Gabriel Rivera: "¿Qué siento al oír una campana? Pienso si es buena o mala"

Es la quinta generación de una estirpe de fabricantes con piezas repartidas por todo el mundo: "A los católicos de Corea les encantan"

Las campanas, repuestas en el campanario tras la restauración.
Campanas de la iglesia parroquial de La Portellada (Teruel) en una imagen de archivo.
Heraldo.es

El tatarabuelo de Gabriel Rivera también se llamaba Gabriel Rivera y fabricaba campanas. En aquella época, el oficio era itinerante: se excavaba un hoyo a pie de torre para fundir allí mismo la campana, porque no había manera de trasladar de pueblo a pueblo esos pesadísimos colosos de bronce. El tatarabuelo se acabó afincando en Montehermoso, provincia de Cáceres, y allí sigue funcionando el taller de la familia, una de las cinco fundiciones artesanales de campanas que quedan en España. Gabriel Rivera tiene un hijo de 19 años que también se llama Gabriel Rivera, la sexta generación de la estirpe, y además de fundidor le ha salido campanero: es el primero de la saga que, además de fabricarlas, las toca.

¿Cómo está?¡Pasando unos calores...! Esta mañana hemos fundido tres toneladas de campanas, pero hemos madrugado muchísimo y a media mañana ya estaba todo fundido. La demanda es brutal.

Ah, ¿sí? ¿Les siguen encargando muchas campanas?Lo que ocurre es que cada vez hay menos fundiciones en los países europeos: si antes éramos diez en España y ahora somos cinco. Y ha surgido un mercado nuevo, el de las empresas e instituciones que quieren un carillón, un conjunto de campanas afinado. Eso supone hacer ocho, diez campanas... Un ayuntamiento, por ejemplo, pone en una plaza o un parque un carillón que toque el himno regional o lo que sea y la gente se queda maravillada cuando lo escucha.

¿Cuántas campanas están fabricando ahora mismo?Fundimos una vez al mes y esta mañana han sido 3.200 kilos, pero había dos campanas muy grandes que se comían una tonelada entre las dos. Eran dieciséis campanas en total: para Valladolid, para Galicia, para Girona, para Segovia, para Lisboa, una malagueña, una cacereña por fin...

¿Cuál es la campana más antigua de su taller que sigue funcionando?Hay una de 1850 en un pueblecito de Cáceres, El Bronco.

¿La más grande?De 3.000 kilos, la hemos hecho para México, para Santiago de Chile... Ahora vamos a hacer una campana de 1.810 kilos para Santa Catalina de Valencia, una preciosidad de torre donde se quieren recuperar las seis campanas desaparecidas del fundidor inglés Richard Phelps. Hicimos ya el Peret, hace un año y pico, y ahora vamos a hacer la que se llama Catalina, aunque le suelen llamar la Charra.

¿Todas las campanas tienen nombre?El 80% de las campanas lo tiene.

¿Qué campana suya está sonando más lejos de Montehermoso?Tenemos una en un campo de fútbol de Australia. También en Nueva Zelanda, en Estados Unidos, en Bata (Guinea Ecuatorial)... Hemos hecho para los claretianos en la India y ahora tengo que preparar un presupuesto para Belén... Y en Corea del Sur, claro, porque a la Iglesia católica de Corea del Sur le encantan las campanas.

¿Tiene una pieza favorita entre todas las que ha fabricado?Son tantas... Por ejemplo, fue muy particular la campana de Espantaperros, en Badajoz, de la que me entregaron los trozos que quedaban para hacer una réplica exacta. Hubo que hacer un estudio para saber cómo era la campana original: la sección, la planta...

"Me entregaron los trozos que quedaban de una campana para hacer una réplica exacta"

¿Cuánto cuesta una campana?Va por kilos. Cuanto más pequeña es la campana, más vale por kilo. Hablamos de campanas serias, no de llaveros. Una campana de 500 kilos, con 1, 05 metros de diámetro puede costar unos 8.000 euros.

¿Y nunca le ha dado por tocar las campanas?Mi hijo nos ha salido campanero, pero las cinco generaciones anteriores no. Mira que tenemos que probar cada campana y meterle el diapasón, pero ni yo, ni mi hermano, ni mi padre, ni mi abuelo... Mi hijo dominará las dos partes: sabrá fabricar campanas y también tocarlas, en eso nos va a dar cien vueltas. Y es una maravilla escucharlos, porque no es lo mismo tocar una campana que aporrearla.

Hay gente a la que le molestan las campanas...Y lo entiendo. No es lo mismo alguien de paso que quien tiene la costumbre. Un señor del pueblo se despierta a las cuatro, escucha las campanas y se siente acompañado, pero al visitante a lo mejor se le llevan los demonios. Las campanas dan mucha vida a los pueblos que se están despoblando, pero en muchos sitios ya se ha establecido un corte nocturno.

¿Y usted qué siente cuando oye una campana de madrugada?Pienso si es una campana buena, mala o regular. La campana es un instrumento musical y el oído agradece escuchar una nota correcta, que no suene estridente, y no un golpe sobre una chapa, como si fuese un bidón.

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