De la cama elástica... a la verita de la Virgen

Cruz Blanco es madrileño y tiene 54 años. Desde hace cinco años trabaja colocando flores en el manto el día de la Ofrenda de Flores.

Cruz Blanco junto al manto de flores de la Virgen del Pilar
Un salto de la cama elástica a la verita de la Virgen del Pilar

La devoción que siente Cruz Blanco por la Virgen del Pilar se sale de lo habitual. Este madrileño de 54 años la lleva todo el año colgando de tres cadenas al cuello, abrazando su muñeca y decorando su solapa. El Día del Pilar, además, tiene la suerte de poder estar a su vera, pues desde hace cinco años es uno de los encargados de colocar las flores de la Ofrenda en lo más alto del manto.

Su historia es de lo más peculiar y su sentimiento por la Virgen del Pilar, de lo más casual, pues él mismo reconoce que no celebra ni las fiestas del barrio de Madrid en el que vive y que ni sigue ni se emociona con las de ninguna otra ciudad de España.

En su juventud, antes de cumplir los 15 años, Blanco formó parte del equipo nacional de cama elástica. En una concentración previa al campeonato del mundo conoció y entabló amistad con un grupo de gimnastas zaragozanas que, tiempo después, le hicieron una visita y le regalaron una figura de la Virgen para la mesilla de noche. Le dijeron que le daría suerte. Y así fue. "Desde entonces siempre me ha atraído. Veía la Ofrenda todos los años en la televisión y me emocionaba", confiesa este jardinero en su día favorito del año.

Con el tiempo se casó con Carmen Lledó y fue ella quien, consciente de la devoción de su marido, movió hilos para hacer realidad su sueño. Por casualidad o por astucia consiguió contactar con uno de los organizadores de la Ofrenda en Zaragoza y ese mismo año ella y su marido entraron a formar parte del elenco de trabajadores que colocan las flores en el manto en el día más especial de la ciudad.

Este es el quinto año que participan los dos y se reafirman en que para ellos es algo "increíble". "Lo más grande", matiza él, "un privilegio", añade ella.

"Estar ahí arriba y poderla vestir nos da muchísima felicidad... pero sobre todo el saber que con cada ramo estás cogiendo los deseos de la persona que lo porta", explica Lledó mientras señala cómo, con solo expresarlo, se le pone la piel de gallina. Y es verdad. Tanto que casi llora también.

El matrimonio recuerda con extrema tristeza el año pasado, pues él sufrió una rotura de rodilla y no pudieron participar. Para compensar, cuentan que "como mínimo" una vez al año vuelven a Zaragoza para visitar a la Virgen. "Venimos en el día, aparcamos cerca de la Basílica y entramos a saludarla. Después paseamos por la zona para comprar recuerdos y volvemos a la Basílica para bendecirlos, porque nos gusta regalarlos a nuestros amigos. Luego nos vamos a comer y nos volvemos a Madrid".

La muñeca de ella también luce varias pulseras con la figura de la Virgen. Cuentan que han comprado recuerdos incluso para sus tres perros y que hay pins de la Virgen del Pilar hasta en las cortinas de su caravana.

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