Tercer Milenio

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Las sillas de Pablo Motos: si ellas los prefieren más altos, ¿es culpa de la evolución o de la cultura?

En las parejas heterosexuales, ellas parece que siguen prefiriéndolos más altos, y ellos más bajas. ¿Cuánto influyen la cultura y la evolución?

Erin Darke y Daniel Radcliffe llegan a los premios Primetime Emmy en Los Ángeles.
Erin Darke y Daniel Radcliffe llegan a los premios Primetime Emmy en Los Ángeles.
R. Shotwell / Invision / AP

Sofía Vergara fue a divertirse a ‘El Hormiguero’ y, nada más sentarse, reabrió uno de los debates que lo rodean. A la semana siguiente Chanel no se lo quiso perder, la bajaron hasta el suelo-lo-lo-lo-lo y el asunto definitivamente se disparó: sus sillas parecían mucho más bajas que las del presentador, ajustadas al punto de que este no quedara a la supuesta intemperie de tener que mirar hacia arriba a una mujer.

Pablo Motos fue nuevamente acusado de machismo y las redes se llenaron de críticas y de términos como el de ‘masculinidad débil’. Luego hubo quien explicó que, en este caso al menos, parece haber una explicación televisiva: se ajustan para equilibrar el tiro de cámara (lo hacen también con los entrevistados hombres, a los que también suele superar por altos que estos resulten ser).

Pablo Motos recibió a Sofía Vergara en el programa ‘El Hormiguero’.
Pablo Motos recibió a Sofía Vergara en el programa ‘El Hormiguero’.
Atresmedia

Sea como fuere, compensación sexista mediante o no, las sillas sirven para pensar en lo habitual de que el ojo se siga sorprendiendo en exceso ante una pareja heterosexual en la que el hombre sea más bajo que la mujer. Y en que en casi todo el mundo la probabilidad de que esto suceda es menor de la que sería si las parejas se formaran por mero azar. Porque parece comprobado que ellas suelen preferirlos más altos, y ellos más bajas. Surge entonces la eterna, probablemente errónea, falsamente dicotómica pero tentadora y aquí reproducida pregunta: ¿se trata esta preferencia de algo biológico o cultural?

¿Las cuentas del macho alfa?

Se asume que, en una población como la nuestra, la altura se debe en un 80% a la genética y un 20% al entorno, siendo aquí el entorno básicamente nutrición y salud. Se sabe que hay al menos 700 genes que influyen en ella y que, de media, los hombres son más altos que las mujeres, unos 12-14 centímetros en España. Que en muchos estudios y hasta en las aplicaciones de citas ellas suelen inclinarse por que sean más altos y que ellos las prefieren algo más bajas.

No pocos psicólogos evolucionistas afirman que ahí se esconde un tipo de selección sexual, según la llamó Darwin. Y no pocas investigaciones han visto que, aunque ni mucho menos lo determine, la altura en los hombres se asocia con mejor salud y estatus socioeconómico, que los tipos más altos suelen ser vistos como más dominantes y competentes, que suelen tener más éxito profesional y que tienden incluso a ganar más elecciones.

Cada vez más psicólogos evolucionistas opinan, sin embargo, que las conclusiones que tienen que ver con la selección sexual se han simplificado en ocasiones hasta la parodia. Y que no pocas veces se basan, como dice la psicóloga Cordelia Fine, en "las cuentas imaginarias del macho alfa".

Tanto hombres como mujeres ajustan sus preferencias y su ‘intervalo válido’ a su propia estatura
Tanto hombres como mujeres ajustan sus preferencias y su ‘intervalo válido’ a su propia estatura
Arthur Hidden / Freepik

La biología y la cultura no actúan en el vacío. Una tendencia supuestamente natural puede fijarse e incluso exacerbarse culturalmente, pero la cultura también puede ignorar a la biología, matizarla o incluso contradecirla para bien. Puede también hacer pasar por natural algo que no lo es. Y aun asumiendo que la preferencia por la altura de los hombres tenga una base ‘biológica’, hay razones para pensar que no sea tan contundente como pueda parecer.

Partiendo de lo más general: a la diferencia de tamaño según el sexo se le llama dimorfismo sexual. Se suele aceptar como normal que en la naturaleza los machos sean más grandes que las hembras, pero en realidad sucede al contrario en los insectos, en los reptiles, en los anfibios o en las aves rapaces. Aunque la premisa se cumple en los humanos y en la mayoría de primates, ni siquiera parece ser mayoritaria en los mamíferos, como ya parecía asumido.

Por otro lado, si la tendencia a preferir hombres más altos estuviera impresa a fuego, se daría de forma universal. Se sabe que es muy generalizada, pero también que hay muchos lugares donde no se ha investigado, que es mayor en occidente que en oriente y que no existe en algunas poblaciones de Tanzania, Namibia, Gambia o Indonesia, lo que llevó a escribir a algunos de los que allí las estudiaron que: "Nuestros datos no concuerdan con la sugerencia de que haya una preferencia universal por los hombres más altos, sino que más bien sugieren que las preferencias por la altura pueden estar influidas por condiciones culturales, ecológicas y del entorno".

Además, las preferencias no son absolutas. Los hombres extremadamente altos no son los más deseados, y tanto hombres como mujeres ajustan sus preferencias y su ‘intervalo válido’ a su propia estatura, muy posiblemente para aumentar el número potencial de posibilidades. La tendencia natural, si existe, no parece excesivamente dictatorial.

Como tampoco parecen dictatoriales los cánones de belleza en mujeres. Si, como parece aceptarse, los hombres solían preferirlas con más curvas y grasa corporal por ser un signo de fertilidad, el ideal occidental dice ahora que deben ser más delgadas. ¿No estaba esa tendencia esculpida en los genes, entonces? ¿Por qué aquella cambió y la de la altura permanece inalterada? ¿Quizá porque esta implica una idea de dominancia masculina que no ha sido suficientemente discutida y que sigue lejos de ser abolida?

Discriminación y altura

Justo un mes antes de que Sofía Vergara fuera a divertirse, se publicaba un enorme trabajo que reconstruyó hasta donde pudo las condiciones de vida en Europa hace unos 7.000 años. A través de unos 1.200 esqueletos, estudios de ADN antiguo, paleopatología y métodos de isótopos se comprobó que ya por entonces los hombres europeos del norte eran más altos que los del sur. Y, sobre todo, que la diferencia de altura respecto a las mujeres era desproporcionadamente grande, mayor que en cualquier otra región de las estudiadas. Aquí la causa no tenía que ver con preferencias sexuales. Esta es su hipótesis con los datos: en el norte era más difícil cultivar, por lo que tenían menos recursos. Si había que elegir a quién dárselos, los niños iban antes que las niñas.

Diez meses antes, otro estudio analizó en casi 140 yacimientos arqueológicos la salud de más de 10.000 hombres y mujeres a través del estado de sus dientes. En los lugares en que la salud de ellas era mucho peor, las desigualdades de género solían ser mayores también en la actualidad, salvo que se hubiese producido un reemplazo masivo de sus habitantes, como en una invasión o colonización. Esto decían en su artículo: "En conjunto, demostramos que el grado de valoración de las mujeres en relación con los hombres es increíblemente estable a lo largo de períodos prolongados, (…) [lo que] implica que las normas y valores de género pueden ser mucho más difíciles de cambiar de lo que se pensaba".

Y así querían dejar nuevamente claro lo que es obvio pero a veces se olvida o soslaya: que no solo la genética, también la cultura se transmite. Y lo hace de forma que puede dotar y teñir de normalidad o naturalidad lo que a veces son costumbres injustas y estancas. Que, siguiendo el término que ha usado Belén Gopegui, conformen una ‘verosimilitud dominante’.

O como escribía Alejandro Rossi, que por supuesto no estaba pensando en las sillas de ‘El Hormiguero’: "Cualquier acción –pensada a fondo– es un pozo que conduce al centro de la tierra". Aunque casi siempre –y aquí– nos quedemos tan lejos.

En ‘Casablanca’, Bogart nunca aparece más bajo que Bergman.
En ‘Casablanca’, Bogart nunca aparece más bajo que Bergman.
Warner Bros

Parejas famosas

En las parejas heterosexuales de la mayor parte del mundo, el hombre es más alto que la mujer. Y esto sucede en una proporción mayor de lo que sería si las parejas se formaran al azar. Lógicamente hay bastantes excepciones, y se suele hablar de ellas cuando son famosas.

Una de las parejas más conocidas que escapan a la ‘norma’ es la que forman el actor Tom Holland y la actriz y cantante Zendaya, que mide seis centímetros más que él. Según Holland, "si criterios de este tipo siguiesen aún vigentes en Hollywood, yo nunca hubiese podido ser Spider-Man, porque todas las actrices que optaban al papel de MJ me sacaban al menos un par de centímetros", declaró.

Ha habido más parejas así en el cine, como las de Sean Penn y Charlize Theron, Woody Allen y Diane Keaton, Ethan Hawke y Uma Thurman o ahora Daniel Radcliffe y Erin Darke, entre otras. También la que formaron Nicole Kidman y Tom Cruise, cuyas parejas siguientes (Keith Urban y Katie Holmes, respectivamente) cumplían el mismo criterio. Hollywood no se opuso a que rodaran juntos, como en el caso de Spider-Man, pero recurrían tanto en pantalla como en las galas a "alzas, plataformas, planos cortos y demás trucos", ha explicado Jasmine Washington, redactora de la revista estadounidense ‘Seventeen’.

Así sucedió también con Humphrey Bogart, que se casó con Lauren Bacall, más alta que él, y al que subían con cuñas de 10 centímetros en la película ‘Casablanca’ para no parecer en ningún momento más bajo que Ingrid Bergman. Como tampoco, durante las campanadas de Año Nuevo de hace un par de años podía parecer más bajo que Anne Igartiburu el presentador Jacob Petrus. Allí se justificó también por cuestiones de tiro de cámara, pero por alguna razón la altura de la plataforma que usaron no los igualó, sino que le hacía parecer algo más alto.

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