La gran presa de Estopiñán del Castillo que aguanta con aplomo el plano cenital

El embalse de Canelles hace de frontera entre Aragón y Cataluña por la Ribagorza, y su pared en el lado del municipio oscense mide 110 metros de altura.

Vista cenital de la presa de Canelles en el lado de Estopiñán del Castillo.
Vista cenital de la presa de Canelles en el lado de Estopiñán del Castillo.
Laura Uranga

Sí, cierto, con la de cosas bonitas que hay en Aragón, hablar de una presa tiene bemoles. Obviamente, el término municipal de Estopiñán del Castillo, en el este de la Ribagorza, tiene muchos otros lugares para impactar las pupilas y generar recuerdos instantáneos; no obstante, acercarse al extremo suroeste de este embalse gigantesco de Canelles (en el curso del Noguera Ribagorzana;sus aguas las comparten Aragón y Cataluña) es un paseo recomendable para quienes suelen sentirse epatados ante la inmensidad literal de las cosas. En el camino desde el pueblo se pasa además por el castillo local, parcialmente recuperado y que está próximo a cumplir un milenio de existencia.

La historia de la presa de Canelles se remonta a los años 50, cuando se planificó y acometió su construcción desde la firma pública Enher, antecesora de la actual Endesa. La pared que la delimita del lado de Estopiñán mide 110 metros de altura;se llega hasta ella tras diez kilómetros de una sinuosa carretera que permite ir apreciando el paisaje local y recordando (si se han hecho los deberes) cómo se desarrolló el proceso de construcción, que trajo consigo la creación de un poblado para los trabajadores y sus familias, que incluía todos los servicios básicos. 

Todo este esquema disparó la población local, muy disminuida con los primeros éxodos a las capitales más cercanas (Huesca y Lérida) y, sobre todo, a Barcelona; de 400 personas se pasó a 3.000. En Estopiñán aún recuerdan los más viejos del lugar que también se contaba en ese enclave con un hotel para los ejecutivos y las visitas de alto copete, que tenía incluso pista de tenis;era algo raro en una época previa a la explosión tenística en España, que llegaría con los triunfos de ManoloSantana en Wimbledon y los primeros éxitos en la Copa Davis, en los años 60.

Aquél mundo paralelo desapareció en los 70 con la conclusión de los trabajos; quedó la presa, da 680 hect´ñometros cúbicos, que actualmente está a un 35% de su capacidad. En la zona hay una tradición por parte del gremio agrícola, con su parte de exageración y un rescoldo de autenticidad, cotejado in situ; muchos agricultores suben a lo alto de Canelles y si ven que hay agua, lloran de alegría, pero si no la hay, lloran de pena, porque sufrirán al año siguiente.

Estopiñán tiene otro tesoro negro como la noche, que la cantera La Soriana ha hecho presente en multitud de puntos de la península; se trata de cierta piedra idónea para soportar sin problemas la velocidad de vértigo de ciertos trenes que más que rodar, vuelan bajito. La roca se llama ofita; aúna en su naturaleza una gran fuerza y una resistencia a prueba de inclemencias del tiempo o rozamientos recalcitrantes.

Una vez en Estopiñán, y si se dispone de tiempo, los deberes se acumulan; Camporrells y Baells son dignos de verse, como Castillonroy y toda la zona en general, y también compensa una visita a Baldellou y su embalse de Santa Ana para comprar buen aceite y entender de paso qué lleva a los asistentes al Own Spirit Festival (que ha regresado este verano) a consolidar allá su sede. Acercarse a Alcampell a buscar los originales Chelats Sarrate tampoco es una mala idea.

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