Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Sistema Solar. Exploradores de nuestro vecindario

Celebramos en abril de este año el 50 aniversario de la puesta en órbita del primer ser humano, el cosmonauta Yuri Gagarin. En este medio siglo, otras quinientas personas han salido al espacio, la inmensa mayoría solo a la órbita terrestre. Pero es en las naves automáticas en las que recae todo el peso de las expediciones a los diferentes mundos del Sistema Solar. Y sus hallazgos han cambiado por completo la concepción que tenemos de nuestros vecinos planetarios. Con la puesta en órbita de la sonda Messenger en torno a Mercurio, se espera ampliar nuestro conocimiento sobre uno de los planetas más difíciles de observar por su proximidad al Sol.

Recreación artística de algo que acaba de suceder: la sonda espacial Messenger, en órbita alrededor de Mercurio
messenger
NASA

EL ORIGEN

Hace aproximadamente 4.560 millones de años, en el interior de una región de gas y polvo interestelar situada en la periferia del brazo espiral de una galaxia común, y por causas aún no muy bien conocidas –la explosión de una supernova cercana, el paso de otra estrella o mareas gravitatorias de la propia galaxia–, una parte de esta nebulosa comenzó a condensarse. Por efecto de la creciente gravedad debida a la acumulación de masa, aumentó su presión y temperatura, generándose de este modo las condiciones necesarias para que se produjese energía en su interior fruto de reacciones termonucleares. Se había formado una protoestrella: nuestro primitivo Sol.


A su alrededor, y girando en forma de un inmenso anillo, otras acumulaciones de materia, restos de la misma nebulosa primordial, también se aglomeraron en lo que algún día serían los planetas. Con el tiempo, la fuerza fundamental que rige la evolución del Universo, la gravedad, fue decantando, limpiando y condensando estos mundos y el espacio entre ellos, conformando lo que en la actualidad los habitantes presuntamente inteligentes de uno de estos cuerpos denominamos Sistema Solar.


¿Por qué resulta tan interesante esta agrupación de mundos de todos los tamaños? O, dicho de otro modo, ¿qué es lo que hace tan popular al Sistema Solar?


Puede que sea que nuestros mundos vecinos están, desde el punto de vista de las distancias cósmicas, asombrosamente cerca. Tan cerca, de hecho, que todos los mayores han sido visitados por las sondas robot que el ser humano ha enviado desde hace unas pocas décadas. Tan cerca, que desde que la humanidad levantó la vista al cielo, eran los únicos cuerpos celestes visibles a simple vista, además del Sol y la Luna, cuyo lento movimiento se podía apreciar sobre el inmutable telón de fondo de las estrellas. Tan cerca, que su mayor componente, el Sol, es quien dio origen y hace de motor de la vida. Tan cerca, en definitiva, que constituyen nuestra comunidad, son el único lugar de todo el Universo donde, que sepamos, existe vida –en la Tierra–, y, muy probablemente, en el lejano futuro, sean fuente de materias primas y nuevos hogares donde vayamos a vivir.


Sin embargo, y en buena parte aún hoy en día, la concepción que se suele tener del Sistema Solar se basa en la imagen clásica que se enseña en la escuela del Sol y los ocho (antes nueve) planetas, girando estos en torno a nuestra estrella con sus propias características y peculiaridades, al modo de una familia mal avenida, en la que cada uno de sus miembros es diferente al otro y apenas tienen relación entre sí.


ETERNOS EXPLORADORES

Esta concepción tan simplista se ha visto radicalmente alterada con el advenimiento de la exploración espacial a mediados del siglo pasado: de ser un estudio indirecto y lejano, basado exclusivamente en la información obtenida a través de los telescopios, hemos pasado a sobrevolar, orbitar, aterrizar e incluso pisar con nuestros propios pies (o ruedas) muchos de estos mundos. De objetos celestes lejanos se han convertido en lugares que explorar y paisajes que recorrer.


Se nos ha revelado de este modo un nuevo Sistema Solar mucho más complejo, rico e interrelacionado de lo que los astrónomos podían imaginar. Así, no solo estos, sino también los físicos, geólogos, químicos e incluso biólogos, tienen en el Sistema Solar un laboratorio en el que desarrollar sus disciplinas en todo tipo de condiciones.


No cabe duda que las aportaciones que el centenar de misiones de exploración planetaria han realizado en este último medio siglo han revolucionado la percepción del Sistema Solar, habiendo dado paso a una disciplina que podríamos llamar planetología comparada, que ya avanzó Carl Sagan en los años setenta. En ella, el conocimiento que obtenemos de cada uno de los planetas y satélites de la familia planetaria nos permite comprender un poco mejor a nuestra propia Tierra y al resto de los demás mundos entre sí.


SORPRESAS

Ejemplos recientes en los últimos años de estos descubrimientos son la confirmación de la existencia de agua líquida en Marte durante largos periodos de tiempo en el pasado; el hallazgo de lagos y mares de etano y metano en el mayor satélite de Saturno, Titán; los sorprendentes géiseres de agua en Encélado, otra helada luna de Saturno; el volcanismo activo de Venus; o la cada vez mayor población de mundos transneptunianos, de tamaños similares a Plutón… Tenemos mucho que aprender de nuestros mundos vecinos sobre el origen, evolución y posible destino de nosotros mismos.


Ángel Gómez Roldán es director de la revista ‘AstronomíA’.