INFANCIA

La emigración siembra Europa del Este de niños sin padres

Miles de menores quedan solos cuando sus progenitores buscan una vida mejor en los países más ricos del continente.

La emigración masiva de trabajadores de la antigua Europa socialista a la parte occidental de la UE ha tenido efectos positivos para muchos de estos países, pero también algunas consecuencias sociales dramáticas. Decenas de miles de niños rumanos, polacos y búlgaros se han quedado sin sus padres en sus países de origen. Están a cargo de abuelos, tíos u otros familiares, amigos o autoridades locales, porque sus progenitores no se los han podido llevar consigo. Algunos menores llevan años en esta situación, lo que les provoca graves problemas psicológicos.


Los familiares y amigos de los emigrantes hacen lo que pueden para ayudar a sus hijos, pero la buena voluntad no es suficiente.


Rumanía es el país de la UE donde el problema es más serio. Dos millones de rumanos han emigrado en los últimos años, fundamentalmente a países como España e Italia. No todos han podido llevarse a sus hijos. "El fenómeno se ha acrecentado desde que Rumanía entró en la UE porque existe libre circulación de personas a través de las fronteras de la Unión. Los padres hacen el sacrificio de dejar a sus hijos en Rumanía y de emigrar porque quieren darles un mejor futuro", explica Mariela Neagu, responsable de una institución que se encarga de la protección de menores.


En muchas escuelas de Rumanía, sobre todo en el norte y este del país, la mitad de los alumnos tienen a sus padres trabajando en el extranjero. Según datos oficiales, unos 80.000 niños y adolescentes rumanos soportan esta situación. "Muchos de estos niños creen que sus padres van a volver pronto. Pero no es así. En el mejor de los casos sus padres volverán de vacaciones", señala el trabajador social Nicolae Bogdan. Los más desafortunados acaban en orfelinatos, que en Rumanía no son precisamente lugares plácidos donde los menores de edad puedan desarrollar sus facultades físicas y psíquicas con normalidad.


Los niños de la calle son la cara más amarga de esta trágica situación, sobre todo en Bucarest, donde es frecuente ver en cruces, plazas y estaciones a grupos de chicos y chicas entre 10 y 14 años, desarrapados y drogados hasta las cejas, mendigando, vendiendo chucherías o robando para sobrevivir o comprarse el pegamento que les permitirá olvidar durante unas horas su mísera existencia.


Los suicidios de Moldavia


Moldavia es la región más atrasada de Rumanía. Situada al este del país y fronteriza con las ex soviéticas Ucrania y República de Moldavia, este territorio cuenta también con el mayor número de niños separados de sus padres. El 27 de marzo de 2006, en el pueblo de Ciortesti se suicidó un pequeño, Razvan, cuya madre se encontraba trabajando en Italia. El suceso en este poblacho enclavado en una región pobrísima, donde los campesinos viven como hace décadas en las zonas más deprimidas de España y el sueldo medio es de unos 100 euros al mes, hizo saltar la alarma. El caso de Razvan no era excepcional. La emigración, cuyas protagonistas, en la región de Moldavia, son en muchos casos mujeres y madres de familia, ha dejado desamparados a muchos niños. Según la Agencia Nacional de Protección de la Infancia, los menores de edad privados de sus madres o de ambos progenitores sufren problemas psicológicos y manifiestan agresividad y ansiedad. En la provincia de Lasi, a la que pertenece Ciortesti, hay 10.000 menores en esta situación. Los ayuntamientos, directores de escuelas, psicólogos y colectivos como Alternativas Sociales hacen lo que pueden, pero no tienen medios suficientes.


Tras diversos estudios han podido detectar que el índice de suicidios entre los menores separados de sus padres en esta provincia rumana es superior la media del país. En el resto de Rumanía la situación, aunque no es tan grave, no deja de ser seria.


La Administración, que ha pedido ayuda a países como España e Italia, hace esfuerzos por mejorar la atención a la infancia, pero las asociaciones que trabajan sobre el terreno, aunque reconocen que se han dado pasos positivos, aseguran que la burocracia, la falta de recursos y la corrupción son males endémicos que azotan con especial crueldad a los niños y adolescentes más desamparados.

Orfelinatos de emigración


La situación de los menores separados de sus padres emigrantes en Polonia, aunque no es tan conocida como en Rumanía, no deja de ser grave. Según el diario 'Polska', este problema afecta a unas 110.000 familias en todo el país centroeuropeo, especialmente en las regiones del noreste y el este, las menos prósperas y que más emigración económica generan. Pero incluso una región relativamente próspera como Mazowieckie, donde está situada Varsovia, se ve afectada por este problema.


Un estudio del Ministerio de Educación sobre 300 centros escolares de este territorio, un 25% del total, revela que unos 2.000 menores de edad viven sin sus padres, porque éstos han emigrado a Europa occidental. Otros trabajos confirman que muchos de estos críos sufren problemas de agresividad, alcoholismo y falta de adaptación social. La emigración masiva ha provocado también un aumento de los conflictos familiares y los divorcios. 500.000 parejas polacas viven separadas porque uno de los cónyuges trabaja en el extranjero, y en 2007 se registraron 100.000 divorcios achacables a este fenómeno.


El 30% de las rupturas afecta a parejas jóvenes. Los niños, también aquí, suelen ser las víctimas inocentes de esta situación.


Según la Asociación de los Derechos de los Padres y de los Niños, la emigración y sus repercusiones familiares han dejado a 140.000 menores de edad en manos de instituciones sociales del Estado. En Polonia se les llama "orfelinatos de emigración".


El drama de los niños extrañados de sus padres forma parte asimismo de la realidad social de Bulgaria, que también se enfrenta a otras lacras, como la explotación sexual, los malos tratos y el abandono de menores. El 30% de los que viven en instituciones sociales del Estado no tiene ninguna relación con sus familias.