ZARAGOZA

Dar de comer a las palomas de la plaza del Pilar, sancionado con multas de hasta 90 euros

La tradición prima sobre la normativa y las vendedoras han reanudado su actividad junto al templo.

Una mujer, sentada en la plaza del Pilar con dos bolsas de grano para las palomas en la mano
Dar de comer a las palomas de la plaza del Pilar está sancionado con multas de hasta 90 euros
OLIVER DUCH

Hace unos años, no había niño que no tuviera una foto alimentando a las palomas en la plaza del Pilar de Zaragoza. Y a día de hoy, tampoco hay pequeño que se libre de la instantánea, aun cuando dar de comer en la calle a estas aves esté castigado con multas de entre 30 y 90 euros.


Luchar contra la tradición es difícil y casi todo el mundo ignora la ordenanza municipal que prohíbe facilitar alimento a palomas, animales vagabundos o gatos en solares y vías públicas. Muchos piensan que sería casi esperpéntico que los agentes sancionaran a las familias que alimentan a las vecinas más agresivas del templo, pero los expertos llaman la atención sobre los problemas que acarrea esta plaga, que va en aumento.


La proliferación de las palomas en la ciudad (el último censo las cifraba en 17.000) hizo que el Ayuntamiento pusiera en marcha una campaña que combinaba la caza de muchas de ellas con la concienciación ciudadana, con el fin de que los zaragozanos se abstuvieran de alimentarlas. La presencia de Policía en la plaza del Pilar desmotivó a muchas vendedoras y lejos quedaron los tiempos en que era imposible cruzar la explanada sin que a uno le ofrecieran un sinfín de paquetes de cereales.


Sin embargo, la cercanía de las fiestas del Pilar o, tal vez, cierto relajo entre ciudadanos y agentes, han hecho que en los últimos fines de semana y a diario vuelva a intensificarse este tipo de venta.


"En el caso del Pilar es difícil atacar el problema -reconocen fuentes del Ayuntamiento-. La tradición pesa y los agentes tampoco pueden adoptar una postura radical con las familias", explican.


Proteger el templo es prioritario y se ha instalado un sistema electrostático que evita que estas aves se posen, deterioren el monumento con sus excrementos y terminen afectando al tejado y causando goteras, entre otros problemas. Además, varias veces al año, una empresa acude y captura a cientos con una red mecanizada.


El Instituto Municipal de Salud Pública lleva 6 años liderando esta campaña contra palomas, que bien nutridas, con un clima que les favorece y sin depredadores a la vista, no dejan de aumentar.

27.000 aves capturadas


El último censo que tienen en el Instituto cifró en 17.000 los ejemplares de Columbia Livia y Tórtola Turca, pero la dispersión de estas aves acabó por desechar los censos, poco fiables en los últimos tiempos. No obstante, se disponen de otros datos.


Desde 2004, se han capturado 27.000 ejemplares en la ciudad, la mayoría con red mecanizada y jaulas trampa que se colocan estratégicamente en edificios públicos. De estas, 12.800 anidaban en la zona del Casco, 1.300 en Las Delicias, 2.400 en La Almozara, 1.600 en el Centro, 2.600 en el Actur, 1.500 en Las Fuentes y otras 1.300 en el distrito Universidad, entre otras zonas de la ciudad.

Aumento anual


"Estas aves tienen dos puestas al año y proliferan fácilmente", aseguran desde el Instituto. Este no pasaría de ser un problema estético, sino fuera porque estos animales son transmisores de enfermedades, aunque los expertos matizan que se tienen que dar unas condiciones muy específicas.


"Hicimos un estudio con la Universidad de Zaragoza y aunque es cierto que pueden transmitir salmonela o piojillo, sería necesario pasar muchísimo tiempo rodeado de ellas para verse afectado", explican las mismas fuentes.


Al contrario que otras especies, como los gorriones, que se están viendo diezmadas por la polución y otras condiciones de vida, las palomas resisten e incluso crecen. De hecho, se estima que protagonizan un aumento del 10%, algo que favorece que tampoco conviven con especies que las diezmen.


"Son animales y aprenden pronto dónde acudir a comer y cómo anidar en las mejores zonas", aseguran. A veces, estas están habitadas, lo que provoca no pocas afecciones en comunidades de vecinos o plazas transitadas. Su presencia suele desencadenar filtraciones, goteras y problemas en conjuntos de interés artístico.