Situado a orillas del mar Muerto, Jordania es una de las joyas más brillantes de Oriente Medio. Uno de esos destinos a los que hay que ir, al menos, una vez en la vida. Historia, naturaleza y cultura serán protagonistas de un viaje en el que atesorar recuerdos y experiencias vitales.

En el corazón del país asiático se encuentra una de las nuevas siete maravillas del mundo, un enclave arqueológico de valor incalculable esculpida en la piedra arenisca del desierto y rodeada de montañas rocosas. Hablamos de Petra. Conocida como la ciudad perdida y levantada hace más de 2000 años, la antigua capital de los nabateos representó un enclave estratégico para las caravanas de la Ruta de la Seda. La entrada a la ciudad, conocida como El Tesoro, es uno de los monumentos más conocidos, especialmente por aparecer en la película ‘Indiana Jones y la última cruzada’.

Otro de los imprescindibles es Jerash, un recinto arqueológico donde se puede ver el templo de Afrodita, el teatro romano, el Arco de Triunfo o la llamada plaza Oval, delimitada por 56 columnas.

Y, por supuesto, no hay que olvidarse de la capital, Amman, con su maravillosa mezquita azul, el templo de Hércules, el palacio de los Omeyas o el museo arqueológico. Merece la pena subir hasta la Ciudadela, una de las siete colinas de la ciudad, para ver los restos de diversas culturas que se asentaron allí y disfrutar de las vistas.

Los amantes de la naturaleza podrán experimentar cómo es bañarse en el mar Muerto, donde la salinidad de sus aguas les hará flotar de una forma única. Su barro negro, rico en minerales, es utilizado con fines terapéuticos. Intentar nadar se convertirá en una aventura muy divertida.

Visitar el desierto de Wadi Rum, una de las reservas naturales más importantes de Oriente Medio, es otra de las paradas obligatorias. Viajar en 4x4, montar en camello, dormir en jaimas bajo las estrellas y hablar con los beduinos son algunas de las actividades que ofrece el desierto de Lawrence de Arabia.

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