Aunque hay personas que lo tienen muy claro desde la infancia, no todos los estudiantes concluyen la enseñanza obligatoria con una vocación clara o un camino definido para llegar al mundo laboral.

El trabajo ocupa gran parte de nuestra existencia y parece que, si nos equivocamos al elegirlo, cargaremos con las nefastas consecuencias que implica esa decisión toda la vida. Sin embargo, a la hora de elegir una profesión existen diferentes variables que influyen y no siempre se ponderan de forma correcta. En muchos casos, la tradición familiar, el salario, la cercanía del centro de estudios o la comodidad pesan más de lo que deberían en la ecuación. Es importante buscar una verdadera motivación profesional, pero ¿cómo encontrarla?

Empieza la búsqueda

Para tener claro hacia dónde debería enfocarse su futuro, cualquier estudiante debe partir de una pregunta básica: ¿cuáles son sus habilidades? Resulta práctico realizar una lista con los puntos fuertes de cada uno, siempre desde un punto de vista realista, para, posteriormente, compararla con el listado de requisitos de diferentes profesiones. De esta forma, es fácil ser consciente de los trabajos en los que mejor se podría encajar.

Para seleccionar alguna de las profesiones de la lista resultante es básico tener una cosa clara: los gustos personales. En este punto del proceso, la familia puede tener un peso demasiado importante. Es fundamental separar sentimientos y ser capaz de enfocarse hacia lo que uno realmente quiere.

A veces, para encontrar la vocación se debe abrir la mente. Aunque toda la vida se haya escuchado que se es bueno para realizar determinada tarea o que se debería estudiar una carrera, no está de más investigar en la línea de los intereses y habilidades. Los empleos en la actualidad cambian rápido y puede que se hayan desarrollado profesiones que no existan en la mentalidad de las personas que están aconsejando. Puede ser esclarecedor hablar con un profesional del sector. Nadie mejor que una persona que trabaja en el día a día de esa rama podrá explicar a un joven interesado las condiciones, los puestos y, en definitiva, la realidad que se vive en el oficio tras concluir los estudios.

Si aún así todavía existen muchas (o ninguna) opción laboral clara, queda un último paso posible: llevar a cabo un test de orientación vocacional. Así, a través de un cuestionario con preguntas sobre gustos y preferencias se extraen conclusiones para asociar las profesiones que pueden asociarse al candidato.