Una pesadilla latinoamericana

Gustavo Faverón Patrau, narrador y profesor en Maine, ha visitado Zaragoza para presentar su novela ‘El anticuario’.

Un curioso retrato del narrador peruano Faverón, que acaba de pasar por Cálamo, bajo la lluvia.
Una pesadilla latinoamericana
Candaya

-Pese a su amplio bagaje en la literatura, ‘El Anticuario’ es su primera novela. ¿Cómo surgió la idea de escribirla?

La novela se me impuso por completo. Al principio fue una historia real que sucedió a un íntimo amigo. Asesinó a su novia en medio de un ataque psicótico y años más tarde se quitó la vida, incapaz de asumir su terrible acto. Él venía de una familia con mucho poder en el Perú y, pese a encontrarlo culpable, el juez no lo envió a prisión sino a un psiquiátrico. Después de estos hechos, durante años, lidié con sentimientos encontrados. Por un lado me preguntaba si podía seguir siendo amigo de un asesino; por otro lado, seguía sintiendo afecto por él. Después de mucho tiempo, pude al fin escribir mi experiencia vital.


-Ahora comprendo por qué el narrador se llama Gustavo. Le iba a preguntar por ello.

Al principio, el otro protagonista: Daniel, también se llamaba como mi amigo, pero más tarde le cambié el nombre. Ciertamente el narrador tiene cosas de mí mismo, de ahí que le pusiera mi nombre. También pensé que era un modo de entablar un juego con el lector, y que se preguntara hasta qué punto la novela era autobiográfica. Me sirvió también para recordarme el origen real de la ficción.


-¿Definiría la novela como una pesadilla?

Casualmente acabo de utilizar esa palabra al describir pasajes de ella. Para Gustavo, descubrir las oscuridades de la mente de su amigo equivale a entrar en una pesadilla. Mi intención fue escribir un libro muy visual, que impresionara al lector al igual que las películas del expresionismo alemán de los años veinte. Cada escenario debía tener algo distorsionante, algo que le quitara realidad. Y eso es justamente lo que conduce a la impresión de pesadilla.


-No ubica el relato en Perú; obvia las referencias geográficas creando una sensación de misterio. Todo se torna fantasmagórico…

Me da gusto que menciones otra de mis decisiones más conscientes. En ningún momento hubo en el manuscrito referencia a Perú, a Lima, a ningún político o incluso al grupo terrorista del que se habla. Obviamente quería que la realidad peruana estuviese muy presente, pero de modo abstracto, con el fin de que contribuyera a esa atmósfera de pesadilla de la que hablábamos. Por otra parte me interesaba ver qué sucedía cuando el libro fuera leído por lectores de otros países, hasta que punto ellos lo podían utilizar a modo de espejo deformante de la realidad de otros lugares. Por ejemplo, al leer novelas realistas sobre los desaparecidos de Argentina, me preguntaba cómo hubiera sido mi lectura si se hubieran obviado las referencias a la Argentina o a Videla. ¿Hasta qué punto Imaginaría yo que se trataba de desaparecidos en el Perú o en otro lugar?


-Su novela es alta literatura, pero la conjuga con géneros populares: la novela gótica, la policiaca. ¿Es lector de todas ellas?

Jajaja, debo confesarte que no. Es cierto que ‘El Anticuario’ es un relato muy gótico y muy policial, pero ese tipo de novelas no me resultan atractivas. Lo que sí me gusta mucho es cuando otros escritores recurren a ellas para propósitos diferentes. A mis alumnos de literatura en Maine, Estados Unidos, les hacía notar hace poco lo que sucede, por ejemplo, con ‘La ciudad y los perros’. Todos los rasgos del policial están ella: el argumento gira en torno a la investigación de un crimen, un lugar cerrado, las pistas falsas y verdaderas… Sin embargo, a nadie se le ocurriría calificarla como: "una novela policiaca de Mario Vargas Llosa". Por eso lo que me interesó en ‘El Anticuario’ fue ver qué vuelta de tuerca podía yo darle al género para que dejara de serlo y pasara a ser algo distinto: una propuesta original, en suma.