Juan Antonio Planas ha trabajado más de diez años como maestro antes de pasarse al mundo de la orientación. Fundador y presidente honorífico de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, es orientador escolar y profesor del Máster en Educación Socioemocional de la Universidad de Zaragoza.

Uno de los principales motivos que ha llevado a organizar esta gala ha sido agradecer a la comunidad educativa su labor pero, ¿por qué hay que dar las gracias?

Por un lado, debemos reconocer que, durante los dos años de pandemia, ha habido mucho sufrimiento. Los que nos dedicamos a la educación, en concreto a los servicios de orientación, hemos visto el aumento de los trastornos de personalidad y, derivado de ello, los problemas emocionales: más ansiedad, más estrés, más conductas autolesivas, más trastornos alimentarios... en los estudiantes, pero también en todos los que acompañan al alumnado. Por otro, se ha comprobado que los espacios educativos son seguros y esto no es cuestión de suerte, es por el esfuerzo de los equipos educativos, las familias, el personal no docente... y creo que debemos agradecérselo.

Lo vivido ha dejado graves consecuencias.

La realidad es muy rápida y los acontecimientos nos desbordan. Debemos hacer un parón y pensar hacia dónde dirigir el futuro de la educación. Hace falta otro tipo de escuela y, ahora que se va a desarrollar la LOM-LOE, es el momento de introducir todo esto.

Dentro de los cambios que se proponen, ¿qué lugar ocupan los idiomas, la tecnología… las materias que parecen marcar la diferencia hoy en día?

Son temas importantes, pero no la clave. Nos engañamos si pensamos que los buenos centros son los que tienen más recursos o mejores instalaciones. Es importante, pero los centros innovadores son los que cuentan con un profesorado adaptado a la realidad, con competencias emocionales; escuelas abiertas donde se potencie la curiosidad por aprender y donde la heterogeneidad sea un valor.

¿Qué atributos tiene un buen profesor?

El Ministerio ha introducido un debate sobre la formación inicial y permanente del profesorado. Se está viendo que la selección de estos profesionales consiste en destacar a personas que demuestran conocimientos memorísticos en determinadas disciplinas, pero eso no garantiza que se puedan dedicar a la docencia. El profesor del futuro tiene que ser esa persona que sabe conducir una clase, que motive al alumnado, que les facilita herramientas para que busquen la información. No tiene por qué ser un súper especialista de determinada materia, pero sí ser capaz de sacar lo mejor de cada persona.

¿De qué podemos sacar pecho en Aragón en materia educativa?

Tenemos dos ámbitos de los que podemos hablar con la cabeza bien alta. Por un lado, la inclusión. El IES Ramón y Cajal, que ha recibido el Premio Nacional de Educación 2021, es un centro de referencia con alumnado de 28 nacionalidades. Por otro lado, la educación emocional. De hecho, hemos declarado Zaragoza ciudad internacional de la educación emocional. Llevamos cinco congresos de inteligencia emocional donde se han reunido los mejores expertos, hemos hecho investigaciones, cursos y publicaciones. Los aragoneses somos poco dados a la alabanza pero, además, en los informes de la OCDE de rendimiento escolar estamos por encima de la media de España y de la OCDE, eso quiere decir que tenemos profesores, familias y alumnos de calidad.