Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Cómo afecta el cine a tus hormonas y tu corazón

Si decides participar en la duodécima edición de la 'Fiesta del Cine', que estos días permite disfrutar de un precio especial en más de 350 cines españoles, ten en cuenta que un filme siempre deja huella.

Descubre la ciencia del séptimo arte
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Sentarnos frente a la gran pantalla no nos deja indiferentes. Entre otras razones porque ver una película modifica los niveles de hormonas que corren por nuestras venas y arterias. Científicos de la Universidad de Michigan (EE. UU.) demostraron hace unos años que una cinta romántica incrementa los niveles de progesterona en las féminas en un 10%, mientras que películas como 'El Padrino' hacen que se libere testosterona a raudales entre el público masculino.

A esto se le suma que las películas con una carga emocional intensa provocan cambios en el músculo cardíaco, aumentan las pulsaciones del corazón y hacen que la presión arterial ascienda. Por otro lado, cuando lo que se proyecta es una comedia el flujo de sangre que llega al corazón aumenta, tal y como se podía leer en un estudio publicado en la revista especializada 'Heart'. Por el contrario, un drama de los que nos hacen echar la lagrimita, como 'Salvad al soldado Ryan' (1998), reduce el flujo sanguíneo al corazón casi tanto como "recordar momentos que nos enojan o hacer cálculos aritméticos mentales", aseguran los autores.

La cosa no acaba ahí. Analizando el aire de una sala de cine con un espectrómetro de masas se puede saber si una escena está resultando divertida, aburrida o inquietante. Porque el aire exhalado por los espectadores cambia. De probarlo se encargaron Jonathan Williams y sus colegas del Instituto Max Planck de Química, en Alemania. Profundizando en la huella química aérea que se creaba en una sala de cine donde se proyectaba el film 'Los Juegos del Hambre' observaron que los niveles de dióxido de carbono e isopreno en el aire aumentaban drásticamente cuando empezaba la batalla final en la que la heroína lucha por su vida. Los investigadores lo achacan a que en los momentos más tensos no descansamos y respiramos más rápido, lo que hace que el suspense se masque (literalmente) en el ambiente.

Que algunas personas disfruten pasándolo mal con las pelis de terror también tiene una explicación científica. Y no es que sean masoquistas, ni mucho menos. Según demostró Eduardo Andrada, investigador de la Universidad de California (EE. UU.), incluso se puede decir que "los espectadores de este género son felices sufriendo". Dicho de otro modo, disfrutan sintiéndose aterrados. "Es posible sentir emociones positivas y negativas a la vez, hasta el punto de que el momento que más se disfruta es justo en el que se pasa más miedo", asegura el investigador.

Lo que salta a la vista es que no es lo mismo ver cine en una gran sala que en casa. Entre otras cosas porque sentarnos con más personas a disfrutar de una cinta hace que nuestros cerebros se sincronicen, tal y como sacaba a relucir un estudio de la Universidad Aalto (Finlandia). Usando imágenes obtenidas mediante magnetoencefalografía, los investigadores comprobaron que delante de la gran pantalla las señales cerebrales de diferentes espectadores son similares. Y que la sincronización es especialmente evidente en zonas de la sesera relacionadas con los estímulos visuales, la detección del movimiento, la coordinación motora y las funciones cognitivas.

Si sales de la sala con una frase grabada en la cabeza es más que probable que coincida con la que recordarán durante semanas el resto de espectadores. Analizando con ayuda de un ordenador una base de datos de guiones de películas, y estudiando las reacciones de los espectadores ante diferentes citas del mundo del celuloide, científicos de la Universidad de Cornell (EE. UU.) identificaron ciertos ingredientes que hacen que una frase de película se convierta en memorable.

Normalmente se trata de oraciones breves, con estructuras familiares, y a veces una o dos palabras distintivas. Suelen estar basadas en sonidos que se emiten desde la parte frontal de la boca. Y acostumbran a hacer afirmaciones generales que se pueden aplicar en distintas circunstancias. Como el '"Sayonara, baby" de Arnold Schwarzenegger en 'Terminator II' (1992). La frase final de 'Con faldas y a lo loco' (1959), "Bueno, nadie es perfecto". La romántica "Siempre nos quedará París", que resuena en nuestra memoria en boca de Humphrey Bogart ('Casablanca', 1942). O la breve pero inolvidable "Que la fuerza te acompañe", de la saga 'Star Wars'. Además de la tantas veces repetida "Mi tesoro" de 'El señor de los anillos' (2001). Sin olvidar aquello que decía Groucho Marx en 'Una noche en la ópera' (1935) de que "La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte".

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