Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Microorganismos del suelo que promueven la reforestación, mientras la tierra negra amazónica se muerde la cola

La acelerada y masiva deforestación del planeta se puede llevar por delante la clave que permita lograr la urgente recuperación de la masa forestal.

El exuberante bosque húmedo de la cuenca amazónica
El exuberante bosque húmedo de la cuenca amazónica
Wikipedia commons

Uno de los tantos acuciantes problemas que en la actualidad afecta al planeta es la pérdida de masa forestal y la consiguiente pérdida de biodiversidad vegetal, animal y microbiana -y esta alusión no es gratuita-. Un problema directamente vinculado al calentamiento global. En primer lugar, por ser en parte consecuencia de aquel -a mayor temperatura, sequías y episodios de calor extremos, más y más intensos son los incendios-. Pero también porque la desaparición de los bosques lleva aparejada la pérdida de un importante sumidero y reservorio de carbono gracias a la fotosíntesis; un carbono que, para más inri, al 'arder' pasa a la atmósfera.

Por todo ello, urge ponerle remedio; encontrar una solución eficaz y efectiva ya en el corto plazo. Solución que pasa por la reforestación. En la medida de lo posible, una reforestación activa. Es decir, en la que se aplican métodos y tecnologías capaces de acelerar y maximizar la regeneración vegetal. En este sentido, uno de los campos más prometedores es la introducción de microorganismos en el suelo que promuevan esta reforestación: que mejoren su ritmo y ratio de crecimiento; pero también su resistencia a las altas temperaturas y las condiciones extremas; así como la biodisponibilidad de nutrientes en el terreno. 

Y la mejor forma de identificar estos microorganismos y de dopar con ello terrenos menos fértiles o por reforestar es, a partir de suelos identificados como muy fértiles, analizar su composición química y, sobre todo, su población microbiana. Y también que puedan emplearse para sembrar los terrenos a reforestar introduciendo un pequeño porcentaje de este suelo con el objetivo de que su 'microbiota' colonice el nuevo territorio. 

Entre estos suelos excepcionalmente fértiles se cuenta la 'terra preta' o tierra negra amazónica. Denominada así por su distintivo color, fruto de su elevado contenido en carbono pirogénico -presumiblemente derivado de los pequeños fuegos encendidos y mantenidos durante generaciones por las poblaciones indígenas en sus asentamientos para cocinar, quemar residuos, espantar a las fieras o trabajar materiales-; y caracterizada por su alto contenido en nutrientes y microrganismos 'potenciadores' del crecimiento vegetal. 

Ahora, un estudio ha probado que introducir una muestra de este suelo en uno agrícola en una relación del 20-80%, promueve un crecimiento y desarrollo forestal equiparable al que se da en un suelo 100% 'terra preta'. En otras palabras, que basta con incorporar una pequeña cantidad de esta tierra excepcionalmente fértil para transferir sus características merced a la introducción de su población microbiana. 

Y aquí es donde la pescadilla se muerde la cola: la 'terra preta' es una anomalía respecto a los suelos relativamente poco fértiles -de lento crecimiento forestal- que caracterizan la selva amazónica. Se estima que su extensión total representa entre un 1% y un 3% de toda la cuenca amazónica y, además, se distribuye en áreas o parches muy fragmentados, parte de los cuales todavía no se han localizado. 

Y el problema es que en los últimos treinta años más de un 8% del bosque húmedo amazónico ha desaparecido: ha sido talado o quemado para su empleo por parte del ser humano, principalmente para destinarlo a terreno de pastoreo. Quién sabe cuánto de ese 8% eran tierras negras. 

Una pérdida que, además cada vez es más acelerada, como demuestra que en el año 2021 en la cuenca amazónica brasileña se perdiesen más de 198 hectáreas de selva por hora. Una situación que recuerda al paradigmático caso del Dr. Campell, el protagonista de 'Los últimos días del Edén', una icónica película de los años 90 -por su mensaje conservacionista- en la que el doctor daba con una cura para el cáncer en un extracto de una rara planta amazónica que solo había localizado en un territorio que ya estaba siendo arrasado para construir una autopista. Lo que suponía la irremisible pérdida del tratamiento antes de poder identificar el compuesto responsable.

No sería buena cosa que ese drama de película se repitiera en la vida real. Como tampoco lo sería pasar por alto la recomendación efectuada por uno los investigadores responsables del estudio: en lugar de arramplar con toda la tierra negra que encontremos para aplicarla a nuestros intereses, mejor dejarla donde está y limitarnos a tomar muestras para estudiarla a fin de poder reproducir su microbioma.

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