(Des)Esperar

El drama social, emocional y legal de las familias de personas desaparecidas

Nadie está preparado para que un ser querido desaparezca. Pero ocurre. Sus familias les esperan y recuerdan, a veces incluso se culpan.

El drama social, emocional y legal de las familias de personas desaparecidas
Esperanza no cree que su marido regrese. Es más callada desde que él no está.
María José Crespo

Virgilio Jiménez salió de casa con su abrigo azul marino el 30 de noviembre de 2019. Era sábado por la mañana. Le gustaba ir al centro de mayores de su barrio en Zaragoza y jugar al guiñote. Cuando quiso regresar creen que se confundió de autobús. Tenía 75 años y síntomas de demencia frontal. Se había desorientado otras veces, pero nunca había desaparecido.

Han pasado más de cuatro años y en su casa sigue presente, como si fuera a regresar a la hora de comer. Sentada en el salón vacío, le aguarda su mujer, Esperanza, que aún lleva la alianza de casada en la mano derecha y otro anillo en la izquierda con un nombre grabado: Virgilio.

Es más callada desde que él no está; parece que la vida hubiera perdido interés. Pero sabe que le toca vivir, por sus hijos y sus nietos. De su marido guarda todas las fotos, las cartas sin abrir que siguen llegando al buzón con su nombre, su baraja de cartas en una caja de madera y hasta su albornoz, colgado detrás de la puerta del dormitorio, como escondido.

También le espera Lorena, su hija, que aún lo busca entre las siluetas de los señores mayores que ve por la calle. De su padre conserva con cariño su jersey favorito de rombos y su bufanda de rayas. Huelen a él, a su recuerdo. Y por él también enciende velas en la cocina o en el salón, por si esa luz pudiera ayudar a su alma a volver a casa.

En España hay más de 6.000 familias como la de Virgilio. Según datos del Centro Nacional de Desaparecidos, cada año se registran de media más de 25.000 denuncias por desapariciones en nuestro país. La gran mayoría de los casos se resuelven y los desaparecidos aparecen. 

Este trabajo, quedó finalista en el Seminario de Fotoperiodismo de Albarracín de 2023, pretende dar visibilidad a los que no, a ese 5% de denuncias que siguen activas. 

Porque detrás de cada persona que desaparece, existe una familia que la espera, que carga cada día con su ausencia y que intenta sobrevivir al vacío emocional, legal y social al que se ven abocados. Muchos no tienen ni piden apoyo psicológico para afrontar la pérdida, por vergüenza, por desconocimiento, por el qué dirán. La mayoría tampoco recibe asesoramiento para saber qué pasos dar a nivel burocrático. El tiempo pasa y comienzan el proceso de vivir con un pseudofallecido que ni siquiera consta como tal en los registros y al que no han podido velar.

A Virgilio lo buscaron de forma activa durante meses. Los vecinos del barrio se volcaron también en el operativo. Esperanza y Lorena llegaron a hablar con él por teléfono cuando se perdió. Luego dejó de cogerlo y la señal se apagó. Nadie lo vio desorientado ni perdido en plena ciudad. Nadie le preguntó si necesitaba ayuda. Después llegó la pandemia y el caso se quedó sin resolver, en el limbo de los desaparecidos. No hubo más llamadas. Como si no hubiera ocurrido y Virgilio hubiera regresado a casa aquel sábado de noviembre con su abrigo azul marino.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión