Por
  • Luisa Miñana

Muchos elementos del proceso creativo van a verse alterados

Un robot pintando.
Un robot pintando.

En 1845, Ada Lovelace, que se consideraba a sí misma "científica, poetisa (sic) y analista metafísica", y que calificó su trabajo como "ciencia poética", escribió en la primera de sus notas a la traducción inglesa del artículo del italiano Luigi Menabrea sobre la máquina analítica de Babbage: "Teje patrones algebraicos igual que el telar Jacquard teje flores y hojas". Un par de años antes le había comentado al propio Charles Babbage en una carta: "Suponiendo, por ejemplo, que las relaciones fundamentales de los sonidos tonales en la ciencia de la armonía y de la composición musical fueran susceptibles de tal expresión y tales adaptaciones (se refiere a su representación mediante símbolos lógicos), la máquina podría componer elaboradas y científicas obras musicales de cualquier grado de complejidad".

Es la reflexión de alguien que, en pleno estallido de la transformación industrial, comprende el pensamiento matemático como un "razonamiento extendido más allá del cálculo", conoce los recíprocos aportes entre ciencia, tecnología y cultura, y cómo estos mismos hallan su correspondencia en la sociedad y la transforman.

"Mis robots más recientes utilizan redes neuronales de aprendizaje profundo, inteligencia artificial, circuitos de retroalimentación y creatividad computacional para tomar una sorprendente cantidad de decisiones estéticas independientes", explica en su web Pindar Van Arman, un pintor que construye y codifica él mismo los robots con cuya colaboración experimenta acerca de la creatividad, consiguiendo obras genuinamente originales, internacionalmente reconocidas (https://cloudpainter.com). La preocupación filosófica y estética de Van Arman y otros artistas que trabajan hoy con inteligencia artificial conecta claramente con la de Ada Lovelace, al intuir las posibilidades de la computación, hace casi dos siglos. Es la vanguardista tradición en la que se inscribe también el libro construido por Jorge Carrión/Taller Estampa/ GPT-2 y 3, ‘Los campos electromagnéticos. Teorías y prácticas de la escritura artificial’, en cuya primera parte (elaborada por el escritor humano) leemos: "Los algoritmos predictivos nos introducen en la escritura que se produce –literalmente– en el futuro… construye oraciones mediante la predicción de un horizonte posible. De puras matemáticas creando palabras en tiempo real, de pura alquimia algorítmica (…) constituyen el banco de pruebas de la poesía, la ficción o el ensayo del porvenir".

Comprender colaborativa y creativamente la IA y sus procesos es crucial. De que lo hagamos o no dependerá en el futuro nuestra posición como humanos respecto a su gran capacidad de gestión y resolución. No hace falta recurrir a la autoridad de grandes referentes del pensamiento (Heidegger, Simondon) para explicar hoy que cultura y tecnología han caminado juntas a lo largo de la Historia, aunque hayamos atravesado etapas académicas e institucionales de un abordaje disociado entre letras y ciencias, que en absoluto se corresponde con la experiencia humana. En nuestro mundo esto ya no es posible. De hecho, la experiencia humana se produce ya en entornos donde el mundo físico y el digital confluyen casi orgánicamente, o al menos se interrelacionan tan estrechamente que la filosofía y el arte han empezado a reflexionar respecto a la ontología de una vida digital (Yuk Hui, ‘Sobre la existencia de los objetos digitales’), la cual únicamente podemos construir y habitar en colaboración con los algoritmos y la inteligencia artificial.

Etopia Centro de Arte y Tecnología (etopia.es) organizó, en septiembre de 2021, una exposición –‘VisionarIAs’– con un punto de vista muy interesante: cómo la mirada de las máquinas sobre el mundo está influyendo en nuestra mirada humana. También en 2022, Botto, un algoritmo-artista entrenado por Mario Klingemann, que conecta el arte generativo y el arte descentralizado, al someter sus propuestas a la elección de un público constituido en comunidad co-creativa, inauguró la Sala Virtual de Etopia.

"De que lo hagamos o no dependerá en el futuro nuestra posición como humanos respecto a su gran capacidad de gestión y resolución"

En este tiempo de transición son muy importantes los espacios sociales colectivos que hagan visible y accesible el pensamiento crítico que la actividad artística introduce en los procesos de trabajo y conocimiento con las inteligencias artificiales, más allá de requerimientos económicos y tecnocráticos, a los que aparecen ligados los más evidentes riesgos inmediatos de la extensión de las IA como sistema universal, también en el ámbito artístico (derechos de autor, falsificaciones, canales de comercialización, calidad, etc.). A ellos habrá que encontrar soluciones mediante nuevas fórmulas y normativas. Y también para esto necesitamos imaginación de calidad, porque muchos de los que creemos elementos inamovibles en el proceso creativo van a verse alterados a la par que otras experiencias individuales y sociales. Afrontar el futuro está en la naturaleza de la propia aventura artística, y sería mejor que en esta revolución anunciada fueran los propios creadores quienes con valentía caminaran por delante.

*Escritora

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