2022 ¿Año de la inversión
empresarial?

Realizado por:
  • Teresa Fernández Fortún, directora de Banca de Empresas en Ibercaja Banco

En 2020 la economía mundial se vio golpeada de forma contundente e inesperada por la crisis sanitaria derivada de la pandemia del coronavirus, crisis que se extendió al ámbito económico y social provocando una parálisis completa de la actividad económica y, al mismo tiempo, de las inversiones empresariales.

El colapso del sistema sanitario y las consiguientes restricciones aplicadas trajeron consigo, lamentablemente, el cierre temporal de todas las empresas, salvo aquellas cuyos servicios fueron considerados esenciales. A pesar de los apoyos públicos, un porcentaje de las mismas no ha sido capaz de sobreponerse a esta debacle sin precedentes que llevó a la economía española a registrar en 2020 un descenso histórico del PIB del 11%.  

La recesión sufrida el pasado año ha sido la mayor desde 1936, cuando la economía se desplomó más de un 26% durante el primer año de la Guerra Civil, según la base de datos creada por el economista Leandro Prados de la Escosura en su trabajo ‘Spanish Economic Growth (1850-2015)’. La Guerra Civil supuso un impacto directo que destruyó gran parte del factor capital (maquinaría, fábricas...), mientras que la covid-19 lo que hizo fue paralizar por completo la economía durante un periodo y reducir la actividad potencial durante gran parte del año con las medidas de restricción y distancia social. 

¿Quién piensa en invertir ante un parón de tal magnitud? Las empresas suspendieron sus planes de crecimiento e inversión y centraron su atención en sobrevivir a la crisis y en reinventarse en un mundo crecientemente digital. 

La formación bruta de capital fijo de España durante los tres primeros trimestres del año 2020 se redujo en casi 25.000 millones de euros respecto al mismo periodo del año anterior. Esto representa un hundimiento del 13%, que duplica la caída registrada por el conjunto de países de la UE, que fue del 6%.

Hay que tener presente que una caída prolongada de la demanda reduce la inversión tanto en capital como en investigación y desarrollo (I+D), lo que a su vez deprime la productividad total de los factores y la capacidad potencial de la economía en el medio plazo. Por lo tanto, la recuperación de la inversión empresarial es un punto clave para la salida de la crisis y muy especialmente para la economía española. Por este motivo, el paquete de inversión europeo de los fondos Next Generation de la Unión Europea es una de las mejores noticias que hemos podido recibir y nos marca el camino para esa transformación tan necesaria de nuestro modelo productivo, poniendo el foco en la digitalización, la eficiencia y la sostenibilidad.

En 2021, gracias al avance del proceso de vacunación, la reactivación de la economía se ha ido generalizando en todos los países desarrollados.  

El consumo, muy debilitado en 2020 por el confinamiento, ha retornado a una velocidad superior a la esperada, hasta el punto de que la oferta de algunos productos no ha sido capaz de satisfacer un nivel de demanda postpandemia ‘normalizado’, que ha desembocado en retrasos en los tiempos de entrega, dificultades de abastecimiento y, sobre todo, subidas de precio en las materias primas y en muchos productos. Así, lo que en 2020 fue una crisis de demanda, en 2021 se ha transformado en una parcial crisis de oferta.

Otro factor que también ha sorprendido en esta recuperación, ha sido la escalada del precio de la energía y la electricidad, que han repercutido, al ser bienes de primera necesidad con una demanda muy inelástica, en la capacidad adquisitiva de las familias y amenazan los márgenes de las empresas, ya que no todas pueden trasladar a los precios finales la subida de sus costes de producción.

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Así, aunque la mejora económica es un hecho constatable, también es cierto que no alcanza el nivel que se esperaba. Lo que se planteaba como un periodo de fuerte crecimiento apacible y vinculado a la reapertura de los mercados, está siendo más turbulento de lo previsto y, aunque estos baches son considerados por los expertos como coyunturales, mantienen un nivel de incertidumbre elevado. Y como bien sabemos, la incertidumbre y la inversión empresarial son conceptos difícilmente compatibles.

En definitiva, 2021 a pesar de los contratiempos podemos definirlo como un año de recuperación de la actividad empresarial y el crecimiento global del producto interior bruto (PIB) va a situarse en el entorno del 5-6%, nivel que no se alcanzaba, según cálculos del Banco Mundial, desde 2010. Las medidas que se han ido aplicando, tanto de política monetaria como fiscal, han sido efectivas y han impulsado la economía, si bien hemos comprendido que las incertidumbres, tanto las relacionadas con la pandemia, como con aspectos de mercado van a seguir existiendo y marcando nuestras agendas.

La parte más negativa la representan las cifras de inversión empresarial, que se han mantenido apáticas y es una mala noticia. Sin inversión no hay empleo, sin empleo no hay rentas, sin rentas no hay bienestar. El círculo virtuoso de la economía arranca siempre en esta variable. Por ello, es crítico invertir pues además de hacer las empresas más competitivas y garantizar su viabilidad a largo plazo, pone en marcha la «noria» del crecimiento económico y el bienestar social.

El deterioro de la inversión en España tiene su origen en las dificultades que está atravesando el grueso del sector empresarial. Las empresas han soportado una buena parte de sus costes fijos sin apenas ingresos, lo que explica el brusco deterioro de su situación económica. La dependencia del turismo y la escasa industrialización de la economía han sido la puntilla para el país. 

A esto se ha unido el mantenimiento de las incertidumbres en los mercados (crisis en las cadenas de suministros, incremento en precio de materias primas, incremento del coste de los fletes, crisis de los chips, etc.) y el retraso en la llegada de los fondos Next Generation, lo que también ha influido en las decisiones de aplazamiento de las inversiones. 

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Pero llegado ya el final de 2021 debemos poner la vista en 2022, año en el cual las expectativas son más positivas. 

En este contexto, este nuevo año está llamado a ser el ejercicio de la recuperación de la inversión, ya que el PIB según previsiones del Banco de España debería continuar creciendo en el entorno del 6% y devolver la confianza a los empresarios, consiguiendo así que se retome la tan necesaria actividad inversora.

Las principales ‘luces’ que encontramos en el horizonte proceden de tres puntos principales. 

El primero es la dinámica de recuperación económica que hemos descrito. España seguirá creciendo a un ritmo elevado y el Banco Mundial arroja una perspectiva de crecimiento global del 4%, con lo que la recuperación de la economía mundial y europea servirá como tractor, añadido todo ello al crecimiento de nuestras empresas, dado su alto grado de internacionalización.

El segundo factor son los fondos Next Generation, que ya están ofreciendo las primeras realidades y en 2022 van a tener su mejor año, impulsando la inversión de las empresas, tan necesaria para la transformación de nuestro modelo productivo hacia un modelo más sostenible y eficiente, que genere empleo de calidad y mejore el bienestar de la sociedad. 

En tercer lugar, debemos destacar el positivo efecto de la vacunación que ha hecho descender el impacto de las últimas olas de la pandemia. Y, aunque no debemos bajar la guardia pues el virus sigue presente y las mutaciones pueden conllevar riesgos de recaída, la sociedad ha mostrado una importante capacidad de reacción y la ciencia nos ha mostrado su vital importancia, habiendo conseguido devolver la alegría del contacto físico y la esperanza en el futuro gracias a la vacunación. 

Centrándonos en los fondos europeos Next Generation, estamos empezando a ver materializadas las primeras convocatorias de ayudas que acelerarán el desarrollo de muchos proyectos de inversión empresarial planificados, pero que se mantienen en ‘stand-by’ a la espera de mejores perspectivas y de la confirmación de la disponibilidad de ayudas.

Se trata nada menos que de una dotación de 70.000 millones de euros en transferencias que llegarán a nuestro país en el horizonte temporal del 2021 al 2023 y que van a suponer mucho más que una batería de subvenciones, pues deben servir de palanca multiplicadora para la movilización de capital privado (se estima cinco euros de inversión privada por cada euro de fondos Next Generation) y, sobre todo, deben alcanzar a las empresas pequeñas de nuestro tejido productivo para así hacer real la transformación del modelo, un reto común en el que todos debemos de tomar un papel activo.

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El ‘Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, España puede’ destaca la importancia de la transformación digital, a la que se destina un 29 % de los fondos a recibir y, también, la transición ecológica, que será receptora del 40 % de los mismos.

Este camino hacia la digitalización de los modelos de negocio y la sostenibilidad como valor a tener en cuenta en todo proyecto, deben recorrerlo el cien por cien de las empresas, grandes y pequeñas, por lo que no cabe desentenderse de una omnicanalidad que el mercado establece como imprescindible en el corto/medio plazo y de una corresponsabilidad en el uso adecuado de los recursos. 

En Ibercaja estamos concienciados de la necesidad de que las entidades financieras acompañemos a las empresas en este proceso, informándoles y facilitándoles todas las herramientas necesarias, de manera que puedan acceder al mayor volumen de fondos posible de estas ayudas y se conviertan estos en la mejor oportunidad para que nuestro tejido empresarial avance hacia la transformación que buscamos.

Las entidades financieras, a diferencia de la anterior gran crisis de 2008, tenemos la solvencia, la liquidez y la disposición de acompañar este proceso de inversión de las empresas, como ha quedado demostrado en la respuesta dada el pasado 2020 ante la irrupción de la pandemia.

También quedó evidenciada la importancia de la colaboración público-privada ante, por ejemplo, la eficacia que han tenido las líneas ICO, avaladas parcialmente por el Estado, que el Gobierno de España activó gradualmente para financiar con 140.000 millones de euros las necesidades de liquidez, en un primer momento, y de inversión, posteriormente, de autónomos, pymes y empresas.

Por ello, nuestro mensaje es de ánimo y apoyo a las empresas que quieren invertir y avanzar. Nuestro propósito corporativo, fundamentado en el acompañamiento a nuestros clientes en todos sus momentos vitales, hace que nuestro objetivo sea asesorarles, serles útiles y servir de mediadores para que encajen cada uno de sus proyectos con las líneas de financiación previstas. 

Como directora del Área de Banca de Empresas de Ibercaja, tengo plena confianza en el porvenir de las empresas españolas y aragonesas y queremos apostar firmemente por el apoyo a las mismas, contribuyendo a ayudarles a conquistar el futuro. 

En definitiva, aunque no podemos obviar y dejar de monitorizar las incertidumbres, estamos convencidos de que la pujanza de los factores positivos descritos en este artículo traerán consigo, en 2022, un nuevo ciclo de inversiones empresariales que modernizarán nuestra economía, reforzarán nuestra competitividad y permitirán crear más empleo. Ojalá que, dentro de un año, por estas mismas fechas, podamos constatar que se han cumplido estas perspectivas para 2022, que agradecemos haber podido compartir con todos los lectores de Heraldo de Aragón.

Aprovecho para desearles a todos un feliz año lleno de salud, éxitos, buenos momentos… e inversión empresarial