ARTE

Una gramática creativa

Sobre el tiempo y los tiempos en la pintura de Gonzalo Tena.

Casi oculto tras su propia pasión creadora, podría discutirse sobre si Gonzalo Tena es o no el mejor entre los pintores aragoneses vivos. Lo que es seguro es que es el más peculiar. Merece la pena un resumen biográfico, antes de hablar de su última exposición.


Gonzalo Tena nació en Teruel en 1950 y compartió esa ciudad (a donde ha vuelto) con José Antonio Labordeta y con Federico Jiménez Losantos, profesor, el uno, y compañero, el otro, de Instituto. Con José Antonio Labordeta colaborará ilustrando algún libro y la portada de un disco mítico ('Cantar i callar', 1974). De 1971 es su primera individual, de aire "pop", en la galería Kalós de Zaragoza. En Barcelona, donde estudia Bellas Artes, hará historia junto a un grupo de amigos. Junto a él, hay dos zaragozanos, José Manuel Broto y Javier Rubio, y un catalán, Xavier Grau. Jiménez Losantos es su portavoz teórico, aunque los cuatro pintores, y en especial, Tena, escriban y teoricen. Su propia pintura es una práctica reflexiva. Apoyados en ciertas experiencias francesas, fueron los abanderados de una nueva abstracción. La revista 'Trama', creada en 1977, les dará nombre, y Antoni Tàpies los apadrinará.

Un troglodita en Guadix


Data de esos años su vinculación con las galerías Buades (Madrid) y Maeght (Barcelona). A finales de los ochenta, Tena sorprende con unas pinturas negras, con extrañas figuras y huesos flotantes. Por esa época vivía como troglodita en las famosas cuevas de Guadix (Granada). Tena fue uno de los primeros becarios de ENDESA (1989-1991) y estuvo, más tarde, en la Academia de España en Roma. A partir de 1999 trabaja en varias series relacionadas con Gertrude Stein, la escritora vanguardista norteamericana, devoción entrelazada con sus investigaciones sobre Bruegel, y con obras inspiradas en los 'Diarios' de Léon Bloy.


Cuando le preguntaron sobre su proyecto 'Being', destinado al Torreón Fortea, lo resumió diciendo que seguía trabajando sobre Gertrude Stein, y en concreto, sobre el gerundio, o participio presente inglés, pues las terminaciones en "ing" sobreabundan y se reiteran en la escritora. El paralelo plástico a esta gramática repetitiva son formas celulares, en perpetuo movimiento. Frente a un lenguaje embrionario; un mundo en gestación y lucha, ajeno al sentimentalismo, desplegado en acrílico sobre secuencias de rectángulos verticales negros, de PVC, todos iguales, de 85 x 23 cm. Estos fondos negros permiten jugar con la retina del espectador, haciendo que no veamos nunca el fragmento exacto donde nos detenemos, sino el recuerdo del anterior, efecto enfatizado con algunos trucos, como las inversiones de color.

Su relación con las palabras no es convencional, en el sentido en que un cuadro congela una escena. Las palabras aparecen como subtítulos, corriendo a los pies de las pinturas.

La obra redonda


La fragmentación y la serialización se han convertido en señas de identidad del artista, que pone en entredicho, como Gertrude Stein, la noción de obra redonda, para convertirla en una especie de mensaje continuo telegráfico, en el que los significados van sumándose y, al mismo tiempo, perdiéndose en una secuencia, y donde los fragmentos se descifran con cierto grado de arbitrariedad, dependiendo del buen uso de las pausas.


Este estilo tiene que ver con la prosa de Gertrude Stein, pero también con una propensión del propio Tena. Cuando José Manuel Broto, en el primer número de 'Trama', destripaba el proceso de un 'Tríptico' de Tena, ya hablaba de "un trabajo que se desbarata, que se construye en el espacio de un rigor que sólo regula el tiempo de su destrucción".