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Comidas de ayer

En casa de los abuelos las comidas, elaboradas con productos de la tierra, eran excelentes. Sabores y olores que permanecen en el tiempo.

Los platos con trufa negra de Aragón nunca faltaron en casa de los abuelos.
Los platos con trufa negra de Aragón nunca faltaron en casa de los abuelos.
H. A.

Si algo echaba María de menos esos días del mes de marzo, era el calor que brotaba de la chimenea de los abuelos en el pueblo. Allí, María y su hermano Lucas eran los niños más felices y más libres del mundo. El abuelo Antonio era un experto hortelano y en casa de la abuela Dorotea nunca faltaba un buen plato de borraja con patata, el preferido de los dos pequeños. Aquel mes de marzo, el abuelo no pudo plantar nada en el huerto, pero los niños disfrutaron igualmente de la borraja de Hermanos Mene, cuyas hojas la abuela convertía en deliciosos crespillos que se tomaban a la hora del postre.

Al recordar aquellos días, María sonrió y se dio cuenta de que había mucha cosas que seguían igual décadas después. Ella seguía usando para condimentar las verduras y ensaladas el aceite preferido de su abuela, el Oliva Virgen Extra del Molino Alfonso. Un aceite centenario que los pequeños habían tenido la suerte de ver en directo cómo se elaboraba gracias a las visitas que organizaban sus responsables en aquellos años y que permitían conocer de cerca las instalaciones, ubicadas en el precioso municipio de Belchite y sumergirse en la cultura del aceite de oliva.

En algunas ocasiones, la abuela solía acompañar las borrajas con almejas y arroz Brazal, que le daba ese toque diferente a una verdura milenaria. A Lucas le gustaba mucho esa combinación de sabores, pero lo que más le gustaba era disfrutar de un enorme bol de arroz blanco con tomate.

Un día, la abuela les contó que ella elegía este arroz, de la variedad Maratelli, con su grano redondo y perlado, porque siempre estaba al punto y su sabor era muy especial.  Los arrozales de los que procedían los granos estaban situados a mayor altitud que cualquier otro de España y se regaban con agua pura, limpia y fría, procedente del deshielo de la nieve de los Pirineos. Y eso hacía que todos los platos de arroz de la abuela, ya fueran dulces o salados, fueran un deleite para los sentidos.

Comida casera

En casa de los abuelos se comía de maravilla y eso no solo lo sabían María y Lucas. En el cuaderno que escribieron sus padres durante el confinamiento había muchas alusiones a las comidas caseras en la casa del pueblo. Comidas que se organizaban casi todos los fines de semana sin necesidad de que hicieran falta motivos, pero que en cumpleaños, aniversarios, fiestas patronales o carnavales eran mucho más especiales.

En esas ocasiones, marcadas en rojo en el calendario, los suculentos platos se regaban con los mejores vinos procedentes de la Cooperativa de Magallón, inscritos en la Denominación de Origen de Campo de Borja. Con ellos brindaron el día que se pasó de fase y los cuatro pudieron ir a ver a los abuelos después de largas semanas de espera.

Aquel día fue fiesta en la casa del pueblo y no faltaron en la mesa el Ternasco de Aragón y unas alcachofas con canela, trufa negra de Aragón y aceite del Molino Alfonso que sorprendieron a todos. Normalmente, la abuela utilizaba la trufa para darle sabor a los arroces, las carnes y los huevos pero ese día se esmeró mucho más porque la ocasión lo merecía y los comensales quedaron impresionados con sus dotes de cocina vanguardista.

Años después, María sonríe al recordar que siempre que quiere sorprender cuando tiene invitados a comer repite el mismo menú que su abuela hizo aquel día, sin olvidarse de los entrantes, entre los que no faltaron las finas lonchas de queso curado de vaca 'Aragonés', elaborado por la 'La Pardina', el sabroso jamón de Sierra Palomera y los deliciosos curados de Campo Dulce que elaboraba el Grupo Jorge y que se convertían en la merienda preferida de los dos hermanos.

Durante los días que duró el confinamiento, María y su hermano echaron de menos muchas cosas, ir a clase, jugar con los amigos, pasear con sus padres, tomarse un aperitivo en el bar de la esquina… pero si algo añoraron especialmente fueron las sobremesas en casa de los abuelos después de comer. Por eso, décadas después, María siempre termina las comidas familiares con una larga charla, para recordar esos días en los que tanto echó de menos las conversaciones con sus abuelos, salpicadas de anécdotas que ahora ella cuenta a los más jóvenes de la casa.

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