes pronto para tener más tiempo luego y "poder jugar o hacer lo que quiera". A Nieves le cuesta un poco más, pero siempre acaba siguiendo el ejemplo de su hermano mayor. Lo que viene después es siempre un misterio. Ir al parque, jugar a la consola, ver la tele, ir de compras (uno de los planes favoritos de la "coqueta" Nieves) o leer algún libro son las actividades favoritas de los pequeños. Eso sí, siempre en compañía de su abuela.

Hoy toca bajar al parque de la Aljafería. Allí, Nieves desaparece en menos de un segundo con su patinete y su hermano decide hacer compañía a Antonia en un banco, mientras la pone al día sobre temas que ella considera "imposibles". "Yaya, ¡pero si te he explicado cien veces lo que es el Fortnite!", le dice Víctor. El pequeño enseguida comienza con otro tema de conversación menos generacional. Es eso lo que más le gusta a Antonia de él, su capacidad para expresarse y las historias que cuenta. De Nieves destaca su "timidez" y que es tan "coqueta" como ella.

Después del parque y de jugar algunas horas a la consola, "a veces demasiadas", según Antonia, Víctor y Nieves la ayudan a preparar la cena y a poner la mesa, en la que más tarde degustarán una pizza. Son las 21.30 y Paco llega a recoger a sus hijos. Antonia les coloca el abrigo y los despide con muchos besos. No es para menos, son su "felicidad".

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