Dónde está el límite

La fuerte presión social por un canon de belleza, la impunidad de internet y las redes sociales están provocando un complejo efecto devastador en enfermedades como la anorexia y la bulimia, que aumentan de manera alarmante en Aragon.

Dónde está el límite
Dónde está el límite
Kristina Urresti

¿Dónde está el limite?, ¿cómo se traspasa la fina línea que separa una simple operación biquini, las ganas de quitarse unos kilos, a la anorexia y la bulimia? Dos enfermedades devastadoras que llevan al ingreso hospitalario a 3-4 adolescentes cada semana en el Hospital Clínico de Zaragoza, centro de referencia en Aragón de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria. Una cifra demoledora, la punta de un iceberg de enormes proporciones que ha hecho saltar todas las alarmas y contra la que es necesaria un nueva concienciación de toda la sociedad para frenar su alarmante crecimiento. Porque se trata de casi niñas que batallan contra una brutal presión externa por un impuesto canon de belleza que es determinante en sus vidas y que hoy tiene un efecto catastrófico, incluso mortal, por la acción multiplicadora de Internet, las redes sociales y el incesante ‘whatsapp’.


Desde 2012, el número de menores afectadas en Aragón ha ido en aumento, pasando de 97 en ese año a 138 nuevos pacientes en 2014 y que sigue en una triste progresión en 2015. Pedro Ruiz, jefe de Sección de Psiquiatría Infanto-juvenil del Clínico reconoce con preocupación el inquietante aumento de una enfermedad mental, para la que hay una predisposición genética o emocional, que tiene cura y que los cambios sociales y estructurales están complicándola mucho, sobre todo por su lado más oscuro y terrible que circula con total impunidad por Internet. "En unos 5 años puede estar superada –insiste–, un tiempo, eso si, que es un calvario para quienes la padecen y para las familias", sobre las que recae casi todo el peso de la recuperación de estos enfermos, en su mayor parte menores y mujeres, que comienzan a caer a los 12-13 años, con una muy baja autoestima, una gran sensibilidad y una enorme inteligencia y sentido de la perfección. Características casi comunes a todas, a las que se une esa insatisfacción universal en la adolescencia por el propio cuerpo, y que son detectables en cualquiera de los test psicológicos que de manera cíclica realizan a nuestros hijos en su escolarización. Solo hay que leerlos y alertar a las familias de su significado, que suele pasar camuflado para los padres entre signos típicos de la edad.


Las más vulnerables


"Frente a la genética podemos hacer poco –explica Valero Pérez, jefe del Servicio de Psiquiatría del Clínico–, pero ante lo emocional si. Si detectamos este grupo de niñas más vulnerables en la escuela y se trabaja con ellas en su autoestima, se puede frenar este aumento. Porque son pocas, un 5% de la población". "Y un 4,5% de estas adolescentes se detectaban en los colegios de Zaragoza en campañas preventivas", añade Pedro Ruiz.


La anorexia y la bulimia no son enfermedades nuevas, aunque en España se tomara más conciencia de ellas en los años 90 cuando se produjo un boom en su afloración. "Y ahora nos encontramos en un momento parecido –dice PedroRuiz– en el que es necesario tomar más medidas preventivas en las que intervengan los educadores escolares y la atención primaria sanitaria, a quienes hay que formar más en la detección precoz".


Pero, ¿cómo frenar la presión de una sociedad en la que se rinde culto a la belleza, a una estética en la no cabe nada más?, en la que te encuentras tiendas que solo venden hasta determinadas tallas "porque el diseñador no quiere que alguien con otro cuerpo las lleve", indica Carmen Galindo, presidenta de Arbada, la asociación fundada para ayudar y apoyar a familiares y afectados de trastornos de la conducta alimentaria y que trabaja codo con codo con la unidad del Clínico y la del Hospital Provincial, donde se trata a enfermos ya mayores de edad, "porque los hay de todas las edades, y se cae en ella a todas las edades; porque esta es una enfermedad que se cura o se cronifica o se convive con ella y contra ella durante años", asegura Carmen, cuya asociación imparte charlas en centros escolares, "en las que no hablamos de anorexia, sino de la importancia de la propia autoestima, de que te quieras como eres y que te acepten así. Esa es la verdadera prevención", trabajar los valores de estas menores que les afiancen como personas.


Porque deben luchar y aprender a convivir después contra todo tipo de presiones sociales, como los constantes mensajes en todos los medios sobre lo que hay que comer y hacer para tener un cuerpo que sea considerado ‘perfecto’, porque, como indican ambos psiquiatras, la mitad de las jóvenes de 18 años confiesa haber hecho dieta más de una vez a lo largo de su vida. Entonces, ¿en qué momento se les va de las manos? y ¿por qué?. "Los padres debemos estar alertas, porque suelen ocultar todos los síntomas hasta que ya es tarde. Hay que saber ver que cuando acaban de comer se van al baño a vomitar, o que no comen lo que deben o que tiran la comida a escondidas, que pierden peso, engañan, cambian de talla... que se autolesionan para calmar su ansiedad o porque han comido de más. Porque cuando nos enteramos ya es tarde y nos genera un gran sentimiento de culpa, porque esto no es una enfermedad que se solucione con una escayola o unas pastillas, este es un largo tren con paradas y vueltas atrás, con dolorosas recaídas, viendo sufrir a tus hijas. Hay que saberlo, hay que enfrentarse a ello, y estar con familiares que pasan por lo mismo ayuda mucho a dirigir y acompañar la recuperación".


Una enfermedad en la que el contexto lo es todo, porque puede estar latente y nunca salir. Como explica Pedro Ruiz, "la genética es muy importante, pero para que estos genes se expresen necesitamos de un ambiente cultural que los saque, como ahora el culto al cuerpo y a la imagen, y que va variando según las épocas. Si hay una vulnerabilidad biológica, un entorno que te hace no estar satisfecha con tu cuerpo, tu autoestima es baja y aparece un acontecimiento precipitante, como suspender, tener un problema con tus padres, romper con tu novio... es cuando sale la enfermedad".


Internet sin ley


Se trata de toda una conjunción de factores que se precipitan y terminan por arrastrar a adolescentes, que "en esa inseguridad en la transición de niña a adulta, la inseguridad misma de enfrentarse a la vida, les pone en una situación de fragilidad y vulnerabilidad", dice Valero Pérez, un tiempo en el que a ellas les resulta casi vital formar parte de ese mundo de estética idealizada e irreal y que hoy tiene un impacto destructor por la fuerza de Internet y la presión de las redes sociales y el Whatsapp. Un mundo que preocupa mucho, porque, "es un cóctel demoledor: cerebro inmaduro y un medio en el que todo vale. Esto no es solo la presión del patio del recreo, de niños que pueden ser muy crueles con otros mofándose o humillándoles por su aspecto físico, y que puede ser absolutamente normal, sino que sigue después en las redes sociales y en el móvil", dice Valero. "Que aumenta la gravedad y la complejidad de las enfermas que buscan y encuentran ellas mismas a través de Internet todo un mundo en el que reflejarse", destaca Ruiz. Páginas que incitan a la anorexia y a la bulimia, que dan consejos para ocultar sus prácticas, engañar a las familias; para bajar peso de manera muy rápida; que animan a la autolesión e incluso al suicidio como alivio para el terrible sufrimiento mental que padecen, porque son conscientes del dolor que provocan a sus familias y de esa constante batalla que libran entre comer o no comer, "porque –dice Carmen Galindo– consideran que curarse es engordar y en estas páginas lo encuentran todo". "Porque, como las drogas, el cerebro reproduce todos sus síntomas de vulnerabilidad, dolor o satisfacción", indica Valero Pérez.


Sin ley


Unas páginas que sorprendentemente son legales, a diferencia de otros países de nuestro entorno europeo, como Francia y Alemania, que han endurecido mucho su legislación penalizándolas para combatirlas.


Sergio Larraga, director de Consumo del Gobierno de Aragón, explica que desde 2013 duerme en la Comisión de Cooperación de Consumo, que reúne a todas las Direcciones Generales de Consumo de España y al Ministerio de Sanidad, una propuesta de modificación del Código Penal (elevada por las Cortes de Aragón) que penalice estas páginas, después de haber detectado en una inspección de oficio más de 200 que hacen apología de la anorexia, bulimia y trastornos alimentarios. "Pero hay muchas más. Solo hay que poner en el buscador proana (a favor de la anorexia) o promia (a favor de la bulimia) y salen tres millones de resultados en castellano". Cuenta con cierta amargura cómo pidieron a los principales buscadores que limitaran estos contenidos, pero "nos indicaron que ya tienen su propio control y que cuando pueden afectar a un menor avisan con una pantalla... Como si a un menor le afectase eso de “pulse si tiene más de 18 años”, algo que les invita, precisamente, a meterse más en lo prohibido". "Hace apenas unas semanas se aprobó la última reforma del Código Penal, perdimos una gran oportunidad", asegura, y recuerda que "habíamos presentado una enmienda en el Senado pero no se aprobó. Quizá creían que es mejor optar por la educación y la prevención, quizá no saben que ya se está haciendo y que con un problema tan enorme hay que actuar desde todos los frentes". Porque, como indica Pedro Ruiz, "lamentablemente solo son ilegales las que insultan al Rey, hacen apología del terrorismo, el nazismo, el yihadismo, la violencia de género, y la pornografia, y a través de estas páginas se hacen verdaderas barbaridades de todo tipo, incluso de pederastia, aprovechándose de la vulnerabilidad de estas adolescentes".