Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Escuela de calor y salud

Nos estamos adaptando a las olas de calor, pero no todos ni en todos los sitios por igual

Las olas de calor impactan en la salud pero no igual en todas las personas ni lugares. Los planes de prevención y una creciente cultura del calor nos ayudan a adaptarnos.

Madrugada del 17 de julio de 2022. Los sanitarios del 061 acuden a un aviso domiciliario. Es un cuarto piso sin ascensor y, cuando les abren la puerta, el calor concentrado dentro les sacude. Dentro, una pareja de ancianos que pasan de los 80. No tienen hijos y viven solos. El hombre es diabético y también tiene hipertensión, unas patologías sobre las que ha caído el calor de aquel día y aquella noche en Zaragoza. Y el de muchas otras jornadas anteriores. Está descompensado y tiene fiebre, casi 40. Pero en la vivienda, cuenta el equipo de la ambulancia al llegar al hospital, "tendrían 50 grados; nunca había visto una cosa igual, y todo cerrado a cal y canto". La mujer les ha explicado que temen que les entren a robar. Pasan el día entero viendo la tele y los anuncios de alarmas y el miedo hace que no ventilen por la noche. Las humildes casas de su barrio no tienen ningún tipo de aislamiento ni refrigeración y el calor acumulado en la suya la ha convertido en un horno matapersonas.

"Cuando te llegan estos casos te das cuenta de cómo viven algunos pacientes, especialmente ancianos con pocos recursos", reflexiona Rafael Marrón, jefe del servicio de Urgencias del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. "Parece que todos tenemos claro que cuando hace frío hay que calentar, pero minimizamos los efectos del calor". Y, sobre todo a los colectivos más vulnerables, les va la vida en ello.

Uno de tantos casos. Aquella madrugada del 17 de julio, los profesionales sanitarios del 061 trasladaron al servicio de urgencias de un hospital a Juan, un anciano que vivía en un humilde barrio de la ciudad. Una situación que se repite durante el verano.
Uno de tantos casos. Aquella madrugada del 17 de julio, los profesionales sanitarios del 061 trasladaron al servicio de urgencias de un hospital a Juan, un anciano que vivía en un humilde barrio de la ciudad. Una situación que se repite durante el verano.
Rafael Marrón

El mundo se calienta. La gráfica de bandas del climatólogo británico Ed Hawkins que ilustra este artículo es ya una imagen icónica del calentamiento global. Cada barra representa un año y los colores indican las temperaturas medias registradas con respecto a la temperatura media de ese periodo, del azul, más frío; al rojo, más cálido.

Sufrimos olas de calor cada vez más frecuentes, intensas y largas y las temperaturas extremas perjudican seriamente la salud. Lo dicen los datos de mortalidad y de ingresos hospitalarios. El verano pasado, hubo 4.744 defunciones atribuibles al exceso de calor en España, 313 en Aragón. Un calor que amplifica las patologías. Pero somos supervivientes y los estudios indican que también nos estamos adaptando. Aunque no todos ni de la misma manera y no fisiológicamente sino socialmente.

"El cambio climático no crea nuevas enfermedades, sino que amplifica y redistribuye las ya existentes", ha dicho Chris Dye, director de Estrategia de la OMS. Es una de las cosas que aprende estos días el alumnado que sigue el curso ‘Cambio climático, temperaturas extremas y salud’, organizado por el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud. Es su tercera edición y asisten clínicos y profesionales de salud pública, con perfiles de farmacia, veterinaria, enfermería y medicina. Su coordinador, el médico Jesús de la Osa, constata que, "sobre todo tras el verano de 2022, el más cálido de la historia desde que hay registros, los profesionales sanitarios son cada vez más conscientes del impacto que tienen en la salud las temperaturas extremas"

Al final, aplicarán lo aprendido a un ámbito concreto: qué harían, con medidas concretas, ante una ola de calor en una residencia de mayores, un centro de salud, un ayuntamiento, un servicio de teleasistencia..., plasmado en un trabajo. Porque los planes –tenemos el Plan Nacional de actuaciones preventivas de los efectos del exceso de temperatura sobre la salud y el Plan de acción para la prevención de los efectos de las temperaturas extremas sobre la salud en Aragón– son "un marco útil, con acciones genéricas, pero hay que hacerlos aterrizar". 

Estos planes son hijos de la fuerte ola de calor de 2003, "que mató a muchas personas en Europa, 70.000, y causó 6.600 defunciones ‘extra’ en España". ¿Por qué se producen estas muertes?

La realidad es que muy pocas veces se deben a un golpe de calor, sino que la mortalidad atribuible a las altas temperaturas aparece porque se agravan patologías que ya tiene la persona. De las 6.600 personas que, en los primeros 15 días de agosto de 2003, conformaron el exceso de mortalidad atribuible a una ola de calor, solo 141 fallecieron por golpe de calor, un episodio gravísimo en el que hay que pensar cuando la temperatura corporal se eleva mucho y la persona no suda.

Ante una ola de calor, "quienes más vemos llegar a urgencias –señala Rafael Marrón– son personas con patologías crónicas que se reagudizan por las altas temperaturas". Los síntomas de pacientes con enfermedades respiratorias, cardiovasculares, renales, neurológicas y endocrinas crónicas se agravan y acaban ingresando en un hospital o falleciendo. 

El presidente de la Sociedad de Medicina de Urgencias y Emergencias de Aragón ha visto "desaparecer en los últimos años el habitual bajón de asistencia en las zonas urbanas durante el mes de agosto y finales de julio, ahora se mantiene el nivel de atenciones y no baja el número de ingresos". Y, anticipa, "cada vez tenemos más pacientes ancianos, con múltiples patologías que se pueden descompensar si el calor pega fuerte". El verano se ha convertido en un momento de especial riesgo sanitario.

Si quieres tener salud, no seas pobre

Pero el riesgo no es igual para todos. Intervienen múltiples factores. "Las mujeres mayores con menos renta son uno de los grupos más vulnerables", asegura De la Osa. Diversos estudios revelan que las olas de calor afectan sobre todo a la salud de las personas socialmente más vulnerables. "Si quieres tener salud, no seas pobre", apunta.

El epidemiólogo Manuel Franco ha estudiado la relación de las olas de calor con infartos, ictus o anginas en la ciudad de Madrid y ve claramente que el efecto es peor en poblaciones vulnerables y barrios empobrecidos. "Vimos que quienes tenían mayor riesgo eran los hombres inmigrantes –que trabajan más expuestos al calor, al aire libre– y que, cuanto más pobre es un barrio, hay más casos de enfermedad cardiovascular". 

En un encuentro con periodistas organizado por el Science Media Center señalaba que "hemos encontrado más mortalidad por temperaturas extremas en aquellas personas que viven en barrios con viviendas más envejecidas, la vivienda es un tema clave ante el cambio climático". Marta Olazabal, jefa del Grupo de Investigación en Adaptación al Cambio Climático del Basque Centre for Climate Change y experta en gobernanza climática urbana, expuso en la sesión que "necesitamos invertir en aislamiento para mejorar las condiciones de confort térmico de los edificios".

En 2022, el año más cálido del que se tienen registros en España, el impacto en salud del calor fue extraordinario, con 4.744 muertes, sin llegar a las 6.600 de 2003, donde la sociedad no estaba tan preparada, no tenía planes ni había una cultura del calor establecida. Pero analizando series de datos más largas, de los últimos 30 años, diversos estudios, realizados en España y en otros países, indican que el impacto del calor sobre la mortalidad está disminuyendo. ¿Nos estamos adaptando al calor? Parece ser que sí. 

Aunque hay un grupo de edad en el que el impacto del calor en la mortalidad se resiste a bajar: personas entre 18 y 45 años. Un colectivo en el que se encuentran trabajadores con mayor exposición a las altas temperaturas y también quienes se empeñan en hacer deporte en momentos del día con los termómetros disparados, "ese ciclista que todos conocemos que sale a las tres de la tarde de un 29 de julio con 43 grados, porque es muy macho y nunca le ha pasado nada", describe De la Osa. La evidencia científica está señalando dónde hay que incidir en los planes de prevención.

Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano

Desde hace dos años, funciona en el Instituto de Salud Carlos III la Unidad de referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano; allí se investigan todos estos temas desde la óptica de la salud humana. La dirigen Cristina Linares y Julio Díaz.

Con gafas de epidemiólogos, hablar de temperaturas no es mirar solo lo que marca el termómetro, sino relacionar las temperaturas con su efecto sobre la salud de la gente

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Ellos estudian dos variables que dicen mucho: la temperatura de mínima mortalidad, podríamos decir de confort; y aquella temperatura a partir de la cual la mortalidad por calor se dispara de forma brusca, que se denomina temperatura umbral de definición de ola de calor y vría por provincias; a partir de ella se define una ola de calor desde el punto de vista de la salud. Han investigado en paralelo el aumento de las temperaturas que mide Aemet y con qué temperaturas empiezan a registrarse más fallecimientos de lo habitual y observan que cada vez hacen falta temperaturas más altas para que el calor mate, para que aumente la mortalidad. "Nos estamos adaptando al calor o, más bien, a las olas de calor", indican.

En la provincia de Zaragoza, "mientras la temperatura máxima diaria sube, como consecuencia del cambio global, a un ritmo de 0,57ºC por década, la temperatura de mínima mortalidad no se ha quedado quieta –explica Díaz–, es más, sube más rápido: 0,61ºC por década; por eso decimos que nos estamos adaptando". Pero advierte que la clave va a estar "en ser capaces de mantener el ritmo 20, 30, 40, 50 años, ahí está el reto, en lo que va a ocurrir". Si, como prevén los modelos, las temperaturas no van a subir a ese ritmo, sino superior, "habrá que hacer un esfuerzo para acelerar también esa adaptación".

En los 35 años analizados (1938-2018), mientras en España, de media, hemos ganado 0,47ºC por década, la temperatura de mínima mortalidad ha subido más deprisa, a un ritmo de 0,61ºC por década. Pero no en todos los sitios por igual. "Influyen mil factores: socioeconómicos, demográficos, urbanísticos, la calidad de las viviendas...", señala. Córdoba es la provincia que mejor se está adaptando, mientras Ciudad Real, Valladolid, Granada o Cáceres no se adaptan a un ritmo adecuado.

"El nivel de renta es clave, pues la pobreza es el principal factor de riesgo en olas de calor"

Analizan ahora qué influye en que unas provincias se adapten mejor y otras no tanto y "hemos visto que las provincias urbanas, como Zaragoza, son más vulnerables al calor que las no urbanas, pero se adaptan mejor al calor". En la adaptación al calor de las provincias urbanas "el nivel de renta es clave, pues la pobreza es el principal factor de riesgo en olas de calor", afirma Díaz. También que sea un lugar donde se suelen dar estas olas, "por ejemplo, a grandes rasgos, en las provincias del norte esa adaptación es peor que en las del sur, donde las casas son blancas, hay sombras y toldos, está más presente el aire acondicionado –aunque actualmente ya no es significativo tener aparato de aire acondicionado, sino que lo puedas encender, que puedas pagar la factura de la luz– y el ser humano, acostumbrado al calor, tiene otras formas de vida: en Sevilla no hay nadie en la calle a las tres de la tarde en verano, cosa que no ocurre en Oviedo". Por su parte, en el medio rural, la rehabilitación de los edificios es clave, así como el número de sanitarios que cuidan la salud de la población.

En esta radiografía de lo que ocurre en España, la escala provincial se les queda grande a provincias despobladas como Teruel, con datos tan pequeños que no salen en la ‘foto’, como si miraras desde un satélite algo muy pequeño. "Hacen falta otro tipo de estudios porque las características locales son muy importantes en prevención", destaca Linares.

Con los datos que vamos teniendo, "las cosas que sabemos que funcionan hay que mejorarlas", indica Díaz. Las personas mayores, como grupo vulnerable, especialmente las mujeres, son las más protegidas por los planes y el impacto de las olas de calor en su salud no ha aumentado. Al revés de lo que ha ocurrido de 2003 a 2023 con los trabajadores de 25 a 55 años. "Gracias a la investigación –cuenta Linares–, se ha incluido también al grupo de embarazadas, ya que en las olas de calor se producen más partos prematuros y nacen más bebés con bajo peso".

"Los planes de calor funcionan. No nos hemos adaptado fisiológicamente sino socialmente, nos protegemos mejor"

La ciencia constata que nos vamos adaptando a las crecientes olas de calor y eso "quiere decir que los planes de calor funcionan", destaca De la Osa. Porque "no nos hemos adaptado fisiológicamente sino socialmente, nos protegemos mejor". 

Una cultura del calor

Cuando el calor aprieta, buscamos sitios frescos y nos hidratamos bien o cambiamos los horarios de la visita turística. Vamos creando una cultura del calor. "El año pasado se canceló la Quebrantahuesos con 10.000 inscritos porque se gestionó el riesgo ante una ola de calor", pone como ejemplo. 

Y propone que "las redes comunitarias que se crearon entre los ciudadanos en la pandemia podrían funcionar también frente al calor". Estando pendientes de las personas más vulnerables en los días de más calor, sobre todo si viven solas o toman medicamentos que pueden interferir, "que no dejen de hidratarse aunque no sientan sensación de sed, que esa gente que tiene en su vivienda temperaturas altísimas pueda pasar tiempo en casa de una amiga que vive en un bajo más fresco... Las redes de cuidados entre personas son importantes".

El epidemiólogo Manuel Franco reflexiona que "no podemos vivir con la idea de que nos vamos a salvar los que tengamos aire acondicionado. Eso es absurdo. Cada vez hay más gente afectada, que es la más vulnerable por cuestiones laborales, de edad o socioeconómicas, y tenemos que dar una respuesta al problema social, energético y climático". Y recuerda que él vivió el Katrina en Estados Unidos "y allí se salvó el que tenía un 4x4; el que no lo tuvo no se salvó".

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