María de Miguel: "Adoraba a Rafaella Carrá"

Zaragoza, 1978. Periodista. Ha desarrollado su carrera en medios como la Cope, Radio Zaragoza, Aragón TV o la Delegación del Gobierno en Aragón. Profesora de Periodismo en la Universidad de Zaragoza. En 2020 fue nombrada directora de Medios de la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión (CARTV).

María de Miguel, con 9 años, en Estoril
María de Miguel, con 9 años, en Estoril
M.M.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?Muy feliz. Con el tiempo me he dado cuenta de la suerte que tuve: tenía pueblo, amigos, perro, viajé bastante y pude pasar mucho tiempo con mis abuelos

¿Qué le hizo reír por primera vez? Me hacía mucha gracia Bigote Arrocet en el ‘Un, dos, tres’. Ahora he afinado un poco mejor mi sentido del humor.

¿Qué le hizo llorar?La flauta. La odio. Fue la única asignatura que suspendí en EGB y tuve que pasarme todas las mañanas de un verano tocando ‘Alouette’ una y otra vez. Se me caían las lagrimas al ver la flauta.

¿Qué era en el patio del colegio?Creo que fui la intensa. Me montaba unas películas…

¿Se sentía rara, especial, diferente?No, fui bastante normalita.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?Más que castigo recuerdo a mi abuela lanzándome una zapatilla desde el sillón donde se sentaba a hablar por teléfono cuando yo la molestaba. Tenía la puntería de Robin Hood.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?Hablar: por teléfono, con mis amigas, con mi familia, hablar sola ensayando alguna conversación. Hablaba hasta cuando dormía.

¿Tenía algún complejo que le amargara?Siempre fui muy bajita y un poco redicha, parecía una abuela enana, aunque esto no me amargó en absoluto.

¿Cuál fue la calle de su infancia?En Zaragoza, la calle Unceta que recorría cada día para ir al colegio. Conocía cada comercio, cada cafetería. Había unos grandes almacenes, Gay, con salida a dos calles que me parecía Galerias Laffayette. En mi pueblo, Letux, la calle de La Muela, donde está nuestra casa. Allí siempre pasaban cosas; es una calle larga y estrecha que lleva hasta el río. Tenía todo lo que podía necesitar. En Letux paso los veranos y largas temporadas desde mi infancia.

¿Qué es lo que más le gustaba de Zaragoza?La idea de poder ver a alguien conocido todos los días. Eso me daba una sensación de control de la ciudad que me sigue gustando.

¿Tenía mucha conciencia política?No, la verdad. En mi casa se hablaba poco de política. En la adolescencia empezó a interesarme como forma de rebeldía.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?Lo utilizaban siempre para explicar algo tan intangible como el carisma.

¿Era religiosa?Estudié en colegios religiosos y me gustaba la parte más folclórica de la religión: el coro, la semana santa, la virgen de Lourdes …En cuanto empecé a hacerme preguntas, me alejé de la religión.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?No era consciente de lo que me había marcado la educación religiosa hasta que he conocido a niñas libres, jóvenes empoderadas sin esas ideas absurdas de lo moralmente correcto.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?Recuerdo vagamente un funeral de pueblo en el que las mujeres rezaban y los hombres bebían. Todo esto en una casa y con el cuerpo del difunto presente. Me pareció mágico.

¿Cómo ganó su primer dinero?Fui una joven empresaria: transcribía la letra de la ‘Lambada’, inventándomela, claro, y la vendía entre mis amigas. Mi siguiente negocio fue untar crema en la espalda de las compañeras del campamento a cambio de comida. En los negocios fui a peor.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?Recuerdo que una vez metí las piernas en el cajón del pupitre del colegio. A mí no me parecía nada raro, una postura como otra cualquiera, pero cuando la profesora me vio, llamó a sus compañeras de otros cursos para que vinieran a verme. Les hizo mucha gracia, me hice famosa por eso, pero, a día de hoy, sigo sin entender por qué.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?Harrison Ford en Indiana Jones y no en el sentido romántico de la fascinación. Yo quería llevar esa vida, quería ser él.

¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?Mi abuela Carmen, sin duda. Era la mejor contadora de historias que he conocido. Capaz de convencerte de casi cualquier cosa y de transformar en un cuento cualquier situación de la vida real. Una vez me dijo que el ombligo era un agujero que me había hecho mi primo con un palo. Tardé algún tiempo en descubrir que se lo había inventado y en recuperar la confianza en mi primo.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?La ‘Lambada’, ni idea de lo que dice la letra, pero aun la puedo cantar entera.

¿Qué libros le deslumbraron?Me regalaron una colección de libros de Emilio Salgari por mi comunión y los devoré. Empecé por ‘El Leon de Damasco’ y quedé absolutamente deslumbrada.

¿Qué personalidad nacional o internacional fue para usted una referencia poderosa?Adoraba a Rafaella Carrá. Yo quería ser vedette y veía en ella una artista total, era moderna, era atrevida y su acento era completamente magnético.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué es lo que caló en usted con más fuerza?La búsqueda del término medio; esto me ha ayudado a resolver conflictos, a encontrar soluciones creativas, a no frustrarme por no conseguir los máximos.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?Di bastantes tumbos. Pasé mi infancia entre querer ser arqueóloga como Indiana Jones o vedette de revista y llamarme María Flor. En algún momento también quise hacer la carrera diplomática, sin saber muy bien qué era eso.

¿Por qué estudió lo que estudió?Empecé a estudiar económicas porque estaba completamente perdida. Sospechaba que lo mío era la comunicación y cuándo empecé periodismo en Bilbao, confirmé que había acertado. Fui muy feliz.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?A cualquier día en la playa con mis padres.

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