HERALDO DOMINGO

Sos vuelve a torear la vaquilla

Hace 25 años, sus calles se convirtieron en el set de rodaje de la película de Berlanga. Vecinos y actores cuentan su experiencia.

De izquierda a derecha, Ignacio Machín, Lourdes Suesco, Juana Íñiguez y Máximo Vinacua
Sos vuelve a torear la vaquilla
VÍCTOR LAX

A quel día los miembros del equipo de rodaje nos dijeron que no podíamos acercarnos al lugar de grabación donde Alfredo Landa y José Sacristán, los rojos, se estaban bañando desnudos. Pero una monja del pueblo estaba empeñada en ver una de las grabaciones y como no podía hacerlo otro día pedimos permiso a los productores y allí estuvimos, la hermana y yo, viendo una de las escenas más divertidas y picaronas de toda la película".


Esta es una de las decenas de anécdotas que Lourdes Suesco recuerda de los tres intensos meses que se vivieron en Sos del Rey Católico durante el rodaje de ‘La vaquilla’, dirigida por Luis García Berlanga. Fueron casi ochenta días, del 4 de agosto a finales de octubre de 1984, en los que el pueblo se paralizó. "No se hacían comidas ni cenas, porque todo el tiempo libre del que disponíamos lo dedicábamos a ir a los rodajes o ayudar a los productores a conseguir lo que nos pedían", apunta Lourdes.


Veinticinco años después, las calles de Sos son un ir y venir de gente que ha aprovechado el puente de San José para disfrutar de uno de los rincones más hermosos de Aragón. Muchos han oído hablar de la película de Berlanga y sonríen cuando escuchan contar a los vecinos anécdotas de esta historia que narra las peripecias de cinco soldados republicanos que deciden pasar a un pueblo de la zona nacional para robar la vaquilla de las fiestas.


Lourdes, Máximo, Juana, Ramona, Sotero y Eustaquio ‘El majo’ fueron seis de los cerca de 700 extras que intervinieron en la película. Además, otras personas como Lourdes Suesco o Ignacio Machín, actual alcalde del municipio, se encargaban de las labores de producción y avituallamiento.


Gente de Sos del Rey Católico y de otras localidades próximas como Ejea, Castiliscar, Sádaba, Luesia, Sofuentes, Uncastillo, Bardenas, Ribas y Tauste llegaban cada día en autobús al set del rodaje. Allí permanecían, vestidos de alférez, soldados rasos, manolas o jefes de la Falange una media de entre ocho y diez horas, según las escenas.


Los vecinos de Sos que intervinieron en esta producción, una de las más caras de la época, con 250 millones de pesetas de presupuesto, recuerdan con cariño esa caravana de actores. Protagonistas de la talla de Alfredo Landa, José Sacristán, Guillermo Montesinos, Adolfo Marsillach, Juanjo Puigcorbé o el aragonés Gabriel Latorre compartieron con los vecinos planos, cafés en los bares del pueblo y cenas en la peña ‘El cartucho’.


"Vivimos muchas experiencias y anécdotas con los vecinos. Yo compartí hasta mi perro, Ulises, que se cruzó con una perra del pueblo", indica el actor Guillermo Montesinos.


De Ulises se acuerdan muy bien los vecinos de Sos, sobre todo Teresa, la dueña de la perrita con la que se cruzó, y Lourdes, que todavía visualiza la cara de enfado que ponía el can "cuando alguien que no era de su agrado entraba donde él estaba".


Pero Ulises no fue el único animal con malas pulgas del rodaje. Las vaquillas, protagonistas indiscutibles de la película del mismo nombre, trajeron de cabeza al equipo de producción y al resto del pueblo. "Inicialmente pensaban grabar con vacas bravas, pero era imposible. Se lanzaban contra todo el mundo y después de pensar en la opción de adormilarlas y ver que esa no era la solución, estuvimos dos días enteros buscando una mansa, hasta que encontramos una en el pueblo soriano de San Pedro de Manrique", recuerda Máximo Vinacua, que era el encargado de llevar en su taxi al director, los actores, productores e, incluso, los rollos de película.

Vacas mansas


A final, la vaquilla protagonista era tan mansa que no tenía ni cuernos así que los responsables de atrezo le colocaron unos postizos. Pero las vacas bravas seguían dando guerra. "Uno de los días que más miedo pasamos fue cuando estaban rondado en la plaza de toros la escena de la fiesta y la vaquilla se escapó sin previo aviso. Aquel día el director no gritó acción ni se repitieron planos, porque se hizo la toma seguida sin cortes ni problemas", apunta Ignacio Machín.

Los vecinos que andaban por la zona conocida como ‘El campo del toro’ no pensaron lo mismo cuando se encontraron de bruces con el animal, que tuvo que ser reducido después de varias horas correteando por el pueblo.

Fue una de las pocas sorpresas de un plan de rodaje, que se cumplió milimétricamente, después de que el guión permaneciera desde los años cincuenta en un cajón como consecuencia de la censura. A pesar del tiempo transcurrido, el director, de madre aragonesa, tenía claro que Sos era el lugar donde transcurría esa historia, aunque algunas secuencias se rodaron en Ruesta. Así lo recordaba en una entrevista con HERALDO en 1984: "Yo participé en la guerra, aunque no estuve en Aragón y la imagen que tengo de aquello es a través de un paisaje aragonés".


Y dicho y hecho. El pueblo se transformó, por obra y gracia del cine, en una localidad en guerra, con pintadas por todas las calles, y con la gente caracterizada desde las ocho de la mañana hasta que se iba el sol. "Todo el día íbamos vestidos con los uniformes. El pueblo estaba tan bien ambientado que parecía que estaba tomado por el ejército. Un día llegó una amiga mía, guía turística de Barcelona, acompañada de un grupo de mejicanos. Los pobres alucinaron cuando mi amiga les dijo que había pueblos en los que todavía quedaban resquicios de la guerra. Se quedaron flipados con las pintadas, los soldados y un grupo de curas jugando al futbolín. Al anochecer le conté que era falso y se quedó alucinada, porque era todo tan real que parecía que habíamos retrocedido en el tiempo cincuenta años", afirma Juanjo Puigcorbé.

Ni el intenso calor de agosto, ni las vaquillas bravas ni las decenas de veces que Berlanga mandó repetir algunas tomas (diecisiete veces subió Alfredo Landa a las trincheras para grabar una escena), frenaron la ilusión que actores y extras mostraron por esta historia.


Protagonistas como Puigcorbé, Montesinos o el aragonés Gabriel Latorre reconocen "el orgullo que suponía trabajar con un director de la talla personal y profesional de García Berlanga", apunta Latorre.


Un cuarto de siglo después, los extras que participan en este reportaje insisten en que "lo mejor del rodaje fue la actitud de los actores, que nos trataron de maravilla. Además, cobramos unos dineritos. Yo con lo que gané me compré un anillo con un diamante y un zafiro que guardo como oro en paño", señala Ramona Puig.


Vestida con un traje granate, Ramona intervino en muchos planos, lo mismo que Juana Iñiguez, que interpretó el papel de jefa de la Falange. "Durante los meses que duró la grabación me levantaba muy temprano para peinarme, maquillarme y vestirme, pero lo hice feliz, porque me gustó mucho la experiencia", apunta Juana.


A su lado, Lourdes Suesco asiente con la cabeza. Al volante de su Seat 124, hizo labores de productora, llevando al rodaje conejos y gallinas de su granja, aperos de labranza de su familia y bocadillos para los extras.

"Ahora tengo 74 años pero si me dijeran que se iba a rodar otra vaquilla sería la primera en apuntarme. Y, si hiciera falta, pagaría por ver de nuevo como Sos se convierte en un plató de cine", concluye Lourdes.