Celebrando
120 años de historia cervecera

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En este 2020, tan atípico y a la vez histórico, hemos aprendido más que nunca a celebrar lo grande en pequeño, a disfrutar de lo sencillo, a buscar nuevas formas de compartir y a reivindicar, más si cabe, lo nuestro. Y así celebra Cervezas Ambar su 120 aniversario, lleno de historias y con un elemento en común: compartidas en el bar. ¡Chin chin!

Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma, que no hay mal que por bien no venga, que al mal tiempo, buena cara. Y que después de una derrota...llega la cerveza. O al menos eso ocurrió en Zaragoza allá por 1900. Con la pérdida de las colonias americanas en el 98 y el declive del azúcar de caña, el cultivo de remolacha creció rápidamente y los países centroeuropeos desarrollaron la tecnología necesaria para transformar el tubérculo. Allí, la cerveza era muy popular y necesitaba de un ingrediente que se cultivaba a orillas del Ebro: la cebada.

Precisamente, ese 1898 tan negro para la historia de España resultó un éxito de cosecha en Aragón, y no solo por su calidad y abundancia, sino porque trajo consigo la primera fábrica de cerveza de la región.  Un círculo de amigos influyentes de Aragón entre los que se encontraba el entonces alcalde de Zaragoza, Ladislao Goizueta, vieron el potencial de transformar todo ese grano en la popular bebida que habían degustado en sus viajes por Europa. Y no se equivocaron: once maestros cerveceros, más de 20 referencias, millones de litros de cerveza servidos en barra, en mesa, en casa...y, sobre todo, mucha pasión por el oficio y saber hacer, ganas de innovar y un espíritu independiente convirtieron ese sueño en una realidad, en un emblema para la ciudad, para sus vecinos y para los amantes de la buena cerveza.

Un edificio austero de ladrillo visto, que tomó como base el modelo industrial de Baviera, se camufla hoy como un elemento más del barrio de San José de la capital aragonesa: es La Zaragozana, una de las primeras fábricas de cerveza de la época en España y uno de los primeros ejemplos de industrialización de Aragón (y que además ya se puede volver a visitar).

Hasta ahí llegó, el 10 de julio de 1900, el maestro cervecero Charles Schlaffer, primero en su promoción en la prestigiosa Universidad de Weihenstephan (en Alemania, cerca de la ciudad de Munich). Del país germano llegaron también las máquinas y los técnicos de montaje encargados de ponerlas en marcha, y así surgió la primera plantilla de trabajadores, los primeros en fabricar - y saborear- una  cerveza Ambar. La receta, por cierto, ya la decían por aquel entonces los comerciales: "Agua, lúpulo, malta, levadura y Zaragoza"

Los primeros botellines que salieron de aquella planta lo hacían en carros tirados por 12 percherones -quizá bisabuelos de los que hoy pasean en la narria que todos conocemos-, de los que dicen que habían memorizado la ruta diaria de reparto y hacían las paradas sin que el cochero terciara. Y así, repartiendo cerveza -y como decían por aquel entonces, alegría- la ciudad creció al mismo ritmo que lo hacía la fábrica, que superó la posguerra, a pesar de la escasa producción por falta de materia prima, y se plantó en la década de los cincuenta luciendo por las calles de la ciudad los primeros camiones de reparto: dos Chevrolet y un Ford.

En los años setenta se puso en marcha la nueva planta embotelladora, con maquinaria totalmente automatizada, pasteurizadores y etiquetadoras a gran velocidad y la llegada -en 1976- de los tanques verticales de gran capacidad donde se produce la fermentación y guarda. Unos tanques que, 42 años después, viajaron hasta el barrio de La Cartuja para seguir haciendo cerveza. Porque una fábrica de cerveza está bien, dos está genial. 

Tras construir en el 85 un nuevo centro de distribución logística (Bebinter), y con la fábrica de San José al límite de su capacidad de producción- llegó la nueva planta, con la que seguir haciendo la cerveza de siempre: 86.000m² de extensión, más de una década de construcción, el doble de capacidad productiva, más eficiencia energéticas y menos consumo de agua, un sistema de ecosistema circular y una inversión superior a los 60 millones de euros. Así, Ambar se convertía en la cervecera con una de las fábricas más antiguas, pero también con una de las más modernas. 

Brindar. Manifestar, copa de cerveza en mano, el bien que se desea a alguien o la satisfacción por algo. ¿Un cumpleaños? ¿Un éxito deportivo? ¿Un concierto? ¿Una fiesta? Desde 1900 hasta hoy a Ambar no le faltan motivos para brindar, y no solo por sus éxitos -en 1902 ya recibieron la medalla de Oro de Londres y la de París, en 2018 la Medalla de Oro de Zaragoza y solo en el último año sumaron 23 distinciones internacionales-, sino por ser parte de la historia aragonesa: la botella especial de Pilares, para bebernos las fiestas; la narria de caballos que reparte albahaca en San Lorenzo; la abadía de San Arnoldo de Ambar que elabora la cerveza que se comparte en las Bodas de Isabel de Teruel; las alegrías -y penas- del Real Zaragoza, del Basket Zaragoza, de la S.D. Huesca, del Baskonia y del Deportivo Alavés; los festivales Slap!, Polifonik, FIZ, Pirineos Sur, el Festival de Jazz de Zaragoza; los certámenes gastronómicos...y otras tantas ocasiones especiales, como en 2008, cuando 5 millones de visitantes de la Expo vinieron por el agua y volvieron por la cerveza.

Quizá sea una casualidad, pero hoy Ambar tiene una cerveza por cada década de historia que celebra. Doce referencias para todo tipo de gustos y paladares: de la Especial -la de toda la vida- a la Terrae -la última de sus Ambiciosas, con lúpulo de viña cultivado en tierras centenarias-; pasando por la 0,0, que fue la primera sin alcohol que se lanzó al mercado en España en 1976; Ambar 10, con diez variedades de lúpulo, Ambar IPA, la primera de fábrica extralupulada o la sin gluten 0,0 -¡pionera en todo el mundo!-. 

Un especial de BLUEMEDIA STUDIO para Ambar realizado por: Cristina Adán (coordinación), Nerea Tirado (textos y edición) y Cristina Guallar (diseño y maquetación).