Todo proceso de innovación empresarial exige una apuesta clara por la investigación y la experimentación con el fin de alcanzar el máximo rendimiento y, por supuesto, el mayor beneficio. El germen de la actividad estaría en la propuesta de ideas y planteamientos dirigidos a implantar mejoras en cualquier procedimiento que se reliza en el seno de una compañía. Es en este paso inicial donde se hace preciso recabar la información correspondiente para detectar las necesidades en cada caso y encontrar la que sería la solución más eficiente. Por supuesto, lo deseable es que en esta puesta en común intervengan todos los agentes afectados en el proceso donde se vaya a implantar la mejora para llevar a cabo una correcta formulación.

A continuación, hay una importante labor de materialización de esa idea inicial, en la que se estudia tanto el método que se va a utilizar como el instrumento que permitirá alcanzar el objetivo final. Hay que analizar en esta etapa las ventajas de la innovación y los posibles contras, teniendo en cuenta los riesgos que se vayan a asumir.

Por último, y simplificando un complejo y largo proceso de maduración, llegaría la fase de implantación de la tecnología, el protocolo o el procedimiento, al cual habrá que darle seguimiento para ir perfeccionando su aplicación en el ámbito empresarial.

Universidad y empresa

 Reducir la brecha entre el conocimiento universitario y los requerimientos de las compañías es la clave de la competitividad económica y, por supuesto, es básico para hacer de la investigación una actividad accesible a cualquier pyme, sea cual sea su dimensión.

A este respecto, la colaboración con otras entidades, tanto públicas como privadas, es fundamental para apostar por el progreso y el crecimiento empresarial. Programas, subvenciones y financiaciones específicas ponen a disposición de las compañías un amplio abanico de posibilidades que merecen la pena ser estudiadas. La capacitación profesional que se necesita para dedicarse a la investigación, así como los recursos económicos y técnicos no deben ser un inconveniente para afrontar procesos de mejora que pueden ser determinantes en los resultados finales de una cuenta de explotación.

La tecnología y la digitalización de las empresas facilita y agiliza los procesos investigadores. De hecho, la mayoría de ellos no solo concluyen en aplicaciones tecnológicas, sino que parten de un soporte digital, donde se simulan las distintas soluciones, se testean sus prestaciones y se someten a un exhaustivo estudio que pueda llegar a medir sus consecuencias y, por supuesto, su grado de éxito. n