Javier Miranda: "quien no recibe tratamiento es porque aún no lo necesita"

Superó la hepatitis c con Interferón, un medicamento muy anterior.

Javier Miranda fue tratado con interferón después de recibir un nuevo hígado.
Javier Miranda: "quien no recibe tratamiento es porque aún no lo necesita"
Guillermo Mestre

Supo que tenía hepatitis en el año 87. "Me dijeron que no era la A ni la B, pero no sabían mucho más", recuerda Javier Miranda. Hasta que en 2007 le fue confirmada la C, acompañada de una cirrosis hepática en grado 3. "Si me hubieran puesto un tratamiento entonces, con el hígado bueno, no hubiera vuelto a enfermar. Pero no daba tiempo, y me tuve que someter a un trasplante. Por desgracia, el virus seguía en la sangre y a los pocos meses me dijeron que el nuevo hígado ya estaba infectado y que la evolución era muy rápida". Hasta la aparición del sofisbuvir, el tratamiento era la combinación de interferón con otros medicamentos como la ribavirina, aunque muchos enfermos se resisten. Los efectos secundarios del interferón son muy duros, especialmente para pacientes ya de por sí débiles por la enfermedad. "El tratamiento dura casi un año, y a los tres meses ya empiezan las anemias, que te obligan incluso a necesitar transfusiones. Y todo ello con una esperanza relativa, porque menos del 40% de los enfermos responde positivamente al interferón". Afortunadamente, Javier Miranda fue uno de los que recibió buenas noticias:la carga viral se fue reduciendo hasta desaparecer:25 años después de saber que portaba la hepatitis C, y tras un trasplante, su organismo se había librado por fin del virus.


De haber existido Sovaldi hace dos décadas, Javier Miranda se habría ahorrado muchos sufrimientos y tendría su propio hígado. Por eso comprende a los que se manifiestan para que el nuevo tratamiento llegue al mayor número de personas:"Pero para muchos todavía han de pasar años y años hasta que la situación requiera ese tratamiento. Por eso, lo importante es dejar muy claro que los que lo necesitan realmente lo tengan, sin importar el precio. Y después, ampliar el tratamiento a más gente. Hace décadas pasó lo mismo con la penicilina: era tan cara y difícil de conseguir que solo se utilizaba en situaciones complicadas. Ahora su precio es barato y está disponible para todo el mundo; confío en que pase lo mismo con el nuevo tratamiento, que el precio vaya bajando y su aplicación se generalice hasta que no quede ni un enfermo".


Javier Miranda saca un aspecto positivo de la tensión actual: la enfermedad ha pasado de ser un tabú a convertirse en visible. "Hay mucha incomprensión con la hepatitis C y muchos no entienden que su contagio es casi siempre fortuito y tuvo lugar años atrás. Pero durante mucho tiempo hemos estado escondidos, ocultándolo. Ahora sabemos que somos muchos, y que podemos unirnos para ejercer presión y asegurarnos de que tras las elecciones los tratamientos seguirán".