Cantar de un trovador urbano

Hay días en que la niebla, abrazando la noche, cubre de misterio la silueta de una Zaragoza gris. Es entonces cuando, oculto lo mundano, toma las calles el viejo trovador urbano.


Eterno romántico, poeta de bar, loco embriagado tras las musas en la oscuridad.

Quema las horas en cada cigarro, como se quemaron sus sueños hace ya años. Quiere vomitar, expulsar de él la desolación. Encerrar los sentimientos en cada canción...olvidar.


Renace hoy la poesía, amores y soledades que atormentan su cantar. Recuerdan tragedias sus bellas baladas, etílicos versos derramados sobre la barra.

Y volverá la mañana, los acordes se apagarán. Malherido, con el alma polvorienta, regresa ya sobrio el triste trovador, rumbo de nuevo a su pétrea prisión. El sueño de la botella toca ya su fin. En su cabeza arden la resaca y dos ojos de mujer. Mujer que amó, mujer que perdió, un nombre que en los siglos siempre recordó... Leonor.