PABLO FAJARDO, ABOGADO

La versión ecuatoriana de Erin Brockovich

Pablo Fajardo peleó para conseguir la mayor indemnización de la historia por daños ecológicos: 9.500 millones de dólares.

Pablo Fajardo, ayer, en el hotel Alfonso I de Zaragoza.
La versión ecuatoriana de Erin Brockovich
OLIVER DUCH

Sus armas no son blancas; son verdes. Como Erin Brockovich, a la que interpretó en el cine Julia Roberts, Pablo Fajardo logró poner contra las cuerdas a su particular Goliat, la petrolera Chevron-Texaco. No fue con una honda, sino con el Derecho. La carrera que terminó gracias a la solidaridad española -una familia costeó sus estudios- y la de sus vecinos, en la Amazonía ecuatoriana. «Me ayudaron con lo que tenían: una gallina, un racimo de banano... Eso vale más que cualquier regalo, son gestos casi sagrados», opina.


Pablo quiso compensarles... y lo cumplió con creces. El pasado febrero, les llevó 9.500 millones de dólares. La multa que impuso el juez a la petrolera en el largo litigio por los daños ecológicos causados en el país. Un juicio que empezó en 1993 y que aún no ha terminado, ya que la sentencia está recurrida por ambas partes. «No estamos completamente conformes con la cantidad, aunque sea un paso importante. Que un grupo de campesinos le gane a una poderosa empresa... Se habrán gastado mil millones de dólares en defenderse. Nosotros, entre 20 y 30, y los debemos casi todos», admite.


Pero este es solo el final de una historia que empieza mucho antes. La de un joven que, a pesar de la pobreza, nunca dejó de comprometerse con la defensa de su tierra y sus gentes. «Vengo de una familia muy humilde de diez hermanos. Cuando mis padres se trasladaron a la Amazonía, me integré en el trabajo social de la Iglesia Católica y, con el apoyo de los padres capuchinos, creé un grupo de defensa de los Derechos Humanos», cuenta. Así, pudo conocer los problemas a los que se enfrentaba su pueblo. Él mismo llegó a trabajar para la petrolera, compaginándolo con sus estudios de Secundaria.


Cuando se inició el proceso judicial, en Estados Unidos, Fajardo colaboró con los demandantes. Años después, en 2002, el caso pasó a Ecuador. Uno de los letrados enfermó, y Fajardo se convirtió en titular del proceso. Un camino difícil, a pesar del resultado. «A veces, te sientes impotente. Me encontré casi recién licenciado frente a un ejército de abogados con 25 años de experiencia. El apoyo de mi gente y haberlo vivido desde dentro te dan fortaleza», cuenta.


El pasado mes de febrero, una periodista lo llamó para preguntar qué le parecía la suma impuesta a la petrolera, la multa medioambiental más alta. Era su primera noticia. «No esperaba la sentencia hasta finales de este año. Más que el dinero, era fundamental que nos dieran la razón. No por ir contra una empresa, sino, sobre todo, por crear una conciencia colectiva de respeto al medio ambiente», afirma el letrado.


Así lo dijo ayer en Zaragoza, una plaza que ya conocía. Estuvo en la Expo, en el Faro, y, meses después, invitado por Medicus Mundi, uno de cuyos informes sobre los efectos del petróleo sobre la salud se usó en el juicio contra Chevron- Texaco. Sin embargo, su audiencia ayer no resultaba, a priori, tan complaciente. Participó en una charla sobre energía organizada por la Asociación de Directivos y Ejecutivos de Aragón (ADEA), junto al ex ministro colombiano y actual asesor de EE. UU. para asuntos energéticos Rodrigo Villamizar. «Estoy feliz de que me inviten empresarios. No ocurre en todos sitios, porque me ven como enemigo. Pero no es así. No me niego a que las multinacionales inviertan en mi país; solo quiero que respeten nuestro territorio y nuestra cultura», justificó. A pesar del éxito logrado, lo tiene claro: él seguirá siendo David, nunca Goliat. «Me han ofrecido entrar en grandes firmas, pero prefiero ser libre. Me debo a toda mi gente y no los decepcionaré», concluye.