Teresa de Ávila cumple cinco siglos

Algunos libros de autores contemporáneos rinden homenaje a la autora de ‘Las moradas’

Teresa de Ávila cumple cinco siglos
Teresa de Ávila cumple cinco siglos
Pilar Ostale/Víctor Meneses

Se hace de noche y quinientos años caen de pronto sobre todas las ciudades del mundo. Hay luces encendidas en algunas casas. El recuerdo de la gran Teresa de Ávila (1515-1582) calienta los filamentos de las bombillas y las palabras de algunos escritores se convierten en heteróceros que se dirigen hacia esa luz que nunca se apaga en el ideario de quien busca la lucidez en esos pequeños detalles que hacen a algunos hombres eternos. Los dedos, los ojos y los oídos forman triángulos isósceles sobre las mesas cuajadas de documentación y Teresa de Cepeda y Ahumada, resucita como resucitó Lázaro porque Dios no se olvida de aquellos que alguna vez aman su carne.


Es de noche, sí, pero por suerte en España ya no hay fascistas y cada trozo de la carne de Teresa, descansa en el lugar en el que debe descansar la carne muerta. Todos los que buscamos en el reino de las palabras nuestra salvación queremos homenajear a esa mujer que desafió a las sombras envuelta en sus propias sombras. Llevo semanas releyendo a la reformista descalza y en cada uno de sus libros me reencuentro con esa vigencia que convierte en eternos a los lúcidos, me reencuentro con una mujer a quien su venerado Dios le negó cada una de las certezas que mereció esa mujer que tanto luchó por Él. Fue perseguida por la luz y por las tinieblas, pero sobre todo fue perseguida por esa dicotomía con que la religión abre en canal a sus hijas más devotas.


La noche sigue avanzando como avanza ese mar que nadie espera en tierra seca y vienen a visitarme como fantasmas los homenajes que otros escritores le hacen a mi admirada Teresa.


Llega en primer lugar la bocanada de aire fresco que ha significado leer ‘Malas palabras’ (Lumen, 190 páginas) la nueva obra de Cristina Morales (Granada, 1985) un libro que te transporta sin miramientos al siglo XVI y que saca a la palestra a una santa abrigada por las dudas y la obediencia. Un diario con el que Teresa desea salir de ese invierno cíclico en que la hace permanecer esa necesidad suya de bailar con el diablo para aspirar a que su último baile sea con Dios: "Como me conozco las ollas de sangre que me pone a hervir el demonio"; escribe la joven granadina de peinado punk y acompaña a los lectores hasta la mismísima puerta de celda de la santa de Ávila. Morales se hace carne habitando sin pudor el cuerpo de la más carnal de las Teresas, aquella que no conseguía olvidar a la mujer que había sido y que parece que sólo vive para recordar la carne de niño que la llevaría a esa carne definitiva que más tarde colgaría de su cuello: "A Diego y a mí nos engolfaba la teología". "Teresa, amadora tú también de un hombre que antes de resucitado fue muerto, que muerto es como más lo amas y muerto lo tienes colgado del cuello". Aquella cuyo testamento emocional y religioso había escrito la prematura muerte de su madre: "Soy Teresa de Jesús y aquí estoy con catorce años, viendo mi casa vaciarse". Morales muestra a la carmelita dudosa, a la que reconstruye una y otra vez ese juguete roto que siempre acaba siendo la fe. A la feminista más femenina que ha dado el siglo XVI y muchos de los siglos venideros: "Acaso murió Jesús sólo por los hombres".


Teresa vive y lo hace por encima de sus posibilidades y se agarra a esa carne que presiona su memoria y rememora aquellos pequeños episodios que casi rozan el sadomasoquismo junto a su primo Diego. Está claro que aún ve parte de su carne de niño dentro de sus uñas. Teresa de Jesús morirá siendo una mujer equivocada, ella lo sabe y de ahí esa ciénaga de dudas donde cada noche amparada por Dios sumergirá sus pies.


‘Malas palabras’ es un libro valiente, una hermosa ilusión óptica, una cena inesperada con una mujer valiente que jamás le temió al hambre emocional, ni al hambre espiritual, ni siquiera al hambre real a ese incendio que devasta el estómago de aquellos a los que su Dios olvida siempre.


Pero no es sólo la juventud quien idolatra el arrojo de aquella pateadora de conciencias burguesas y caminos polvorientos. También acude a la luz imantada del recuerdo de la santa otra escritora, Espido Freire (Bilbao, 1974) pero su ambición es más escasa que la de la joven granadina, y por eso trata de recrear en su libro, ‘Por vos nací’ (Ariel, 326 páginas) un hipotético encuentro con la santa, un mes en el que Freire intentará construir, a partir de un diálogo para mi gusto demasiado atildado una recreación del Libro de la vida. Sin embargo no encuentro en él ni la fiereza de Teresa ni esa dualidad que marca los contornos del libro de la Santa y que sin duda alberga un lecho en el que yacen de manera alterna Eros y Jesús sin distinción.


Pero avancemos porque el día está mezclándose ya con la noche y las polillas comienzan a efectuar movimientos cada vez más suicidas, están a punto de morir. Ahora toca recordar a Teresa desafiando a la Santa Inquisición de la mano del escritor y sacerdote Jesús Sánchez Adalid (Don Benito,1962) que fecunda el recuerdo de Teresa construyendo una suerte de biografía novelada, ‘De repente, Teresa’ (Ediciones B, 576 páginas) que hará las delicias de todos aquellos que quieran sentir ese fuego que noche tras noche y día tras día persiguió la carne de quien no se atrevió a ser la mujer de un hombre vivo y sin embargo se atrevió a ser la mujer más fiel y devota que jamás haya soñado un hombre muerto. En él Adalid nos habla de una persecución feroz siempre mitigada por ese miedo que a los doctos insufla la inteligencia. Un libro que deja entrever que a Santa Teresa la salvó de la hoguera esa falta de control sobre su lengua, esa lengua débil en la soledad de la celda y que tanto asustó y tan bien plasmaría, Juan Mayorga en su obra ‘La lengua en pedazos’.


Miro hacía el suelo y un lecho de insectos muertos yace junto a mis pies. Sus alas quietas forman el nombre de un nuevo libro, ‘Sus ojos en mí’. nuevo Premio de Novela Azorín que Fernando Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947) ganaba mientras que yo escribía estas líneas y que versa sobre los amores no carnales entre la santa de Ávila y el joven fraile Jerónimo Gracián. Sin duda habrá que leerlo, porque dudo mucho que entre el cuerpo de Jesús y el de su primo Diego fuese capaz de colarse hombre alguno. Está claro que Santa Teresa de Jesús Vive y que su recuerdo y su obra tiene tantas versiones como resurrecciones sus palabras.