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Los castillos olvidados: trece fortalezas de Aragón casi desaparecidas con una historia detrás
Los de Loarre, Monzón, Peracense o Sábada son algunos de los más famosos de la Comunidad pero hay muchos otros, más deteriorados, cuyo origen merece la pena mantener vivo.
Aragón es tierra de castillos y a casi nadie se le pasan por alto las principales construcciones de este tipo. Loarre, Peracense, Sábada o Monzón son algunas de las localidades cuyo nombre se ha hecho famoso por sus fortalezas. Pero, además de los más populares y visitados, la Comunidad esconde muchos otros castillos olvidados y prácticamente en ruinas pero que esconden una historia detrás.
Una historia que merece la pena conocer y mantener. En esta dirección trabajan algunos colectivos, como Castillos del Olvido, cuyo objetivo es divulgar el patrimonio español más desconocido. Su radio de acción incluye también Aragón, en concreto, la provincia de Zaragoza, donde se ha recopilado una serie de castillos, fortalezas, torres o atalayas menos famosas.
Muchas de estas fortificaciones desconocidas están en la comarca Comunidad de Calatayud. Una de ellas es el castillo de Berdejo, una pequeña localidad en la frontera con Castilla y León. La construcción se alza sobre la cresta rocosa que domina el pueblo y tres de sus muros nacen directamente de la ladera del peñón. Es alargado y cuenta con una torre de 12 metros de altura. Por su situación estratégica, tuvo un gran valor táctico durante el medievo, ya que servía para vigilar el paso hacia la meseta soriana por el valle del Manubles.
De similares características y próximo a Berdejo, el castillo de Godojos también se sitúa en lo alto de una colina al norte del pueblo. Las primeras noticias escritas que se registran de esta construcción datan del año 1278, aunque la fortaleza tal y como se puede ver hoy es el resultado de varias reconstrucciones y ampliaciones posteriores. Destaca su torre gótica, un prisma rectangular de 13 metros construido con sillería de arenisca roja y caliza blanca.
El castillo de Ibdes es la actual iglesia de San Miguel Arcángel y su origen data de 1330. Detrás de esta obra están los monjes-caballeros de la orden de los Hospitalarios, quienes formaron una cerca amurallada para que sirviera de refugio a los vecinos y resguardo a sus rebaños. Dos siglos más tarde el origen defensivo con el que se había construido este recinto fortificado dejó de tener sentido y se fue transformando en iglesia. Se construyó sobre las antiguas estructuras militares y las dependencias cambiaron de uso. El patio de armas pasó a ser el cementerio y en la torre se colocaron campanas, entre otras adaptaciones.
En las Cinco Villas, además del famoso castillo de Sádaba, también se levantan otras dos fortificaciones. Una de ellas es la Torre de Layana, situada en la localidad del mismo nombre. Se construyó en 1186 y ha sido rehabilitada posteriormente. Ahora alberga el centro de interpretación de Agricultura y Paisaje Rural Romano. Muy próxima se levanta otra torre destacada en la comarca. Se trata del Torreón de Biota, una construcción del siglo XII que acaba de ser restaurada y musealizada. Situado junto al palacio de los Vizcondes de Biota, el torreón cuenta con tres plantas donde se hace un repaso por los distintos periodos históricos del municipio, desde la prehistoria, hasta la actualidad.
Teruel, más allá del castillo de Peracense
El castillo más famoso de la provincia de Teruel es el de Peracense, la fortaleza roja que nada tiene que envidiar a la ficticia de Juego de Tronos y que debe su color a la piedra de rodeno característica de esta zona. Pero, en lo que a fortificaciones se refiere, hay vida más allá de esta en tierras turolenses.
Desde Torrecilla del Rebollar hasta Tramacastiel, la provincia de Teruel está salpicada de restos de castillos, torres y otras construcciones defensivas. Aunque medio derruidas, conservan todavía algunas de sus piezas y todas tienen una historia que contar.
Uno de estos ejemplos es el castillo de Alba del Campo, una pequeña localidad turolense de apenas 170 habitantes que cuenta con su propia fortaleza. También conocido como el Castillejo, la construcción ya existía en la época de Jaime I el Conquistador y se sitúa junto a la ermita de San Cristóbal. Actualmente solo se conservan dos caras de muralla así como una torre de planta cuadrada y los restos de otros tres torreones.
El castillo de Albentosa es otra de estas construcciones desconocidas de la provincia de Teruel. Ocupa la cumbre de un monte cercano a la población al que solo se puede acceder por el lado que mira al pueblo. El recinto es de planta cuadrangular de unos 35 metros de lado pero no tiene torres y su interior está totalmente arrasado. Actualmente solo se conservan las murallas exteriores, hechas con piedras irregulares unidas con argamasa.
Además de sus otros atractivos, Mirambel también tiene una fortificación. La localidad del Maestrazgo cuenta con un castillo-palacio creado por la Orden de San Juan. De la construcción se conservan pocos restos, pero en la fachada principal todavía se puede ver el arco de acceso de estilo gótico.
El castillo de Visiedo, menos conocido que otros turolenses, se construyó en el siglo XIV para servir de refugio a la población debido a su proximidad con el reino de Castilla durante la Guerra de los Dos Pedros. Actualmente está rodeado de otras edificaciones, en medio del pueblo, y tan solo se conserva una de sus torres cuadradas.
Huesca: los castillos a la sombra de Loarre
Aunque es prácticamente imposible estar a la altura del castillo de Loarre, en la provincia de Huesca hay otras construcciones fortificadas menos conocidas que también merecen un espacio en estas líneas.
El castillo de Zaidín es un ejemplo de ellos. La fortaleza se sitúa en un extremo de la meseta sobre la que se asienta el pueblo y sirvió como palacio para los señores de la villa. De él solo subsiste un lienzo de muralla que reviste la ladera de la plataforma donde se asentaba, bordeando una parte del casco histórico.
Además de turismo de naturaleza y balneario, Boltaña también cuenta con su propio castillo. Está situado en lo alto de un cerro, al norte del casco urbano, y es de estilo románico. Fue construido en tiempos de Sancho el Mayor por artistas y artesanos locales de formación lombarda y actualmente está prácticamente en ruinas. En su interior todavía se puede ver un aljibe cubierto con bóveda de medio cañón.
El Palacio (antes castillo) de los Gurrea, en la localidad de Argavieso, es otra de estas construcciones desconocidas de la provincia de Huesca. Está situado en un extremo del núcleo urbano, sobre un gran promontorio rocoso que domina la población. Esta meseta se encuentra separada del caserío por lo que algunos autores piensan que la calle que conduce hasta el palacio sería un antiguo foso del primitivo castillo. Con el tiempo, la construcción, que nació con un fin defensivo, se fue transformando para servir de residencia a los señores del lugar.
De carácter defensivo, el castillo de Troncedo, en el Sobrarbe, sirvió como protección de uno de los valles de posible acceso al interior de La Fueva desde el sur y el oeste. Ubicado en un espolón rocoso orientado hacia el Cinca, comunicaba visualmente con los recintos fortificados de Muro de Roda y Samitier. Es otro de los ejemplos de esos castillos desconocidos de Aragón que pese a su apariencia ruinosa siempre tienen algo que contar
