Tercer Milenio

cIENCIA CIUDADANA

Ciencia ciudadana para evitar incendios en los bosques del Matarraña

Un grupo de propietarios de La Cerollera se han unido para trabajar conjuntamente el cuidado y el aprovechamiento de sus bosques.

Vista del bosque tomada desde la localidad de Beceite (Teruel).
Vista del bosque tomada desde la localidad de Beceite (Teruel).
Carmelo Peralta Roselló

Existe una falsa creencia de que el ser humano, con la tecnología, puede controlar la naturaleza. Al igual que en las riadas del río Ebro se ha pasado en unas pocas décadas de creer que con diques y motas se podría encauzar el río a volver a trabajar con evidencias científicas y un enfoque holístico, es necesario trabajar en los incendios con un enfoque integral de abajo arriba, basado en las prácticas comunitarias autóctonas y en las evidencias científicas.

La comarca del Matarraña está a la cabeza en superficie arbolada sobre superficie forestal en Aragón, teniendo como particularidad que es una de las zonas más térmicas y con balance hídrico deficitario de la provincia de Teruel, clasificada como de alto peligro de incendios e importancia de protección. Además, cuentan con unas estructuras de vegetación existente que, en este caso, favorecen el desarrollo de un sotobosque con gran continuidad horizontal y vertical, que puede desencadenar la escalera de fuego en caso de incendio forestal y el desarrollo de fuegos de copa. En consecuencia, hay tanta energía acumulada en el monte que nos enfrentamos a incendios fuera de capacidad de extinción. Además de la pérdida de biodiversidad y degradación del suelo, que son consecuencias negativas importantísimas, los bosques actúan como grandes sumideros y reservas de CO2, alterándose con los incendios forestales totalmente esta dinámica compensatoria y de stock de carbono.

El siguiente factor clave es la gran frecuencia de tormentas eléctricas con rayos, por lo que la probabilidad de incendios aumenta. A pesar de que la inmensa mayoría de conatos de incendio se apagan, estos se suman a los producidos por imprudencia humana, por accidentes, por líneas eléctricas, etc.

Además, hay otros factores que suman: la existencia de una orografía muy complicada (por encima de 50% de desnivel es imposible actuar) en muchas de las zonas, las afectaciones a las infraestructuras de prevención de incendios, insuficientes para controlar los incendios que se desarrollen en condiciones extremas y la proximidad de las zonas de trabajo agrario debido a la desaparición de las zonas de transición son algunos de ellos.

El problema de la propiedad del monte

Y, para complicar definitivamente el asunto, está un elemento clave: la propiedad del monte. La propiedad afecta a quién puede actuar para limpiar el bosque (por competencias, por normativa, etc). En la comarca, lo público es muy poco y hay zonas como La Cerollera en que es todo privado: en un pueblo con unos 80 habitantes hay unos 350 propietarios. Se constata así que, en estas zonas, se ha perdido la forma de vida de hace décadas (muchos agricultores, mucha vida en masías, calefacción con leña del monte, etc.), pero se mantiene el tipo de propiedad, con el agravante de que muchos propietarios ya no están en la zona y no se interesan por su gestión, imposibilitando los trabajos de prevención. 

Por otro lado, se ha perdido el incentivo económico existente hace unos años gracias al comercio de madera, aunque en la actualidad sí se han consolidado avances tecnológicos como la mecanización de las tareas forestales, de poda y limpia de árboles por ejemplo, de transporte (camiones), el uso energético de la biomasa que permite dar salida a productos que hace poco no permitían una intervención, así como otras infraestructuras (por ejemplo, redes de calor o calderas para grandes edificios públicos) que deben ser tenidas en cuenta a nivel económico.

Es asimismo destacable el hecho de que el aprovechamiento activo facilitaría la creación de empleos estables en una zona afectada por la despoblación y emplearía también la biomasa local, disminuyendo las tendencias actuales de importación de gas y otros elementos no renovables para generar calor.

En definitiva, todo esto compone un problema y unos riesgos de primer orden con afecciones en los planos de protección civil, ambiental, económico, turístico, paisajístico, normativo, de emisiones de CO2 y de despoblación. Es posible que se pueda producir un incendio de grandes dimensiones que impacte significativamente en el ámbito ambiental y socieconómico, que supondría una afección paisajística enorme a una comarca en la que el turismo supone un importante peso económico, entre otros aspectos culturales y patrimoniales asociados a las formas de vida de la zona. Y, medioambientalmente, las consecuencias de vida salvaje y emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera serían importantísimas. Es necesario actuar.

Asociación de propietarios de montes de La Cerollera

Como se decía, gestionar montes privados pequeños no es viable económicamente. En La Cerollera (Teruel) hay unas 3.300 hectáreas de zona forestal, con unas 20 masías que se pueden considerar los grandes propietarios al aglutinar unas 1.000 hectáreas, y el resto son más de 320 propietarios con propiedades que rondan 1-5 hectáreas.

Impulsada por los vecinos y propietarios de esta localidad, se ha creado una asociación sin ánimo de lucro para gestionar activamente esas masas forestales y lograr un doble objetivo: mejorar el estado del monte y obtener beneficios económicos. De esta forma, se pueden sustituir combustibles fósiles, evitar emisiones de CO2 y preservar el paisaje.

Con una idea que empezó en 2019 y con unas pocas ayudas que recibieron del fondo Leader para realizar su primer proyecto de ordenación de monte –ya remitido y en fase de evaluación por parte del Inaga–, la asociación está moviendo esta iniciativa por la zona y colaborando con otras localidades aragonesas, como Bergua, en Huesca, que ha servido como modelo e inspiración de asociacionismo.

Lo más importante es que la asociación no quiere afectar la propiedad de los montes, sino mejorar su aprovechamiento (obteniendo escasos 80 euros/hectárea para astillas) y, sobre todo, promover otros usos, como el aprovechamiento ganadero, micológico, sin obviar la caza y el senderismo (por ejemplo, rutas senderistas de interpretación forestal y otros usos recreativos), su preservación y la facilitación de la planificación del monte (aprovechando el plan de ordenación y plan especial de Aragón, que facilita el trabajo multifuncional del monte) y la representación frente a otros agentes, agilizando las actuaciones de mejora y prevención por parte de los agentes de protección de la naturaleza, delegando los permisos de intervención forestal a la asociación.

Este modelo es un perfecto ejemplo de ciencia ciudadana en cuanto a que un grupo de personas utiliza los datos y la acción colectiva para lograr un bien común. Es replicable y escalable en las zonas del Matarraña, Bajo Aragón, Cuencas Mineras y Maestrazgo.

Este encuentro se hizo en el marco de los proyectos europeos Agora y Decido, en los que participa la Fundación Ibercivis y Sarga, gracias a la financiación de la Comisión Europea. Se ha invitado a los responsables políticos locales, comarcales y regionales y ciudadanía en general para conocer sus propias características forestales y sociales, promoviendo prácticas ciudadanas de deliberación y acción colectiva. Igualmente, se invitó a los propietarios de montes a informarse y participar activamente en este tipo de iniciativas para poder conseguir beneficios a nivel individual y colectivo.

Luis Arrufat Presidente de la Asociación de propietarios de montes de La Cerollera 

Javier Escorza Coordinador de Agentes de Protección de la Naturaleza del Bajo Aragón y Matarraña

Esta sección se realiza en colaboración con el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, coordinado por la Fundación Ibercivis

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