11 estrategias publicitarias para embellecer alimentos

O por qué tu hamburguesa no será jamás como la del anuncio.

Muchos anuncios publicitarios pintan la hamburguesa para darle brillo y texturas.
Muchos anuncios publicitarios pintan la hamburguesa para darle brillo y texturas.
Unsplash

En realidad, es mejor que esa hamburguesa que has pedido no se parezca a la de la carta, el anuncio o el spot publicitario que hayas visto, por muy apetitosa que creas que puede ser, porque eso significaría que acabas de comprar una hamburguesa de pintura, pegamento, palillos, y puede que hasta la carne estuviese cruda o fuese una esponja barnizada, o el queso lo hayan fundido con un secador de pelo.

En la era de la fotografía de diseño, todavía más en auge por la fuerza de redes sociales como Facebook o Instagram, nadie quiere comprar un tomate que parezca estropeado o tenga algunas manchas o picaduras, a pesar de que, probablemente, eso indique que esté mucho menos tratado y sea más natural. Visto de otra manera: la competencia en el mercado alimentario se mide a menudo a través de la apariencia del producto, aunque eso signifique que cuanto más bonito, hinchado y brillante sea el tomate, más artificial sea también y menos sabor tenga.

Y cuando se dice artificial quiere decirse que es hasta incomestible, porque posiblemente lo hayan barnizado con desodorante u otro aerosol para que brille, por ejemplo. Esta es una técnica publicitaria habitual -no siempre se hace- que se lleva a cabo en los anuncios audiovisuales, para abrir el apetito y enamorar miradas. Sin embargo, lo único que puede hacerse con ese producto es admirar el aspecto realista que consiguen los artistas que hacen que un filete de carne crudo parezca que se ha hecho a la parrilla, o que un pastel relleno parezca que tiene un interior cremoso a pesar de que esté hecho con espuma de afeitar.

En esta lista podéis ver 11 trucos muy frecuentes que se emplean en anuncios publicitarios para activar las papilas gustativas y enamorar estómagos y paladares a través de los ojos, aunque, eso sí, esos aparentemente deliciosos bocados nunca jamás vayan a cruzar la boca de nadie, por el bien común.

 

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