Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciudadanos tras la pista de una planta

Más de 100 voluntarios visitan cada año la planta que les ha sido confiada
Más de 100 voluntarios visitan cada año la planta que les ha sido confiada

En un mundo globalizado prima la eficiencia sin fronteras: obtener el máximo partido de lo que hacemos, con el mínimo esfuerzo. En términos de monitorización ambiental (alguno se estará preguntando: “¿qué es eso?”: pues algo tan importante que en países tan variados como Estados Unidos, Australia o Sudáfrica está organizado a nivel de Estado, pero en España aún nos cuesta explicar), eso se traduce a menudo en la instrumentalización para medir variables ambientales o el uso compartido de grandes infraestructuras. Utilizamos imágenes de satélite, torres de flujo, escáner LIDAR, drones… para inventariar los recursos naturales y ver cómo evolucionan, pero aunque las máquinas nos hacen la vida más fácil al registrar medidas con más precisión, velocidad y menos error que un ser humano, la lógica tiene que estar antes de la toma de datos para elegir bien qué medir, y después para procesar la información recogida. Las infraestructuras nunca sustituirán al mejor procesador disponible: el cerebro humano y su capacidad para discriminar, integrar y valorar.


Un ejemplo de ello es la monitorización de la biodiversidad, el seguimiento de especies biológicas. ¿Qué instrumento puede ser capaz de identificar con certidumbre una planta, distinguir entre dos especies dudosas de tomillo, decidir si los dos tallos próximos en el suelo corresponden a uno o a dos individuos distintos, determinar la hormiga que visita sus flores o estimar el porcentaje de biomasa que le ha comido una oruga?


Todos esos datos son demasiado complejos y requieren que sea una persona quien los registre. Las grandes infraestructuras técnicas juegan un gran papel y pueden llevarnos a la obtención de datos inimaginables hace unas décadas, pero también una “gran infraestructura humana” puede permitirnos responder cuestiones inimaginables hace años sobre el futuro de nuestra diversidad.


Desde el Instituto Pirenaico de Ecología estamos construyendo una de ellas: una red de seguimiento de la biodiversidad basada en las personas, porque tanto la diversidad como la gente son algunos de nuestros mejores capitales.


Gracias a al apoyo financiero de un proyecto europeo LIFE en colaboración con Gobierno de Aragón, y otros proyectos de investigación a largo plazo, hemos empezado a coordinar un buen número de personas para el seguimiento de plantas en todos los ambientes de Aragón, desde el semidesierto del Valle del Ebro a las cumbres alpinas. Más de 100 voluntarios de entre 23 y 73 años, con todo tipo de formación y profesiones, nos envían información sobre la presencia de especies raras o de interés, o han recibido un pequeño entrenamiento tras comprometerse a visitar anualmente, durante la próxima década, poblaciones de especies endémicas, raras, indicadoras de hábitats en buen estado, de cambio climático, etc. Un ejemplo de lo que viene denominándose ciencia ciudadana.


Paralelamente, más de 60 agentes de protección de la naturaleza monitorizan especies amenazadas como una tarea más de su trabajo diario.


Entre todos hemos sido capaces de iniciar el seguimiento de más de 250 poblaciones de plantas correspondientes a 150 especies distintas.


Nos apoyamos en infraestructuras como los herbarios, las bases de datos creadas durante largos años de paciente trabajo (GBIF, ANTHOS…), pero lo que realmente necesitamos para un reto tan importante como saber en qué medida nuestras especies van a desaparecer como predicen algunos modelos macroclimáticos, es gente dispuesta a realizar un trabajo sencillo pero constante y a largo plazo. Este observatorio de la biodiversidad afortunadamente sigue creciendo gracias a la respuesta de naturalistas y gente que cree en el poder colaborativo, y sin duda nos proporcionará la más valiosa información sobre su dinámica y vulnerabilidad.


María Begoña García Instituto Pirenaico de Ecología, CSIC


Esta sección se realiza en colaboración con el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España

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