JUICIO POR EL CRIMEN DE LA JOYOSA

«Lo agarré del cuello para echarlo del camión con tan mala suerte que lo maté»

El camionero que estranguló a un vecino de La Joyosa en una gasolinera dice que lo mató en legítima defensa.

Miedo insuperable y legítima defensa. Estos son los dos pilares sobre los que se sustenta la defensa de Emilio Martínez Moreno, camionero bilbaíno de 32 años, acusado del homicidio de José Manuel Paúl, de 58 y vecino de La Joyosa, cometido el 8 de agosto de 2010 en la explanada de la gasolinera de BP de la mencionada localidad zaragozana. ¿El móvil?, según el acusado, el robo, según las acusaciones, no está acreditado aunque en la sala gravitó que fue sexual.


El juicio comenzó a celebrarse ayer en la Audiencia por un tribunal popular presidido por el magistrado Alfonso Ballestín. Tras casi ocho horas de interrogatorios e informes, el jurado recibirá mañana el objeto del veredicto y deberá llegar a una de dos conclusiones posibles: lo mató consciente y deliberadamente, tras una reacción desproporcionada, o fue un acto de defensa instintivo, fruto del pánico que sintió por su vida.


Emilio Martínez Moreno entró a la sala del juicio esposado y con un rosario en la mano, que el juez le pidió que se guardase en el bolsillo a la hora de empezar a declarar. Explicó que se dirigía a Bélgica y aparcó en la gasolinera la noche del viernes 6 de agosto. Durante el sábado fue al pueblo y por la noche cenó en la cafetería de la estación de servicio y tomó varias bebidas. El acusado no recuerda haber visto en el bar a José Manuel Paúl, conocido como Pepito en su pueblo, pero una camarera sí que declaró que les vio hablar brevemente y que Paúl le pidió fuego.


Sobre las 23.30 se fue a dormir a la litera de su camión y, como ayer reconoció, se le «debió olvidar» cerrar las puertas. Las cortinas estaban echadas, salvo un trozo de la parte del conductor. «Sentí que la cabina se balanceaba, me incorporé y vi una figura humana. Sentí miedo, pánico y empecé a defenderme. Me tiré a por él. No sé de dónde lo cogí, si del cuello o de otro lado. Le agarré para sacarlo de la cabina, con tan mala suerte que lo maté», afirmó ayer.


Pantalones desabrochados


Después, salió a pedir ayuda a otros camioneros, que llamaron a la Guardia Civil. Al llegar, Emilio Martínez dijo a uno de los agentes que le habían intentado robar «tres personas» y se había defendido. Luego manifestó que había sido una persona la que había entrado a su camión, creía que para robarle. Los agentes encontraron el cadáver de José Manuel Paúl en el suelo, junto a la puerta del conductor. Estaba sin camisa, descalzo -sus zapatillas estaban dentro de la cabina-, con los pantalones desabrochados y algo bajos, al igual que los calzoncillos. La autopsia reveló que falleció por asfixia al apretarle el cuello y porque le rompió la traquea. También apreciaron lesiones en la nariz, párpados, cabeza, cuello, brazos, mano, diafragma y tres costillas rotas.


Las muestras que tomaron los agentes del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil revelaron que había dos gotas de sangre del acusado en la litera del camionero, una en la almohada y otra en la sábana. También que había restos biológicos mezclados de ambos en las mismas prendas.


Aunque tanto el fiscal como la acusación particular, ejercida por Carlos Espasa, como la defensa, a cargo de Javier Osés, recordaron que en esta vista no se juzga a la víctima ni su tendencia sexual, las preguntas a varios testigos fueron dirigidas a conocer su comportamiento. Dos de las camareras de la cafetería testificaron que conocían a José Manuel Paúl porque iba todas las noches e intentaba entablar contacto con camioneros. «Algunos nos daban las gracias porque pensaban que teníamos un servicio de vigilancia debido a las vueltas que daba con el coche. Otros se quejaron porque intentaba abrir las puertas de los camiones y buscaba relaciones», coincidieron.


Para la acusación -que pide 15 años de cárcel-, la entrada de Paúl al camión fue «pacífica y consentida» y no cabe la legítima defensa. Para el fiscal -que solicita 13 años-, la reacción del acusado fue desproporcionada y debió encontrar otro modo de resolver la situación. El defensor, en la línea del móvil del robo, pidió al jurado que imaginaran qué harían ellos si alguien entrara de noche en su habitación y cómo se defenderían. Osés pide la absolución y, en el caso de que lo hallaran culpable, una falta de lesiones graves con las atenuantes de arrepentimiento espontáneo y embriaguez.