IGLESIA

Cuidado con las apariciones marianas

Una mujer, de rodillas frente al santuario de Fátima
Cuidado con las apariciones marianas
EFE

Ya lo dijo sin rodeos Benedicto XVI este verano en el mísmismo santuario de Lourdes: «Cristo no es médico». Juan Pablo II, de carácter más místico, tenía debilidad por las apariciones marianas y sobre todo, una relación personal con Fátima. Porque en esa festividad, el 13 de mayo, sufrió el atentado y años más tarde aseguró que era eso lo que predecía el famoso tercer secreto. Sin embargo, como se sabe, Ratzinger tiene otro estilo. No le va nada el colorín y lo milagrero. «Ninguna aparición es indispensable para la fe, la revelación terminó con Jesucristo», dijo racionalmente hace unos años, cuando era cardenal. Así que, como en otros campos, se avecina una moderación de excesos.

El Vaticano, según el medio digital católico Petrus, ultima un documento para poner orden en las apariciones de vírgenes y santos, con un severo filtro de camelos. Según este medio cercano a la Santa Sede, el método a seguir comenzará por formar una comisión integrada por teológos, psicólogos, psiquiatras y exorcistas. Lo primero es imponer silencio al supuesto vidente o testigo de la aparición para estudiar con serenidad el caso. Este trámite ya es un banco de prueba, pues en precedentes retenidos auténticos por la Iglesia, como Lourdes, Fátima o Guadalupe, los interesados respetan las órdenes de la Iglesia local y no van a contarlo a la tele.


Después el vidente será examinado por psiquiatras y psicólogos, tanto católicos como no creyentes, para verificar su salud mental y si puede haber sufrido alucinaciones o tiene afán de protagonismo.


La comisión deberá comprobar la formación de esta persona, por si se ha instruido en el tema para engañar a los expertos. Incluso, afirma este medio, llegarían a examinar su ordenador para ver si ha buscado información alusiva en Internet. En cuanto a lo que diga, no deberá contrastar con la doctrina oficial de la Iglesia, porque entonces, naturalmente, se considerará que miente. Y aún así será interrogado por un exorcista para averiguar «si tras las apariciones se esconde Satanás para engañar a los fieles», afirma el diario. Por otro lado, la comisión se cerciorará de que los pastorcitos de turno tampoco tengan intereses económicos en la zona. En estos casi cuatro años de pontificado Ratzinger se ha dedicado a moderar algunas tendencias expansivas de Wojtyla. Por ejemplo, por si alguien no lo ha notado, de Roma salen bastantes menos santos. Ahora le toca a las apariciones, aunque la Iglesia ya es muy cauta con este tema: de 300 presuntos casos analizados en el último siglo sólo ha reconocido doce. El último fue el año pasado el de Laus, en Francia, pero ha tardado tres siglos. En este momento la Iglesia aún debe pronunciarse sobre dos casos peliagudos y muy populares en Civitavecchia, el puerto de Roma, y sobre todo en la localidad bosnia de Medjugorje, donde teóricamente la Virgen se ha aparecido miles de veces desde 1981. Ahora es un próspero centro turístico, como los santuarios auténticos.