Acción de Gracias: Una tradición importada que gana adeptos año a año

El jueves 25 se celebra en EE. UU... y también en Aragón 

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  • A. Maluenda

Cada mes de noviembre, desde hace ya unos cuantos años, se repite una pregunta en el Mercado Central. “¿Lo quieres para Acción de Gracias, verdad, majo?”. La pregunta la lanza Yoli Naval, desde detrás del mostrador de la Pollería Olga, a todo aquel que le viene con la cantinela de que quiere un pavo bien hermoso. “Cada vez son más los que lo celebran, solo nosotras despachamos más de una veintena, pero es que el resto de puestos y en otras tiendas del resto de Zaragoza ocurre lo mismo. Y no te creas que vienen solo norteamericanos -unos 600 estadounidenses y canadienses viven en la Comunidad-, también surtimos a sudamericanos y españoles, sobre todo gente de unos treinta años, que se vienen interesando por celebrar esta fiesta”, matiza. Las pollerías tienen que encargar las aves a los mataderos, ya que el producto, por su peso, en torno a los 7 kilos, se sale de lo habitual.

Yoli Naval y Rebeca Navarro envuelven un pavo de casi 8 kilos en su puesto en el Mercado Central.
Yoli Naval y Rebeca Navarro envuelven un pavo de casi 8 kilos en su puesto en el Mercado Central.
A. M. B.

La fiesta tiene un origen y un por qué, aunque a este lado del Atlántico los motivos para reunirse en torno a una mesa son otros: la televisión tiene la culpa. “Es algo que siempre hemos visto en el cine y en series como ‘Friends’. De ahí salió la idea. Pero, al final, no deja de ser una buena excusa para juntar a los amigos que viven fuera y montar una cena en cuya elaboración todos participamos”, cuenta Enrique Mallada, que este sábado -unos días antes de la fecha oficial- se reunirá con doce de sus amigos en torno a una mesa. “Quitando 2020, por culpa de la pandemia, llevamos ya cinco años montando la cena, que no deja de ser una excusa para juntarse con la gente que aprecias. Si obvias la parte histórica, el encuentro de los nativos con los colonos, ¿puede haber algo más español que organizar una quedada porque sí?”, razona.

No existe una fecha fija para ‘Thanksgiving’, pero sí la directriz de organizarlo el último jueves de noviembre. Lo que sí es fijo es el pavo asado, en torno al que se monta el resto de la mesa. “Es lo más importante, sin pavo no hay cena de Acción de Gracias”, sentencia Joseph McMahon, quien nació hace 50 años en Bowling Green (Ohio), pero que lleva la mitad de su vida viviendo en Zaragoza y que cada año invita a distintos amigos a cenar junto a su mujer y sus tres hijos. “Como aquí no existe ese festivo, nos reunimos siempre el sábado posterior. Este año vendrá un matrimonio con cuatro hijos, pero quienes han venido las anteriores veces siempre acaban pidiendo repetir, es una celebración que gusta mucho y que, para los estadounidenses, es el evento social del año, incluso más importante que la Navidad”, narra Joseph, que trabaja como consultor para dos empresas del sector de la educación y que tilda la comida de “verdaderamente contundente”.

Las cenas de Jimmy Nampha (Seattle, Washington) y Brian Kirkland (San Antonio, Texas) también son pantagruélicas. A estos dos entusiastas de Acción de Gracias, que ahora trabajan como profesores en la academia de inglés zaragozana Number 16, se les saltan las palabras de la boca al hablar del menú que les espera el jueves 25. “Todo lo que acompaña el pavo es delicioso. Hay puré de patatas con salsa ‘gravy’ (de carne y verduras), judías verdes salteadas, macarrones con queso, la salsa de arándanos, panecillos de maíz… y también es fundamental el relleno (‘stuffing’), que en realidad se sirve aparte, y que está compuesto por pan, caldo y huevo. Y al final de la comida no pueden faltar los distintos postres, que suelen incluir tartas de manzana, calabaza o nueces pecanas acompañadas de helado”, desglosan.

El día en sí, cuentan, es un ritual. “Empieza a las 12.00”, dice Jimmy, que este año cenará con su novia y sus suegros en un chalet de Cadrete. “En mi casa, en realidad, se empieza a cocinar la noche anterior”, responde Brian, quien recuerda que la hora habitual para sentarse a la mesa son las 19.00, para así llegar a tiempo al partido televisado de fútbol americano. “Aunque antes, los jóvenes de la casa acostumbran a jugar su propio partido. Así llegas a cenar con más hambre, aunque eso no evite que te acabes desabrochando el cinturón”, recuerda el texano, quien asegura que, una de las mejores cosas, es “hacer más pavo del que se necesita para después aprovechar las sobras durante días y días”.

La decoración del salón, recuerdan, también es esencial: “Lo más importante es captar el color del otoño. Eso se consigue recogiendo hojas, colocando piñas en una cesta o repartiendo calabazas de todo tipo por la estancia. Además, los niños suelen hacer dibujos relacionados con los peregrinos, los nativos y el pavo y los pegamos donde se vean. Para nosotros es un día especial y tiene que serlo en todos los sentidos”.

Las calabazas y las velas visten fantásticamente una mesa para Acción de Gracias.
Las calabazas y las velas visten fantásticamente una mesa para Acción de Gracias.
HERALDO

Uno de los colmados a los que acuden los estadounidenses de Zaragoza para llenar su despensa es Taste of America (Conde de Aranda, 1). “Ya se nota que se acerca la fecha, viene gente a diario a buscar preparados para el relleno o los panecillos, salsas, especias o los famosos ‘mac and cheese’ (macarrones con queso)”, desvela Luisa Callejas, propietaria de la tienda, quien trata de desmontar la idea de que la preparación del encuentro tiene que ser muy laboriosa. “Si no quieres, no requiere tanto tiempo. Hay productos de todo tipo que ayudan a hacer las recetas más rápido. Si te paras a pensarlo, unas croquetas pueden llevar incluso más trabajo”, asegura.

La clave de un pavo jugoso

Lo habitual es embadurnar el ave con mantequilla -una de buena calidad- antes de meterlo en el horno. La grasa debe cubrir toda la piel, pero también es aconsejable aplicar un masaje de mantequilla entre la carne y la piel. Hay quienes, para lograr una especial jugosidad, le inyectan vino blanco, zumo de naranja o limón o licores como el brandy con jeringuillas de cocina para así lograr una carne más jugosa en contraste con la piel, que debe quedar crujiente, pero sin llegar a quemarse.  Para conseguir que el pavo quedé en su punto, jugoso, hace falta un poco de olfato y algo de práctica. Pero sobre todo “recurrir a un pavo fresco, no congelado, pues estos tienden a salir más secos y pierden agua durante la descongelación”, detalla el equipo de la coctelería-restaurante Bloody (San Miguel, 38).

El cocinero del establecimiento, Jorge Cano, recuerda que “lo mejor es asar pavos con un peso lo más ajustado posible a la cantidad de comensales. No hay que exagerar la cantidad de carne que se lleva al horno, pues cuanto más grande sea el pavo, más difícil de manipular. Medio kilo por persona, aproximadamente, está bien”.

El chef recuerda que el ave debe estar a temperatura ambiente antes cocinarla y considera clave darle una buena capa de mantequilla: “Se pinta con mantequilla derretida y algunas hierbas al gusto, esto ayudará a que genere una buena costra. El horno debe estar más bien suave, a unos 150-160 grados durante bastante tiempo. Si el horno tiene termómetro, sabremos que la carne estará lista cuando indique unos 65 o 70 grados. Entonces, pondremos el horno al máximo durante 10 minutos”

Cano, de origen mexicano, recomienda por último hacer el relleno aparte. “Y luego, cuando vaya a rustir el pavo los últimos 15 minutos, y lo rellenas en ese momento, pues el relleno modifica muchísimo la cocción”.

Desde Bloody recomiendan, asimismo, acompañar la comida con un cóctel clásico, el Bramble, elaborado a partir de ginebra, lima, azúcar y coulis de mora.