EN COLABORACIÓN CON TURISMO DE ARAGÓN

Ibones: destinos de altura para todos los públicos

Estos lagos de origen glaciar se encuentran entre los 2.000 y los 2.500 metros de altitud y son parajes muy visitados en la Comunidad.

Ibón de Escalar, uno de los lagos a los que se accede con el telesilla de la estación de Astún.
Ibón de Escalar, uno de los lagos a los que se accede con el telesilla de la estación de Astún.
Laura Uranga

Los lagos pirenaicos se consideran joyas paisajísticas y en Aragón reciben el nombre de ibones. Su singular formación, que se remonta a miles de años atrás durante la última glaciación, así como su localización en las montañas y sus específicas condiciones climáticas los convierten en espacios únicos, de gran riqueza ecológica y científica, además de ser parajes de destacada belleza natural que escasean en el resto de la Península Ibérica. En reconocimiento a su importancia medioambiental, los ibones aragoneses, cuyo número supera los 200, están incluidos dentro de Espacios Naturales Protegidos o forman parte del Inventario de Humedales Singulares.

Por otra parte, se han convertido en destinos turísticos de primer nivel en la Comunidad. De hecho, el Gobierno de Aragón publicó en 2017 un manual para ‘ibonear’, término inventado que invita a seguir los recorridos señalizados a través de la montaña para llegar hasta los lagos. Entre ellos, hay una gran variedad de propuestas para llegar a todos los públicos, que van desde paseos de una hora hasta excursiones para avezados montañeros de varias jornadas. Esta información sobre cada una de las rutas puede consultarse en la web ibonesdearagon.turismodearagon.com.

Una excursión al ibón puede plantearse de muchas formas. Hay lagos que se pueden visitar en coche, tren turístico o usando alguno de los remontes de las pistas de esquí aragonesas, lo que hará de la visita al lago un excitante paseo sobre los 1.500 metros de altura. También hay rutas cortas y de poco desnivel que resultan idóneas para disfrutar con los más pequeños de la casa y otras, entre las dos y cuatro horas de duración, que servirán de reto para las familias ya iniciadas en el montañismo. Por supuesto, hay travesías exigentes para los más experimentados, que pueden durar más de un día y que pueden apoyarse en la red de refugios de montaña aragoneses.

Los más buscados

Para comenzar coleccionando ibones, puede ser aconsejable acercarse a los más accesibles: al de Baños, en el balneario de Panticosa, y al de Llauset, en La Ribagorza, a los que se puede llegar en vehículo. Al primero, por carretera y, al segundo, siguiendo una pista quepermite el paso de los coches.

Muy recomendables para disfrutar de las alturas sin esfuerzo, son el ibón de Paúles, al que se puede acceder con el tren turístico de Tramacastilla de Tena, el de Asnos, para el que hay que coger el telecabina de Panticosa, o el de Truchas, al que conduce el telesilla de la estación de esquí de Astún, que permite, a su vez, acercarse a otros lagos, incluso, de la cara francesa de la cordillera. Eso sí, hay que tener en cuenta que estas infraestructuras funcionan, especialmente, durante el verano, el mejor momento del año para visitar ibones.

Si se quieren descubrir a pie, es buena idea empezar por aquellos que protagonizan excursiones sencillas y de baja dificultad, que suponen poco más de una hora caminando. En este apartado, se encuentran los lagos de Espelunciecha, Sabocos y Piedrafita, todos ellos en el valle de Tena. El primero está próximo a la estación de esquí de Formigal, el segundo a la de Panticosa, desde donde también es posible coger el telesilla para avanzar un tramo, y el tercero está muy cerca del Parque Faunístico de Lacuniacha y de la localidad que le da nombre, Piedrafita de Jaca.

Ya en el valle de Benasque, la opción más recomendable para dar un paseo por la montaña son los ibones de Billamuerta, a los que se accede cómodamente desde el aparcamiento de La Besurta, en los Llanos del Hospital.

Aunque el nivel de dificultad de la ruta es uno de los principales criterios que habrá que tener en cuenta cuando se emprenda el ascenso a un ibón, también existen otros que pueden contribuir a decantarse por una u otra opción. Así, los hay peculiares por el color de sus aguas, enigmáticos por las historias, leyendas y sucesos con los que se vinculan, desafiantes por la dureza de su relieve o a medida para una aventura en familia. Pero, sobre todo, si hay un ranquin esperado, es el que tiene en cuenta la belleza de estos privilegiados enclaves, parámetro determinante para componer una lista de favoritos.

El ibón de Plan o Basa de la Mora es considerado uno de los más bonitos del Pirineo aragonés.
El ibón de Plan o Basa de la Mora es considerado uno de los más bonitos del Pirineo aragonés.
Laura Uranga

Son diez los ibones que ‘no hay que perderse’ según se indica desde Turismo de Aragón. Empezando por el Pirineo más occidental, pertenecientes al municipio de Ansó, destacan los de Acherito y Estanés. El primero, recogido bajo unas impresionantes agujas de caliza, es muy recomendable para familias montañeras, pues su recorrido, de desnivel moderado, no supera las cuatro horas de duración. El segundo, considerado el más bonito del valle de Aragón, también es accesible para un amplio abanico de edades si se toma el sendero desde el aparcamiento de Sansanet, ya en Francia.

En el sector del valle de Tena se encuentran varios de los ‘top ten’. Los ibones de Anayet, en Sallent de Gállego, y los Azules, en Panticosa, conforman espectaculares paisajes y permiten disfrutar de panorámicas únicas de los más altos picos. También destaca el color de las aguas de los lagos de Arriel, así como el camino que lleva hasta ellos que exige, eso sí, un buen estado de forma física. No tanto para alcanzar una de las joyas de los ibones aragoneses: la Basa de la Mora o ibón de Plan, en el valle de Chistau, al que se puede llegar tomando la pista desde el municipio de Saravillo. No obstante, se puede acceder en coche hasta el refugio de Labasar, dejando la excursión en una hora de trayecto.

En el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, hay que superar los 2.200 metros de altura para llegar hasta el ibón de Bernatuara, en Torla, y el de Marboré, en Bielsa. Culminan este ranquin los lagos de Escarpinosa y Batiselles, de los más visitados del valle de Benasque.

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