López Amaya le da el gol del Tenerife al lanzador del córner y elude la mano

El árbitro andaluz dice en el acta que el tanto canario lo marcó Aitor Sanz, directo desde el córner. De este modo, obvia el golpeo ilegal de Maxi Pérez en el segundo palo, que fue quien tocó el balón en último lugar.

Cuando Maxi Pérez marcó con la mano el 1-0 el pasado domingo en el Heliodoro Rodríguez de Tenerife eran las 7 y cuarto de la tarde, hora peninsular. Fue en un extraño remate a la salida de un córner cerrado, botado por Aitor Sanz, que Alcolea, aún afectado por el balonazo sufrido en la cara en la jugada previa, se comió por alto. Era el minuto 15 y el tanto segó de raíz el empuje inicial del Zaragoza y derivó el partido hacia unas trazas bien diferentes a las que tenía hasta ese momento.


Varios jugadores zaragocistas, con menor vehemencia de la que la acción irregular de Maxi requería, protestaron al árbitro, el granadino Juan Manuel López Amaya, y al asistente que seguía el ataque local. Dorca, Cabrera, Willian, indicaron al colegiado andaluz que el delantero uruguayo del Tenerife había marcado con la mano, con el típico gesto de tocarse el brazo varias veces. López Amaya y su linier se llamaron andana, negando con la cabeza y dirigiéndose al centro del campo dando validez al tanto.


Los futbolistas tinerfeñistas felicitaron a Maxi Pérez durante casi un minuto, en su retroceso hacia campo propio, en clara muestra de que el sudamericano había sido el último en tocar –con lo que fuese– la pelota sobre la línea de gol. A nadie en el estadio le quedó duda de que Maxi era el autor de la diana. Y, a través de la televisión, todavía hubo menos. Además de apreciarse el anormal gesto de la mano izquierda del punta chicharrero, se intuyó que, de no haber tocado la pelota él, tal vez no hubiese entrado directamente el córner cerrado.


Pues bien, cuando López Amaya se dispuso a redactar el acta, pasadas las 9 de la noche, el árbitro decidió que el gol del Tenerife, anotado en el minuto 15, era el referido Aitor Sanz. Es decir, eludió al principal actor de la acción, Maximiliano Pérez y, de este modo, en su conciencia de juez de la contienda, eliminó cualquier polémica respecto de la ilegal manera de producirse ese tanto. Si, como él dice, el balón entró directamente (hecho que no es cierto), la disquisición sobre la mano de Maxi no tiene cabida según su tesis. Dos horas, llenas de polémica e imágenes, pasaron desde el gol hasta la redacción de esta singular acta.