Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Razones científicas para bajar la calefacción

El confort térmico fomenta la obesidad. Si pasamos demasiado tiempo en sitios muy caldeados, no consumimos la energía necesaria para permanecer calientes y apenas quemamos grasa marrón.

No subir mucho la calefacción resulta saludable
No subir mucho la calefacción resulta saludable

Tan malo para la salud es quedarse helado como vivir dando saltos del calefactor de la casa al del coche, el del trabajo o el de los centros comerciales. O al menos, eso dice la ciencia. Hace unos años, científicos del University College de Londres (Reino Unido) demostraron que cuando pasamos demasiado tiempo en sitios muy caldeados, la necesidad de consumir energía para permanecer calientes desciende drásticamente. Y eso reduce la capacidad del cuerpo para producir calor. Como consecuencia, apenas quemamos grasa marrón, que es el combustible natural de las calderas corporales. En otras palabras, el confort térmico fomenta la obesidad. Hasta tal extremo que bajando unos grados la temperatura dentro de los edificios en invierno frenaría la epidemia de lorzas y michelines (grasa almacenada) de los países desarrollados.

En la Universidad de Ottawa (Canadá) le han puesto números a esta idea. Concretamente han calculado que exponiéndonos a un poco de frío (18ºC) forzamos al cuerpo a gastar 500 calorías por hora, mientras que en condiciones normales el gasto calórico medio es de 100 calorías a la hora.

Y aún hay más. Investigadores holandeses del Centro Médico de la Universidad de Maastricht defienden que hacer un uso moderado de la estufa tiene beneficios a largo plazo. Las evidencias apuntan a que pasar dos horas diarias a 17ºC reduce la acumulación de grasa corporal en seis semanas. Además, al frío podemos habituarnos. Resulta que después de pasar seis horas diarias a 15ºC, durante 10 días, las personas aumentan la grasa marrón corporal lista para quemar (lo que suele implicar que la grasa blanca, la que se almacena y nos hace engordar, se reduce), afrontan mejor el frío y tiritan menos. "Para estar en forma, además de hacer ejercicio físico, tendríamos que entrenarnos en pasar más tiempo a baja temperatura", sostienen los científicos.

La calidad del sueño también varía según regulemos el termostato de la calefacción. Lo ideal (lo que se conoce como termoneutralidad) es caldear la habitación entre 16 y 19 grados si dormimos con pijama y sábana, y entre 30 y 32 grados cuando descansamos a cuerpo descubierto sin cubrirnos. Por encima o por debajo de esos rangos de temperatura, dormimos menos tiempo y peor.

Por si fuera poco, si el frío no es extremo la piel lo maneja bastante bien. Los vasos más superficiales se contraen para evitar que el calor se pierda, y la sangre se concentra en vasos interiores. Esto funciona como una especie de adiestramiento para la vasculatura, ya que los vasos sanguíneos entrenan su capacidad de respuesta.

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