aragón es extraordinario

Hay que preservar con denuedo el dance de Visiedo

La localidad turolense mantiene un Museo del Dance, comisariado por Beatriz Lucea, en el que se rescata la esencia de esta tradición, con el lucido y lúcido desfile de sus personajes más emblemáticos

Es profesora de historia en Calamocha y concejal del ayuntamiento de Visiedo; además, Dolores Gómez se confiesa apasionada por el dance de su pueblo, y suele prestarse desinteresadamente a mostrar a los visitantes el Museo del Dance local el fin de semana, siempre a requerimiento gestionado por el Ayuntamiento y ajustado a sus posibilidades. Visiedo tiene unos cuantos focos de atractivo turístico; su humilladero, la zona del castillo, los peirones y, en el plano inmaterial, las costumbres que se han salvaguardado con cariño. El dance es tangible, pero también lleva una carga emocional profunda.

El museo acierta al poner su temática en contexto, incluyendo antiguas fotografías del dance y los danzantes; perdido desde la posguerra y hasta 1981, este ritual recobró vida gracias a un secretario municipal muy emprendedor que se puso a buscar papeles, remover archivos y hablar con la gente. “El testimonio del maestro del dance de Visiedo, Joaquín Talabante, resultó decisivo –explica Dolores– ya que tenía mucha información. En aquél año se preparó de nuevo el dance y se planteó hacerlo cada cuatro años, ya que el antiguo matiz religioso de las rogativas para las cosechas de cada año se fue diluyendo. Funcionó en el 81, 85, 91 y 96; luego ya se celebró con intermitencias irregulares, y la última vez que se representó fue en 2008 en la Expo de Zaragoza. Desde entonces, nada; el año pasado intenté moverlo, pero no fue posible”.

Vïdeo del Museo del Dance de Visiedo en 'Aragón es extraordinario'

Dolores, que no es precisamente mayor, sueña con que esta tradición le toque el corazoncito a los más bisoños del pueblo. “Ahora hay poca gente joven y ven esto como algo de otros tiempos, no lo viven como nosotros y los más mayores. Lucía Pérez, historiadora e investigadora de Jorcas, se puso a repasar todas las localidades de la provincia de Teruel con dance, amén de otros puntos de Aragón, y buscó el apoyo e la DGA para elevar una petición: que estos dances opten a la figura de Patrimonio Inmaterial de la UNESCO. Ella ha escrito mucho sobre el tema, y estamos en contacto permanente todos los pueblos involucrados, para ir evaluando cada caso; hay muchos sitios con ganas de mantener el dance o recuperarlo. Eso sí, lo primero es que nos lo creamos los de casa. Recuerdo cómo mi abuela me hablaba del dance cuando yo era pequeña, ahora me toca divulgar el tema a mí, a edad más temprana, y no es fácil; mi hija lo conoce, pero no lo ha visto. Yo fui danzante una vez, pero mi hermano ha sido diablo tres veces, y mi sobrino estaba emocionado; algunos veranos hemos hecho talleres, y se hacen visitas lectivas al museo, y es muy curioso como los críos se identifican con los personajes”.

Un honor

Los papeles estaban representados por vecinos del pueblo, y era un orgullo participar. “En 1949, el dance se prohibió: en la representación se daban sus azotes a la iglesia y a los poderes fácticos en forma de bromas, y eso no se toleró. Tuvo que llegar Joaquín tres décadas largas después para volver a levantarlo; hizo de rabadán en 1927, y tenemos la foto, la más antigua del museo; enseñó sobre el asunto a las siguientes generaciones, y gracias a una grabación municipal de 1981, esas enseñanzas no se perdieron. En este pueblo, por cierto, siempre ha habido más chicas que chicos; en 1981 fueron siete chicas y un chico los danzantes”, apunta Dolores.

El museo está comisariado por Beatriz Lucea, de Zaragoza, y abrió en 2004. En verano (agosto, sobre todo), vacaciones y fin de semana tiene su movimiento, aunque Dolores lamenta que no haya más visitas. “El museo empieza recordando el matiz tan aragonés del dance. Se cree que el de Visiedo ya estaba vigente en el siglo XIX; se realiza cada año en honor a los santos de la piedra, protectores de las cosechas, San Abdón y San Senén. Se hacía en mayo; aquí la cosecha es entre junio-julio, y el pueblo se encomendaba algo antes a sus santos para que protegieran los cultivos de los ‘apedreos’, como se llama al pedrisco o granizo en muchos puntos de Aragón”.

Los personajes

Hay ocho danzantes y cinco personajes en la representación teatral. “Uno de estos cinco es único de los dances de Visiedo y Lidón, aquí al lado: es el abanderado. Sale al final y muestra su destreza con la bandera; la que tenemos en el museo perteneció al ejército de los Ibáñez en la guerra de Sucesión tras la muerte sin descendencia de Carlos II. Aragón apoyaba más al Austria que al Borbón, pero aquí se alinearon con el Borbón. Lo normal era que la bandera se cortase en pedazos y se repartiera entre los soldados tras una batalla, pero ésta quedó entera y se conservó como la bandera del dance. Hablamos de más de tres siglos de existencia, ya que la guerra fue entre 1700 y 1714”.

Como en todos los dances, el ángel y el diablo (cuyo tridente es una horca de la era) representan el bien y el mal. “Dialogan y al final vence el ángel, que perdona la vida a su rival, pero le pega fuego con una cola de petardos asentada en un cribero. El diablo se mete con el orden establecido, asusta a los niños con su cara y manos tiznadas… no se hace con pintura normal, sino con aceite, hollín y betún, y tarda en salir de la piel”.

Luego está el mayoral, que viste igual que el abanderado; lleva redecilla goyesca y sombrero de paja realzado con cintas de colores cosidas a mano. “Este espléndido trabajo –apunta Dolores– lo hace una mujer del pueblo, Ramona Martín. Con el mayoral interacciona el rabadán, quizá el personaje con más peso en la trama. Es el pastor, el gracioso, cuenta chascarrillos del pueblo; viste de manera humilde, con sombrero de Tronchón y camisas de lienzo, medias de colores diferentes, garrote torcido y castañuelas. Los ocho danzantes llevan calzón, medias y cintas en la camisa, puestas en la espalda, que resultan muy vistosas en movimiento; la tradición es que las cosan las madres. Los palos de los danzantes son de escoba, cortados por la mitad y forrados con los colores combinados con tu pareja”.

Hay otra parte del museo con una sala de vídeo, con un documental y proyecciones explicativas. También hay un ‘photocall’ del diablo, el más requerido por los pequeños en las visitas; hay cosas que no cambian con el devenir de las generaciones...

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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