Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

¿Por qué los insectos vuelan hacia la luz (y se estampan contra ella)?

Una reciente investigación explica este comportamiento. Lo irónico es que la clave está en que los insectos buscan darle la espalda a la lámpara.

Los focos de luz artificiales afectan al vuelo y orientación de los insectos.
Los focos de luz artificiales afectan al vuelo y orientación de los insectos.
Wikipedia

Todos hemos sido testigos: insectos voladores orbitando una lámpara o estampándose contra ella. ¿A qué se debe este comportamiento suicida? Ahora una investigación lo explica. Y lo irónico es que la clave está en que los insectos se ofuscan en darle la espalda a la lámpara.

"–¡No, Harry no! ¡No mires a la luz! –No puedo evitarlo. Es tan bonita…". (‘Bichos’). ¡Corten! ¡Corten! Esta escena no tiene sentido. ¿Quién lo dice? Lo dice el insecto que interpreta al bicho. Y lo avala un estudio recientemente publicado efectuado por entomólogos del Imperial College de Londres. Ya sé que se trata de una película de animación para un público familiar y sin más pretensiones que entretener, pero tampoco es cuestión de darle la espalda a la ciencia –y esto es un juego de palabras además de un ‘spoiler’ de lo que viene a continuación–.

El errático y no pocas veces suicida movimiento –porque suelen acaban estampados contra el suelo o la propia lámpara– de los insectos voladores ante una lámpara u otro foco de luz intensa siempre ha concitado nuestra atención. Hasta el punto de que se han planteado hipótesis de los más diversas (y peregrinas) para justificarlo. Desde la simplista asunción de que tienen un cerebro de mosquito, hasta que la luz los ciega o los atrae como la miel a las abejas. Pasando porque confunden la luz con una salida o escapatoria a la que se encomiendan y se dirigen; o que emplean la luz de la luna como brújula o referencia y que la presencia de un foco de luz distinto hace que pierdan el norte. E incluso que se sienten atraídos por el calorcito desprendido por la luz. Esta última, una hipótesis que ya no se sustenta –y este es otro juego de palabras– desde el advenimiento de las luces led, que apenas irradian energía en forma de calor. A pesar de lo cual los insectos manifiestan el mismo y errático comportamiento. ¿Entonces cuál es el verdadero motivo?

¿Dónde está el suelo?

Según un estudio recientemente publicado –y basado en la grabación con cámaras de alta velocidad del vuelo de diferentes insectos de distintos órdenes y su posterior análisis–, la explicación más plausible es que en la naturaleza los insectos emplean la luz celeste (ya sea la del cielo diurno o nocturno) como un indicador de dónde está el suelo, de la orientación arriba-abajo. Un factor clave para estabilizar el vuelo, porque eso les permite volar manteniendo la horizontalidad y de este modo sacar el máximo partido de la fuerza de sustentación (luego volveremos con más detalle sobre esta cuestión). De tal manera que responden dando la espalda a la luz. O, para ser más precisos, manteniendo la luz a su espalda. En condiciones normales, esto es, en la naturaleza, donde la fuente de luz es el cielo, este sistema es una garantía para volar siempre horizontal y cabeza-abajo y, de este modo, mantener un vuelo estable.

Para entender esto basta con pensar en los aviones y avionetas que efectúan maniobras y acrobacias que implican un cambio de dirección repentino y el riesgo siempre latente de que en una de esas pierdan el control y entren en barrena. La clave está en las principales fuerzas que actúan sobre un cuerpo en vuelo y que son la aceleración y el rozamiento, que actúan en la dirección del movimiento, es decir, ‘paralelas’ al suelo. Y la fuerza de sustentación y la gravedad, que actúan perpendicularmente al suelo. Una empujando hacia arriba y la otra tirando hacia abajo. Bien, pues para un cuerpo con un diseño fusiforme y con alas, como un avión o un insecto, el vuelo horizontal maximiza la sustentación. Por el contrario, en la disposición vertical la sustentación es mínima y el rozamiento máximo y en consecuencia las fuerzas que se oponen al vuelo prevalecen y hacen que el cuerpo se desestabilice y pierda el control.

El problema es que la respuesta automática, interiorizada o innata, de mantener la luz al dorso es contraproducente en presencia de una fuente de luz artificial intensa, que confunde su sistema de navegación espacial y les hace perder el control y volar sin ton ni son. 

Las tres modalidades principales de vuelo identificadas por los investigadores que han estudiado la reacción de los insectos ante una luz artificial.
Las tres modalidades principales de vuelo identificadas por los investigadores que han estudiado la reacción de los insectos ante una luz artificial.
‘Nature Communications’

En este sentido, el estudio ha identificado tres modalidades de vuelo distintas en función de la posición del insecto en el espacio respecto a la fuente de luz cuando la detecta y la toma como referencia que mantener a su espalda. 

Si el insecto se encuentra más o menos a su altura, comienza a orbitar alrededor del foco de luz, a girar en torno a ella. En la naturaleza, los insectos vuelan hacia delante o en línea ‘recta’ porque todo el cielo está iluminado de forma más o menos uniforme. En el caso de un foco artificial, la luz se concentra en un punto y los insectos tienden a mantenerse siempre a la misma distancia, a no ‘ascender ni descender’ demasiado respecto a él y por eso describen trayectorias más o menos circulares.

Si el insecto se encuentra por debajo de la fuente de luz, tiende a realizar un ascenso hiperbólico con el foco como foco de una trayectoria cada vez más vertical que hace que pierda velocidad y acabe desestabilizándose y precipitándose. 

Finalmente, si el insecto vuela por encima de la fuente de luz, entonces lo que hace es girarse sobre sí mismo poniéndose patas arriba al tiempo que emprenden una trayectoria descendente que suele acabar con el insecto estampado contra el suelo, ya sea por lanzarse directamente contra él o por haber perdido el control y precipitarse.

¿Por qué las moscas y las polillas sí, pero las mariposas y las libélulas no?

Los insectos más grandes, como mariposas y libélulas no dependen de la respuesta luz al dorso para controlar dónde está el suelo, sino que lo saben atendiendo a otros dos factores: la propiocepción y la estabilidad pasiva

La primera se refiere a cómo los músculos perciben hacia dónde tira la gravedad. Igual que nosotros sabemos con los ojos cerrados si estamos tumbados o de pie y si tenemos un brazo apuntando hacia el techo o hacia la pared. Pero se asume que los insectos más pequeños tienen unos músculos diminutos como para poder discernir si está en vertical u horizontal, especialmente a velocidades elevadas donde la fuerza de aceleración es importante. 

La estabilidad pasiva es lo que explica que las hojas de los árboles caigan de forma horizontal, flotando, o que los aviones de papel mantengan siempre la horizontalidad en su trayectoria descendente.

Como las hojas y los avioncitos, los insectos más grandes tienen el tamaño suficiente y la estructura corporal adecuada para que la fuerza de sustentación los equilibre y los mantenga horizontales de forma pasiva.

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